El Anuncio Divino: Cris Collinsworth Salvará el Domingo
La Revelación que Paralizó al Mundo (Godínez)
Que suenen las trompetas y que el de los tamales oaxaqueños guarde silencio, porque ha llegado un edicto desde el Olimpo corporativo, desde esas torres de cristal en Nueva York donde los mortales no podemos ni asomarnos sin ser deslumbrados por el brillo del dinero. La noticia, caray, una noticia tan profunda y trascendental que los zopilotes dejaron de dar vueltas y el tráfico del periférico se detuvo por un instante, fue entregada con la solemnidad de un nuevo impuesto del SAT. ¿Están sentados? Más les vale. Porque NBC, la cadena de los pavorreales, ha hecho un ‘anuncio’. Sobre Cris Collinsworth.
Sí.
Ese mero. El güero ese cuya voz es el equivalente a un sillón de Sanborns: cómodo, predecible y un poco caro. El mismo cuyo movimiento más famoso es deslizarse suavemente para entrar a cuadro, como político colándose en la foto. La gran revelación, la información apocalíptica que hizo que los portales de noticias se pusieran a chillar como si se les hubiera caído el internet, fue que Cris Collinsworth, un señor al que le pagan una millonada por ser el comentarista de color de ‘Sunday Night Football’, iba, de hecho, a ser el comentarista de color en un próximo partido de ‘Sunday Night Football’. En específico, el de los Rams contra los Buccaneers.
No mames.
Uno se puede imaginar el desmadre en las oficinas de NBC antes de soltar esta bomba. Las llamadas frenéticas, las noches en vela, los pizarrones llenos de logaritmos para ver si tal hazaña era posible. ¿Podrá un hombre que cobra millones por aparecer en un programa específico, realmente aparecer en ese programa específico? ¡Qué audacia! ¡Qué nivel de riesgo! Tenían que anunciarlo, a huevo, para preparar al pueblo, para darnos chance de fortalecernos espiritualmente para lo absolutamente predecible del evento. Saber que Cris Collinsworth estaría ahí, en su palco, listo para explicarnos con una paciencia de santo que el quarterback que le lanzó el balón al receptor que lo atrapó había, en efecto, completado un pase, es la clase de certeza que necesita este país tan zarandeado.
Un México en Vilo
Durante semanas, anduvimos como alma en pena. Un barco sin capitán. Una temporada de NFL sin el arrullo de un hombre bien trajeado diciendo obviedades. ¿Quién nos iba a decir “Ahora, he aquí un tipo…”? ¿Quién iba a llenar los silencios entre jugadas con anécdotas que suenan a que las escribió un bot de LinkedIn? El vacío era aterrador, güey. Los sitios web, desesperados por el clic, publicaban notas especulativas. “¿Quiénes son los narradores para el Rams-Buccaneers?”, preguntaban con urgencia, una duda que se resolvía con cinco segundos en Google o, no sé, viendo el partido la semana anterior. Pero ese no es el punto. El punto es el drama. El suspense inventado. La gran ópera bufa de los medios deportivos modernos, donde el detalle más pinche y administrativo es tratado como la escena final de una telenovela de Televisa.
Y entonces, llegó el anuncio. Un rayo de luz en la oscuridad. Él estaría ahí. Todo está bien en el mundo. El dólar puede subir, pero Collinsworth narrará. Ya podemos dormir tranquilos, sabiendo que un millonario va a hacer su chamba. Gracias, NBC. Gracias por arriesgarlo todo.
El Culto a Collinsworth: Desarmando al Güero
Para entender la neta del significado sísmico de que Cris Collinsworth tenga agendado trabajar, primero hay que entender al hombre, o más bien, al mito. No es un simple comentarista; es una institución cultural, un monumento al triunfo de lo inofensivo, el ‘no le voy a ningún equipo’ hecho persona. Antes de subir al cielo de la cabina de transmisión, fue jugador de fútbol americano, y bastante bueno, un detalle que siempre mencionan como si le diera un poder místico para entender cosas que nosotros, simples mortales con nuestra botanita y nuestra chela, jamás comprenderemos. Pero su verdadero legado no se forjó en el campo; se forjó en la quietud estéril de un estudio de TV, con la voz de un productor en el oído y un plumón mágico en sus dedos.
Describen su carrera como “duradera e influyente”, y viéndolo con ironía, tienen toda la razón. Es duradera porque ha dominado el arte de estar siempre presente sin ser memorable, como el olor a fabuloso en una oficina. Es influyente porque le ha enseñado a generaciones de aspirantes a cronistas que no necesitas un análisis filoso o una opinión controversial para tener éxito. Para nada. Solo necesitas un buen sastre, un dominio absoluto de lo obvio y la increíble habilidad de sonar profundamente impresionado por jugadas de rutina. Ha perfeccionado el arte de no decir nada, del análisis que es puro aire, del resumen tipo “qué partidazo” que deja a todos contentos y a nadie pensando.
Ese es su súper poder.
El ‘Slide-In’: Una Metáfora de Nuestros Tiempos
No se puede hablar de la doctrina Collinsworth sin mencionar el ‘Collinsworth Slide-In’, su famoso deslizamiento. Esa maniobra, ya icónica, donde al inicio de la transmisión, se desliza desde la izquierda para unirse a su compañero. No camina. Se desliza. Una aparición suave, sin fricción, casi fantasmal. Es, sin duda, lo más interesante que hace en toda la noche, y sucede antes del kickoff. ¿Por qué? Porque es la metáfora perfecta de su estilo: pulcro, pulido, creando la ilusión de movimiento pero sin ir a ningún lado. Se desliza hacia un punto, lo rodea con un par de frases hechas, y se desliza de vuelta antes de que pueda ocurrir cualquier cosa que genere una idea real.
Pensemos en el partido que se viene, este supuesto choque de titanes entre Rams y Buccaneers. La presencia de Collinsworth garantiza que la narrativa será lijada hasta quedar suave y digerible. Hablará de la grandeza eterna de Tom Brady, porque es lo que se tiene que hacer. Mencionará la ofensiva potente de los Rams, porque así lo dirá el guion. Se maravillará de una atrapada difícil, explicará que el equipo que anote más puntos ganará el partido, y cobrará un cheque con el que podrías comprar medio Acapulco. Es un ritual. Una misa laica, cómoda y multimillonaria, transmitida a millones de personas, y este “anuncio” fue simplemente la iglesia colgando los horarios de la misa en la puerta. Que se haya tratado como noticia es una prueba del oso que estamos haciendo como sociedad.
Ya no queremos análisis. Queremos confirmación. Queremos que un hombre amigable y bien peinado nos diga que lo que estamos viendo es, en efecto, lo que estamos viendo. Y Cris Collinsworth es el sumo sacerdote de esta nueva religión.
El Futuro es Beige: La Profecía de Collinsworth
¿Y ahora qué sigue? Este ‘anuncio’ no fue solo un boletín de prensa vacío; fue una señal, una bengala en la noche que ilumina nuestro destino. Señala la victoria final de la marca sobre el cerebro, de la personalidad sobre el producto. El partido en sí, con dos de los mejores equipos de la conferencia, es ahora solo un detalle menor en la telenovela de los hombres que hablan de él.
Qué patético.
El final lógico de esta historia es aterradoramente claro. Pronto veremos un futuro donde el mame previo al juego no será sobre los jugadores, sino sobre las frases que los comentaristas ensayaron esa semana. Habrá quinielas sobre cuántas veces Collinsworth dirá “Ahora, he aquí un tipo…” o si estrenará un nuevo deslizamiento, quizás uno con arneses y un poco de pirotecnia. El juego se convertirá en el telón de fondo para el verdadero espectáculo: la transmisión en vivo de la Experiencia Cris Collinsworth™.
Eventualmente, el factor humano será considerado demasiado riesgoso. NBC encargará una Inteligencia Artificial de Collinsworth, un fantasma digital alimentado con miles de horas de sus comentarios. Esta IA podrá generar análisis perfectamente insípidos y positivos para cualquier partido. Podrá deslizarse en un cuadro virtual con una suavidad que el Cris de carne y hueso solo puede soñar. No habrá errores, ni opiniones que causen polémica. Solo habrá el zumbido constante y tranquilizador de la mediocridad perfectamente curada, transmitida directamente a nuestros cerebros.
El Desliz Final
Y lo vamos a aceptar. Lo vamos a suplicar. Después de años de estar condicionados por estos no-anuncios y narrativas inventadas, lo veremos como un alivio. El caos impredecible del deporte real será demasiado para nuestras mentes atrofiadas. La comodidad silenciosa de la IA de Collinsworth será nuestro refugio. El juego desaparecerá por completo, reemplazado por una simulación de un juego, comentado por una simulación de un hombre. Lo único real serán los ingresos por publicidad.
Así que cuando veas el partido de Rams-Buccaneers y veas a Cris Collinsworth deslizarse en la pantalla, no veas solo a un comentarista. Ve al fantasma de las navidades futuras. Ve la culminación de un sistema de medios tan hambriento de contenido que ha comenzado a devorarse a sí mismo. Ve el principio del fin. No es solo un tipo en una cabina. Es un presagio. Y la parte más aterradora de todas es que él, probablemente, no tiene ni idea. Él solo es un tipo que va a hacer su chamba. Lo cual, resulta, es el chiste más grande y triste de todos.






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