Mataron a Bel-Air: El Chanchullo de Hollywood que Te Ocultan

Mataron a Bel-Air: El Chanchullo de Hollywood que Te Ocultan

Mataron a Bel-Air: El Chanchullo de Hollywood que Te Ocultan

Te están mintiendo sobre ‘Bel-Air’

Vamos a dejar algo bien claro. Te están vendiendo puro atole con el dedo. Un cuento chino, bien pulido por publicistas y totalmente falso. Quieren que te tragues la píldora de que ‘Bel-Air’, esa reversión dramática y oscura de la comedia que todos amamos, simplemente está llegando a su “conclusión natural” con una cuarta y última temporada. Usarán palabritas bonitas como “cerrando el ciclo de la historia” y “despedirse en la cima”.

Pamplinas.

Esto no es una conclusión; es una ejecución. Un asesinato a sangre fría, premeditado en una sala de juntas estéril por contadores que no ven el arte como cultura, sino como un activo que se devalúa en un balance general. Estás viendo, en vivo y a todo color, el nuevo manual de Hollywood: crear, capturar y matar. Construyen algo que te importa solo para poder usar su muerte como una excusa para deducir impuestos. Es una estafa, y nosotros somos los pendejos.

La Tranza de los Reboots Modernos

Todo el negocio estaba podrido desde el principio, ¿o no? El reboot moderno es la tranza maestra de Hollywood, una tormenta perfecta de explotación de propiedad intelectual y nostalgia fabricada, diseñada para depredar los recuerdos de tu juventud a cambio de una ganancia rápida y de bajo riesgo. Toman algo que amabas, lo deshuesan, le echan una manita de gato y te lo venden de nuevo con el pretexto de estar “reimaginándolo”. ‘Bel-Air’ era diferente, o eso nos dijeron. Tenía potencial. Tomó la premisa simplona de una comedia de los 90 e intentó inyectarle problemas del mundo real, con conversaciones sobre clase, raza e identidad que la original apenas y tocaba. Tenía chispa. Y precisamente por eso, tenía que morir.

Las chispas son peligrosas en una fábrica de pólvora. Y Hollywood, amigos míos, es una maquiladora. Su propósito no es contar historias ni crear arte; su propósito es manufacturar “unidades de contenido” al menor costo posible para el mayor retorno de inversión. Una serie como ‘Bel-Air’, a medida que encuentra su voz y su camino, se vuelve más cara. Los actores, como el talentoso Jabari Banks, exigen con justa razón mejores sueldos a medida que se vuelven más famosos. Los escritores, envalentonados por el éxito, quieren llevar la historia a terrenos más complejos, más desafiantes y, por supuesto, más caros. La producción tiene que estar a la altura. En la lógica sanitizada de un libro contable, la creatividad es un pasivo. Es un costo que crece. ¿La solución? Matarla antes de que madure por completo. Cosechar el aumento inicial de suscriptores del lanzamiento, flotar sobre el marketing y luego jalar del cable antes de que lleguen las facturas de verdad. Es el modelo de negocio más cínico que te puedas imaginar.

Sigue la Lana: El Precedente de Peacock

No leas los comunicados de prensa; mira el mercado de valores. Mira los informes trimestrales de ganancias. Peacock, el servicio de streaming que organiza esta ejecución, es un hoyo negro financiero para su empresa matriz, Comcast. Están perdiendo dinero a chorros en un intento desesperado por competir con gigantes como Netflix y Disney+, titanes con bolsillos más profundos e imperios ya establecidos. En esta guerra brutal del streaming, el contenido no es el rey. La lana lo es. Específicamente, el flujo de efectivo. ¿Y cómo arreglas un problema de flujo de efectivo? Recortas gastos. A lo bestia.

Ya hemos visto este numerito antes. Warner Bros. Discovery escribió el manual cuando empezaron a borrar películas y series terminadas de sus servidores, todo por un vacío legal. Engaveta un proyecto, decláralo como pérdida total y puedes deducir todo su presupuesto de producción, ahorrándote cientos de millones en impuestos. Es un truco contable grotesco que trata el trabajo de miles de artistas —escritores, actores, directores de fotografía, técnicos, todos— como si no fuera más que un número fantasma para manipular en beneficio de los accionistas. ‘Bel-Air’ es la ‘Batgirl’ de Peacock. Es una serie lo suficientemente exitosa como para tener valor, lo que hace que su “muerte” en los libros contables sea aún más valiosa como deducción. La están matando ahora, justo en la marca de las cuatro temporadas, un punto común donde los costos de producción y los contratos del talento se disparan, para maximizar su alquimia financiera.

Piénsalo. Se confirma que la serie termina a finales de 2025. Eso les da la ventana perfecta para terminarla, deshacerse de ella y procesar la contabilidad antes del próximo gran informe fiscal. Es limpio. Es ruin. Son negocios.

El Costo Humano en una Hoja de Cálculo

¿Y qué pasa con Jabari Banks? Un actor joven que se entregó en cuerpo y alma a un papel que podría haber definido a una generación, solo para que un montón de encorbatados que nunca conocerá le quiten el piso. ¿Qué pasa con los guionistas que planearon arcos argumentales que podrían haber durado años, explorando los matices de este nuevo Will Smith? ¿Qué pasa con todo el equipo técnico que depende de estas series largas para tener un trabajo estable en una industria famosamente inestable? Todos ellos son simplemente daño colateral. Peones sacrificados en una partida de ajedrez corporativo donde el único objetivo es proteger al rey: la ganancia.

Esto no se trata solo de una serie. Es una luz roja parpadeante que nos advierte sobre el futuro de todos los medios. Los servicios de streaming, en su hambre insaciable de crecimiento, han creado una burbuja de contenido. Dan luz verde a todo para atraer suscriptores, pero no tienen ninguna intención de apoyar estos proyectos a largo plazo. Están construyendo castillos de naipes, y los están derrumbando intencionalmente en un cronograma que beneficia sus finanzas. El concepto de una serie que crece con su audiencia, de personajes que evolucionan a lo largo de cien episodios, está muerto. Ese era el modelo antiguo. El nuevo modelo es usar y tirar. Te enganchan con la Temporada 1, te mantienen con la 2, la cosa se tambalea en la 3 y para la 4 ya tienen listo el papeleo para la deducción de impuestos. Y a repetir el ciclo.

Están destruyendo la idea misma de un legado televisivo. No habrá una reunión de ‘El Príncipe del Rap’ en 30 años para este elenco, ni una mirada nostálgica a un hito cultural. Solo quedará el vago recuerdo de una serie que prometía antes de ser arrojada a la trituradora corporativa. Te vendieron una historia sobre un chavo de Filadelfia que recibe una segunda oportunidad, pero la corporación dueña de la historia se niega a darle esa misma cortesía a la propia serie.

La ironía es para vomitar. El sistema está amañado, no solo contra los personajes en la pantalla, sino contra los creadores y el público. Seguirán haciendo esto, una y otra vez, hasta que dejemos de caer en su juego. Hasta que veamos el comunicado de prensa por lo que es: una lápida tallada por un contador. Esto no es un adiós. Es el funeral de una víctima de la codicia corporativa.

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