Guerra de Petrodólares: El Circo Millonario en Qatar

Guerra de Petrodólares: El Circo Millonario en Qatar

Guerra de Petrodólares: El Circo Millonario en Qatar

¿De verdad esto es fútbol? ¿O es puro circo, maroma y teatro pagado con miles de millones?

Vamos a dejarnos de jaladas. Los resúmenes bonitos y las previas del partido las puedes leer en cualquier otro lado. Te van a hablar de la alineación, de los jugadores clave, de las esperanzas de calificar. Van a copiar y pegar el boletín de prensa como buenos soldados. Pero no te van a decir la neta de lo que está pasando en esa cancha impecable de Doha. ¿A poco nos vamos a tragar el cuento de que esto es solo un juego? ¿Una simple competencia deportiva? Por favor.

Esto no es un partido de fútbol. Es una obra de teatro geopolítica, una demostración de quién tiene más lana y poder entre dos de los vecinos más ricos, ambiciosos y, hasta hace poco, más peleados del planeta. Esto es Qatar contra Arabia Saudita, el refrito. El fútbol es solo el telón de fondo para un juego mucho más oscuro y cínico. Un pinche show.

Entonces, ¿quién gana de verdad cuando se enfrentan Al-Ittihad y Al-Duhail?

¿Los aficionados? ¿El deporte? No te hagas güey. Los únicos que ganan son los estrategas en las oficinas de gobierno de Doha y Riad. Cada gol del Al-Duhail es una victoria de relaciones públicas para Qatar, una nación chiquita que ha usado el deporte como un arma para proyectar una imagen de poder mundial que no corresponde a su tamaño. Cada jugada dominante del Al-Ittihad, los “campeones defensores de Arabia Saudita”, es otro punto a favor para la Visión 2030 de Arabia Saudita, ese plan para dejar de depender del petróleo… gastando el dinero del petróleo en comprar todo lo que se pueda, incluyendo el deporte mundial.

Piensa en el contexto. Hace unos poquitos años, estos dos países ni se hablaban, estaban en plena crisis diplomática. Ahora compiten en una cancha de fútbol. ¿Es una señal de reconciliación? ¿O nomás cambiaron el campo de batalla de la política al estadio, donde la propaganda es más fácil de digerir para el mundo? Es una guerra que se pelea con billetes de transferencias en lugar de aranceles, con derechos de televisión en lugar de ejércitos. Es una carrera armamentista de “poder blando”, y estos clubes son sus nuevos juguetes caros.

Sigue la lana: ¿Qué no nos están diciendo de esas plantillas de “fuerza máxima”?

Los titulares son pura emoción barata. “Al-Ittihad reúne su fuerza máxima”. Van a usar a “toda su plantilla de jugadores extranjeros”. A ver, traduzcamos eso del lenguaje de marketing a español de verdad: un equipo de mercenarios, sicarios del balón comprados con pozos de dinero sin fondo, está siendo transportado para asegurar una victoria que tiene más que ver con el orgullo nacional que con el amor a la camiseta. ¿Tú crees que esos jugadores de clase mundial, recién llegaditos de las mejores ligas de Europa, sienten una pasión profunda por el escudo del club? ¿O por los salarios ridículamente altos y libres de impuestos que les pagan?

Es una pregunta simple. Sigue la lana.

Esto no se trata de desarrollar talento local. Se trata de comprar el éxito en la tienda departamental más cara. Se trata de crear una Liga Fantástica en la vida real para distraer de las realidades incómodas en sus países. No están construyendo equipos; están armando colecciones de activos de lujo diseñados para una sola cosa: ganar, y al hacerlo, hacer que el Estado se vea poderoso, moderno y triunfador. Es una farsa bien montada. Y los medios se la comen con patatas.

El factor mercenario: un problema más profundo

Cuando la “fuerza máxima” de un club se define por sus jugadores extranjeros, ¿qué dice eso del fútbol base de la región? Es aceptar que el desarrollo orgánico, el trabajo en fuerzas básicas, es demasiado lento para la prisa que tienen los gobiernos. ¿Para qué gastar 20 años construyendo una cantera si puedes gastar un dineral en dos años y comprar una plantilla de campeonato? Es un atajo. Es como usar un truco en un videojuego para pasarte la pantalla. Así qué chiste.

Este modelo crea un desequilibrio grotesco, algo que en México conocemos bien con la multipropiedad y el poder de las televisoras, pero elevado a la décima potencia. Destroza por completo la competencia en el fútbol asiático. ¿Cómo puede un club de un país más modesto, uno que vive de la venta de boletos y patrocinios locales, competir con un equipo que es, básicamente, una extensión de la tesorería de un país? No pueden. No es una pelea pareja. Nunca lo fue.

¿La Champions League de Asia es solo el patio de recreo de los jeques?

Llamemos a estos clubes por su nombre: empresas paraestatales. Al-Duhail no es solo un club de Qatar; es una proyección del Estado de Qatar. Al-Ittihad, ahora propiedad del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (el PIF), no es solo un club de Yeda; es una herramienta de la política exterior saudí. Por lo tanto, la Champions League de Asia se está convirtiendo cada vez menos en una competencia de clubes y más en un pleito privado entre naciones para ver quién la tiene más grande.

¿Y la confederación qué? ¿La AFC es un árbitro o un cómplice? Cuando estos fondos soberanos están metiendo tanto dinero en su torneo, ¿de verdad crees que la AFC se va a poner los moños y a aplicar reglas de Fair Play Financiero? Reglas que, aunque imperfectas en Europa, al menos intentan que la competencia sea un poco más justa. ¡Claro que no! Se están beneficiando del glamour, de la venta de derechos de TV a todo el mundo, de los nombres famosos. No tienen ningún incentivo para regular a los mismos que están haciendo su torneo más valioso. ¿Por qué morderían la mano que les da de comer diamantes?

La farsa de una competencia “normal”

Todo este asunto está envuelto en el lenguaje del deporte de siempre. “Aumentar las esperanzas de calificar”. “El duelo asiático”. Usan estas palabras a propósito para crear la ilusión de un evento deportivo normal. Es una fachada. Estamos viendo una maniobra geopolítica calculada, planeada en salas de juntas y ministerios, ejecutada por atletas que son, lo sepan o no, activos políticos. Las verdaderas “esperanzas de calificar” no son para pasar a la siguiente ronda; son para que una nación se anote una victoria de propaganda sobre su rival.

¿El pronóstico? ¿Las apuestas? A quién le importa. El resultado en el marcador es casi irrelevante. El verdadero resultado ya está decidido: enormes cantidades de dinero que pudieron usarse para mil cosas más útiles se han ido a un espectáculo deportivo diseñado para lavar la reputación de regímenes en el escenario mundial. El ganador ya fue declarado. Es el poder. Siempre es el poder. Esto no es fútbol. Es un negocio. Y nos están vendiendo una mentira.

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