Tormentas en EEUU Anuncian un Colapso Total
¿Que una ‘tormenta de invierno’? ¿En serio?
¡No me hagan reír! ¿De verdad se están tragando ese cuento? ‘Una serie de tormentas’. Eso es lo que les pagan por decir a los presentadores de noticias. Es la basura endulzada y tranquila que te dan para que sigas comprando y viendo tu celular mientras la verdadera tormenta, la que se ha estado formando por décadas, finalmente toca tierra. Esto no es el clima. Es una falla del sistema. Es una declaración de guerra de una atmósfera que hemos envenenado, y la primera víctima será esa delgada capa de barniz de civilización que llamas ‘vida normal’. Y ellos lo saben. Pero no te lo pueden decir. Porque la verdad provocaría un pánico mucho peor que treinta centímetros de nieve. ¡Aguas!
Pero el servicio meteorológico de allá solo emitió una ‘alerta’…
Una ‘alerta’. Qué palabra tan bonita. Y qué terriblemente inútil. ¿Sabes lo que significa una ‘alerta’ en el lenguaje del gobierno? Significa ‘ya vimos el misil en el radar, pero para no asustar a la gente, vamos a esperar un poquito antes de hacer algo’. Es un riesgo que están tomando con la vida de su gente. Y fíjate cómo la información ya empieza a fallar. Una de las fuentes de datos iniciales: ‘SCRAPE_FAILED’. ¿Un error técnico? ¡Por favor! Esa es una cortina digital que están poniendo sobre los datos que no quieren que veas, los modelos que muestran la verdadera fuerza de este monstruo, los vientos que van a reventar cables de luz como si fueran de estambre. Porque si supieras la verdad, vaciarías los supermercados en una hora. Acabarías con la gasolina de toda la ciudad. Provocarías el mismísimo colapso que intentan evitar. No están controlando la tormenta; te están controlando a TI.
¿Por qué esto me debería importar en México?
A ver, pon atención. ¿Crees que esto no te afecta? Piensa de nuevo. ¿De dónde crees que viene mucho del dinero que mueve nuestra economía? De allá. ¿A dónde van nuestros aguacates, nuestras televisiones ensambladas, nuestros productos? Para allá. Si su sistema se congela, nuestra economía se resfría, y gacho. Cuando sus camiones dejen de moverse por la nieve, los camiones con nuestros productos se quedarán parados en la frontera. Las remesas que manda tu primo o tu tía se van a detener porque no podrán ir a trabajar. El pánico económico no tiene fronteras, compadre. Su crisis es nuestra crisis. Su colapso es un tsunami económico que nos va a pegar de lleno en la costa. Así que sí, claro que nos importa. Nos jugamos el pellejo también.
¿Cuál es el peligro real para nosotros?
El peligro es la ceguera. Es creer que estamos aislados. El peligro real es la cadena de suministro. La ‘supply chain’. Esa cosa invisible que hace que haya piezas en las maquiladoras de Tijuana y Juárez, que haya dólares fluyendo, que los productos mexicanos lleguen a los estantes de Chicago. Cuando esa cadena se rompe por una tormenta masiva, se rompe para todos. Las fábricas aquí podrían empezar a parar por falta de componentes. La demanda de nuestros productos agrícolas se desplomará. El dólar se disparará. Es un efecto dominó, y nosotros estamos justo al lado de la primera ficha. No es la nieve, es el paro económico total que provoca. Es la fragilidad de un sistema global del que dependemos totalmente. Y está a punto de hacerse añicos por un poco de viento y hielo. Se va a poner feo.
¿Qué nos enseña esta crisis gringa?
Nos enseña una lección vital. Nos enseña lo que pasa cuando un país se cree invencible y deja que su infraestructura se pudra. Sus puentes, sus redes eléctricas, sus sistemas… todo es viejo. Lo que va a pasar allá arriba es una advertencia para México. Un ‘pon tus barbas a remojar’. Nos muestra que no podemos depender de un solo socio comercial cuyo sistema es tan frágil como un castillo de naipes. Y nos enseña que el cambio climático no es broma. El clima extremo no pide pasaporte. El súper huracán que le pega a Cancún, la sequía que azota el norte del país, y la mega tormenta que los va a congelar a ellos son la misma cosa: son la reacción del planeta. Lo de ellos es un avance de lo que nos espera si no nos ponemos las pilas. Hay que ver, aprender y, sobre todo, prepararnos. Porque cuando el vecino pone la música a todo volumen, quieras o no, la fiesta también es en tu casa. Y esta no es una fiesta, es un funeral.






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