La Fiesta Sin Lana de NIO Engaña a Inversionistas
A ver, ¿estamos celebrando que el barco se hunde un POQUITO más lento?
Déjenme ver si entendí esta payasada. El gran encabezado, la noticia del siglo, es que NIO, el consentido de los que se subieron a la burbuja de los autos eléctricos, reportó una “pérdida neta menor”. ¡No me digan! Denles un premio, una medalla al mérito. Es como felicitar a un enfermo terminal porque hoy se sintió “menos peor”. Sigue estando en las últimas. La empresa sigue quemando lana a un ritmo que haría sudar frío a un jeque árabe, pero como el chorro de tinta roja de este trimestre fue ligeramente menos escandaloso que el anterior, ¿se supone que debemos aplaudir? Por favor. Esto no es señal de una recuperación; es un error de redondeo en el camino a la tumba.
Es el absurdo máximo del mercado financiero. Han puesto la vara tan, pero tan baja, que no fracasar tan catastróficamente como se esperaba ahora se considera una victoria épica. ¡Qué chiste! Siguen perdiendo cientos de millones de dólares. Cientos. De. Millones. Pero oye, las ventas y los márgenes “mejoraron”. ¿Mejoraron de qué, de nivel catástrofe a nivel desastre? La neta, los fundamentos de este negocio son un castillo de naipes construido sobre subsidios del gobierno y la fe ciega de inversionistas que creen que encontraron al “próximo Tesla” (una frase que ya deberían prohibir, caray).
Un momento, ¿la acción subió 41%? ¿Acaso los inversionistas ven algo que yo no?
Claro que ven algo. Están viendo un espejismo en el desierto, ¡aguas! Una subida del 41% en seis meses para una compañía que jamás, ni de chiste, ha tenido un año con ganancias no es invertir; es apostar en un casino de lujo con gráficas bonitas. El mercado no es racional; es una bestia maníaco-depresiva que se alimenta de puro chisme, del miedo a quedarse fuera (el famoso FOMO) y de la esperanza desesperada de que algún otro menso te compre las acciones más caras antes de que se acabe la fiesta. Y ahora mismo, la música de NIO está a todo volumen. ¿Saben por qué? Porque la esperanza vende mucho más que un estado de resultados positivo, algo que NIO, convenientemente, no tiene.
Esos “inversionistas optimistas” necesitan frenar tan en seco que dejen las llantas marcadas en sus portafolios. ¿Que las entregas subieron? ¡Qué padre! ¿A qué costo? Las armadoras chinas de autos eléctricos están en una guerra de precios brutal, una carnicería donde todos están bajando los precios como locos con tal de mover los carros. Inflar tus números de entrega mientras incendias tus márgenes es el truco más viejo del mundo. Se ve genial en un titular, alimenta la subida de la acción, pero es una estrategia para irse a la quiebra. Es como el dueño de una tienda presumiendo que tiene un gentío de clientes después de poner un letrero de “¡Todo Gratis!”. Mucha gente, sí. Pésimo negocio.
¿Y ahora van a lanzar DOS marcas nuevas? ¿Es una genialidad o una locura total?
Ah, esta es mi parte favorita del show. Una empresa que está quemando un dineral para que funcione UNA sola marca decide que la solución es… prenderle fuego a más lana lanzando DOS más. Es de una arrogancia que te deja sin aire. Tenemos Onvo, y otra que se sacaron de la manga, seguro con el nombre de alguna criatura mítica que tampoco existe, como un trimestre con ganancias. Esto no es una estrategia audaz; es aventar el espagueti a la pared a ver si pega. Están esperando que una de estas nuevas marcas, más baratas, resuelva por arte de magia su problema principal: que no pueden hacer rentable su marca de lujo.
Pónganse a pensar en la logística, los costos de marketing, la investigación, la complejidad de la producción. Están multiplicando sus problemas. Es como si alguien ahogado en deudas de tarjetas de crédito decidiera que la mejor salida es pedir otras dos tarjetas con intereses altísimos en bancos de dudosa reputación. Están diluyendo su enfoque y, más importante, van a tener que diluir a sus accionistas para financiar esta aventura. Prepárense para más emisiones de acciones, porque esta gran visión la van a pagar las mismas personas que hoy celebran la subida del 41%. La ironía es palpable. Están pagando por su propia ruina.
Entonces, ¿cuál es el plan final aquí? ¿La supervivencia del más fuerte?
¿El plan? Una masacre. El mercado de autos eléctricos en China no es una kermés de pueblo; es una jaula de pelea. Tienes al rey indiscutible, BYD, produciendo carros eléctricos baratos a una escala que NIO ni en sus sueños más locos podría alcanzar. Tienes a Tesla, el gorila de la marca global, con su seguimiento casi de culto y su eficiencia de producción. Y luego tienes a docenas y docenas de otras empresas nuevas y estatales peleando por una rebanada del mismo pastel. Es una guerra de desgaste, y esas guerras las gana el que tiene más lana y la operación más eficiente. NIO no tiene ninguna de las dos. Su único truco, el intercambio de baterías, es una tecnología interesante (se los concedo), pero también es un ancla de infraestructura carísima que ningún otro fabricante grande está adoptando. Es un callejón sin salida en un mundo que se está estandarizando con la carga universal.
NIO es un jugador de nicho en una guerra de masas. Venden coches preciosos con funciones elegantes a un público pequeño mientras pierden dinero en cada uno. Ese modelo funciona para Ferrari. No funciona cuando intentas ser un jugador de volumen en el mercado automotriz más competitivo del planeta. El cuento de que son el “asesino de Tesla” siempre ha sido, y sigue siendo, una fantasía total para gente que no lee los estados financieros.
A ver, payaso, suéltalo. ¿Cuál es tu predicción para ese famoso reporte del 2025?
¡Ah, el 2025! Mirando hacia el futuro lejano. Qué ternura que los analistas siquiera intenten ponerle un número. Déjame sacar mi bola de cristal. Veo… más pérdidas. Veo más discursos sobre “invertir en el futuro”. Veo más humo y entusiasmo sobre el aumento de las entregas, ignorando convenientemente los márgenes que tuvieron que destruir para lograrlas. La estimación de consenso de Zacks de una “pérdida” es la apuesta más segura en la historia de las finanzas. La verdadera pregunta no es *si* van a perder dinero, sino qué tan creativos serán para venderlo como una victoria.
Para entonces, el efectivo de su última ronda de financiación estará peligrosamente bajo, y los rumores de otra emisión de acciones (¡hola, dilución!) se escucharán más fuerte. La marca Onvo ya habrá sido lanzada, probablemente con algo de fanfarria inicial, seguida por el lento y doloroso descubrimiento de que cuesta una fortuna lanzar una marca de coches desde cero. La acción habrá tenido otro de sus viajes en montaña rusa, haciendo ricos a unos cuantos especuladores y dejando a una legión de “creyentes a largo plazo” bastante más pobres. La historia será la misma, solo que con números más grandes y adjetivos más desesperados en el comunicado de prensa. ¿Y los optimistas? Seguirán ahí, benditos sean sus corazones, esperando un cambio de rumbo que siempre está a solo un trimestre de distancia. Es un ciclo hermoso, trágico y infinitamente entretenido. Y yo estaré aquí, con mis palomitas, viéndolo todo.






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