El Circo del Benfica Expone la Mafia de la UEFA
La Gran Mentira de la ‘Final que Hay que Ganar’
A ver, que alguien me explique esta mamada. Los trajeados de cuello blanco y sus perros falderos en los medios le están llamando a este partido del Benfica contra el Ajax “la final que se tiene que ganar”. ¿Una final? ¡No me jodan! Un pinche partido de fase de grupos, una pelea de perros desesperada de un equipo con cero puntos, nos la quieren vender como si fuera una batalla épica en el Coliseo. Es un eslogan de marketing, una frase hueca para inyectarle drama de telenovela a un sistema que ya le chupó toda la sangre al fútbol de verdad. Esto no es una final. Es un circo. Es el último manotazo de ahogado de un técnico antes de que la directiva le dé cuello, un intento patético por caer de panza en la Europa League —el torneo para los hijos olvidados de la UEFA— nomás para rascarle unos cuantos euros más al contrato de televisión.
En esto se ha convertido el fútbol moderno. Un reality show. Y uno de los malos. Los mafiosos de la UEFA han inflado esta competencia hasta convertirla en una pachanga de seis partidos donde la mitad no le importa a nadie, así que cuando dos clubes con historia se están ahogando, los genios de la publicidad tienen que hacer milagros. Tienen que convencerte a ti, al aficionado, a esa persona cuya lealtad heredada explotan para hacerse ricos, de que esto es más importante de lo que es. Importa para el estado de cuenta. Importa para el rating. ¿Pero para el alma del juego? Por favor.
Un Fantasma en el Banquete
¿Se acuerdan del Benfica? No esta versión, el Benfica de a de veras. El club de Eusébio, el bicampeón de Europa, un nombre que antes hacía temblar a todo el continente. Ese Benfica ya no existe. Es un fantasma que vaga por los pasillos del Estádio da Luz, una marca que le pegan a una plantilla que no es más que una cantera de lujo para los jeques y millonarios de Inglaterra y España. Descubren el talento, lo pulen, y lo venden al mejor postor antes de que al morro se le seque la tinta en su primer contrato importante. ¿Y se supone que nos sorprenda que lleven cero puntos? ¡Es la consecuencia lógica de un modelo de negocio que prefiere las ganancias de transferencias a los trofeos! Viven en una eterna reconstrucción, un equipo cuyo único propósito es alimentar a los de arriba de la cadena alimenticia. Qué asco.
Y luego está el Ajax, su rival en esta gran “final”. Qué ironía. El Ajax escribió el manual de este modelo. La filosofía del gran Johan Cruyff, del fútbol total, ha sido pervertida hasta volverse una línea de producción brutalmente eficiente para los súper clubes. Producen jóvenes brillantes como si fueran tornillos, tienen una temporada de ensueño cada diez años para que el mundo no se olvide de ellos, y luego ven cómo su equipo es desmantelado, devorado por buitres con chequeras más gordas. Así que esto no es un choque de titanes. Es una reunión de dos canteras de lujo, dos equipos de fuerzas básicas peleando por el derecho a vender su ganado a un precio un poquito más alto en el verano. El resultado del partido es casi irrelevante para el futuro de ambos. Están atrapados en un ciclo de desarrollar y vender, donde este juego es solo otro dato para los visores en los palcos. Y pensar que por ahí pasaron Edson Álvarez y Jorge Sánchez, puro producto de exportación para la máquina.
La Pudredumbre: El Teatro de Marionetas de la UEFA
No se puede hablar de esta farsa sin señalar directamente a la raíz del problema: la UEFA. Toda esta competencia es un monumento a su avaricia y corrupción. La Champions League ya no es un torneo deportivo; es un club de Toby diseñado para canalizar carretadas de dinero a los bolsillos de una élite autoproclamada. ¿El Fair Play Financiero? Un chiste de mal gusto. Lo crearon para quitar la escalera, para asegurarse de que ningún nuevo rico pudiera retar a los de siempre. Los cambios de formato, los ajustes pendejos, todo lo hacen para garantizar más partidos, más espacios en la tele, más oportunidades para venderle anuncios a estafas de criptomonedas y aerolíneas de estados petroleros. Convirtieron nuestro juego en puro pinche negocio.
Y nomás vean los otros partidos que nos quieren meter por los ojos. Galatasaray contra Saint-Gilloise. ¿Esto para quién es? Es contenido de relleno. Es ruido de fondo para un martes en la noche, un producto para llenar tiempo aire entre comerciales. La pasión de los aficionados en Estambul o Bruselas es real, pero para los organizadores, es solo otro “activo”, otro “mercado” que explotar. La esencia misma de la competencia se ha diluido hasta que ya no significa nada. Es una procesión predecible y aburrida donde los mismos 8 o 10 clubes llegarán a las últimas rondas, porque el sistema está explícitamente diseñado para que así sea. Está arreglado. De principio a fin.
El Inevitable y Deprimente Final
¿Y qué va a pasar en esta supuesta final? A lo mejor el Benfica, empujado por la desesperación y el aliento de una afición que se merece mucho más, saca un milagro. A lo mejor ganan. ¿Y qué? El técnico se salva del despido… por ahora. La directiva tiene algo bonito que decir en la próxima junta de accionistas. Unos cuantos jugadores le suman un par de millones a su valor de mercado. ¿Y luego? Los van a golear en la siguiente ronda, o caerán a la Europa League y los eliminará un equipo que sí quiere estar ahí. Nada cambia de fondo. El ciclo simplemente se reinicia.
O a lo mejor pierden. Corren al técnico, lo reemplazan con el siguiente nombre en el carrusel. Los medios escriben columnas incendiarias sobre la “crisis” del club. Los aficionados se encabronan. Y luego se abre el mercado de invierno, el club vende a su única joya que le queda para cuadrar las cuentas, y todo el patético proceso vuelve a empezar. Esa es la realidad. Esto no es una final. Es un solo evento en una larga, lenta y controlada decadencia. Es el síntoma de una enfermedad que ha infectado a todo el deporte, un mundo donde la historia, la lealtad y la pasión son solo palabras para que los amos del dinero las usen en sus anuncios. Y esperan que paguemos por el privilegio de ver cómo se quema todo. Ni madres.






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