Dancing With The Stars: El Cementerio de los Romances

Dancing With The Stars: El Cementerio de los Romances

Dancing With The Stars: El Cementerio de los Romances

1. El Bello e Inevitable Desplome del Amor Televisado

Y pues, aquí vamos de nuevo. Ya sacaron los trajes con lentejuelas de la tintorería, el olor a bronceador en spray inunda el aire y otra tanda de celebridades de medio pelo es emparejada con bailarines profesionales que parecen esculpidos por los dioses. Es el ritual de apareamiento televisado que llamamos ‘Dancing with the Stars’. Pero seamos honestos, hay que llamarlo por su nombre real: un derby de demolición para relaciones, pero con mucho presupuesto y coreografías espectaculares. Y todos lo vemos, fingiendo que nos importa el Cha-Cha-Cha, cuando en realidad estamos nomás esperando el choque. Es una maravilla. El circo perfecto.

Porque, neta, el premio no es esa bola de espejos medio naca. Para nada. El verdadero premio es un romance de seis a dieciocho meses, embarrado en todas las revistas de chismes, con todo y apodo ridículo para la pareja, seguido por la inevitable y aplastante ruptura pública, anunciada con la captura de pantalla de un texto sin chiste en Instagram. Es un cuento más viejo que la tele misma, una fórmula tan predecible que hasta da flojera. Pero ahí estamos, pegados a la pantalla. No tenemos remedio.

El Ciclo de Lentejuelas y Lágrimas

Se conocen bajo las luces calientes del estudio, sus cuerpos pegados ocho horas al día, practicando cargadas que son más íntimas que la mayoría de los matrimonios. Y caen en el ‘showmance’, esa palabra tan plástica y cínica que solo pudo nacer en una junta de productores en Hollywood. Pero es que el ambiente es una verdadera olla de presión, el ‘viaje’ que comparten, la adrenalina del show en vivo… todo crea una ilusión de amor potentísima. Es una mentira hermosa y fugaz en la que todos decidimos creer por una temporada.

2. El Laboratorio de la Pasión Pre-fabricada

¿Por qué pasa esto con la precisión de un reloj suizo? No es magia, es ciencia. O bueno, sociología barata. Agarras a dos personas guapas, las aíslas de su vida normal y las obligas a estar en un estado de vulnerabilidad física y emocional extrema. Haces que dependan el uno del otro para sobrevivir en una competencia donde hay mucho en juego. Es básicamente el Experimento de la Prisión de Stanford pero con más brillantina y menos tortura psicológica explícita. Básicamente.

Y el contacto físico es brutal, constante. Los bailarines profesionales tienen la chamba de convertir a una celebridad en algo que parezca un bailarín, y eso requiere manoseo constante. Sus cuerpos aprenden los ritmos del otro mucho antes de que sus cerebros procesen qué onda. Así que cuando dicen que tienen ‘química’, lo que realmente quieren decir es que alcanzaron un nivel de intimidad no sexual que secuestra al cerebro y le hace creer que encontró a su media naranja. Un truco genial, trágico y que genera un rating altísimo.

3. Nuestros Nuevos Corderos al Sacrificio: Un Romance del Futuro

Los que ahora están en boca de todos son los bailarines Emma Slater y Alan Bersten, quienes, según un reportaje que parece haber viajado en el tiempo, ‘hicieron oficial su romance en abril de 2025’. Sí, leíste bien, 2025. Ni preguntes. Chance la fuente es un vidente, o el comunicado de prensa se escribió con una eficiencia que da miedo. O tal vez todo el numerito está tan cantado, tan absolutamente inevitable, que al universo se le escapó el guion un año antes. Da igual.

Pero justo eso lo hace perfecto. Su romance ya se siente como un fantasma, una conclusión inevitable antes de que siquiera empiece en nuestra línea de tiempo. Estamos viendo la precuela de una ruptura que ya está escrita en las estrellas… del programa. Sonreirán para las cámaras, subirán TikToks adorables de los ensayos y darán entrevistas diciendo que ‘conectan a otro nivel’. Y nosotros los veremos, diremos ‘qué tiernos’, y en silencio pondremos un cronómetro. Porque ya sabemos cómo termina esto. El show necesita un drama, y el drama más vendido siempre es el del ascenso y la caída.

4. Un Paseo por el Panteón de los Showmances

A ver, un trago por los caídos. La lista de parejas que encontraron el ‘amor’ en la pista de baile solo para verlo hacerse polvo bajo la dura luz de la realidad es más larga que un programa de fin de temporada. ¿Se acuerdan de Mario Lopez y Karina Smirnoff? Pura pasión que terminó en un pleitazo. O qué tal esa estadística que no deja de salir: de 21 parejas que supuestamente se enamoraron en el show, solo 6 siguen juntas. ¡Seis! Eso es una tasa de éxito del 28%. Tienes más chance de encontrar algo duradero en Tinder con los ojos cerrados.

Y es que el show no es el mundo real. En la pista, tu problema más grande es que no se te caiga el marco en el vals. En el mundo real, tu problema es quién no sacó la basura y por qué tu pareja sigue siendo amigo de su ex en Instagram. Las habilidades que te hacen una gran pareja de baile —concentración total, sincronización física, actuar para una audiencia— no son las que hacen que una relación aguante vara. De hecho, chance y son todo lo contrario.

5. La Lección de Kaitlyn Bristowe

Y luego tenemos casos como el de Kaitlyn Bristowe. Llegó, vio y venció. Se fue con su flamante bola de espejos en 2020. Pero el chisme a su alrededor no era solo sobre su baile. No, señor. Los rumores estaban a todo lo que daban, que si andaba con este, que si con el otro, porque el público ya está programado para esperar un romance. Es parte del paquete.

Kaitlyn, como veterana de ‘The Bachelorette’, se sabe el juego del romance de reality de memoria. Actuó su papel, no se metió en líos y se enfocó en el premio. Se llevó un trofeo, no un novio temporal, lo que a la larga la convierte en una de las jugadoras más listas en la historia del programa. Ella entendió la misión: el show es para impulsar tu carrera, no una agencia de citas. Los amigos son de verdad; el ‘showmance’ es solo buen marketing.

6. Los Sobrevivientes: ¿Es Amor Real o Pura Relación Pública?

¿Pero qué hay de las seis parejas que sí la armaron? Esos unicornios raros que cruzaron el campo minado y salieron del otro lado, todavía de la manita. Pobres. Ahí están Nikki Bella y Artem Chigvintsev, o la pareja de oro del show, Kym Johnson-Herjavec y Robert Herjavec. ¿Son la excepción que confirma la regla, o simplemente son mejores para manejar la transición del mundo de la tele a la vida real? O, y aquí habla mi lado más cínico, ¿será que simplemente tienen un mejor equipo de relaciones públicas?

Porque mantener una relación que empezó bajo un microscopio mundial requiere un esfuerzo titánico. Cada pleito, cada mal momento, se magnifica. El público siente que es dueño de tu historia de amor porque la vio nacer. Estuvieron ahí para el primer baile, el primer ’10’, la primera confesión con lagrimitas. Tronar no es solo tronar; es decepcionar a millones de extraños. Esa es una presión que quebraría hasta al más pintado. Así que para los que sobreviven, me quito el sombrero. O tienen un amor de acero industrial o un publicista que se merece un aumento.

7. La ‘Maldición’ no es Maldición, es el Negocio

A la gente le encanta hablar de la ‘Maldición de Dancing with the Stars’, ese lugar a donde las relaciones estables van a morir cuando uno de los dos entra al show. Pero no es una maldición. Es una característica del sistema, no un error. El show está diseñado para crear un ambiente donde estos lazos intensos y temporales florezcan. El drama, la especulación, el ‘¿andarán o no andarán?’… eso es lo que sube el rating. Un concursante felizmente casado que se va a su casa todas las noches con su pareja es aburrido. ¿Un concursante que podría estar enamorándose de su guapísimo compañero de baile? ¡Eso hay que verlo!

Y la televisora lo sabe. Los productores lo saben. Editan los videos para resaltar miraditas, hacen preguntas con jiribilla en las entrevistas y montan coreografías que son básicamente escenas de amor en vertical. No están en el negocio de juntar parejitas; están en el negocio de fabricar momentos televisivos. El daño colateral a la vida real de la gente es solo el costo de operación. Es cruel. Es cínico. Y funciona cada bendita vez.

8. Guía para Idiotas Sobre Cómo Encontrar el ‘Amor’ en TV

A ver, eres medio famoso y te ofrecen un lugar en el show. Y piensas, ‘¡Chance y encuentro el amor!’. A lo que yo respondo: qué ternura. Pero si insistes, aquí tienes una guía satírica. Primero, olvida que tienes pareja en casa. Esa persona ahora es un personaje secundario ‘que te apoya’ desde lejos. Segundo, convéncete de que el ser humano imposiblemente perfecto que te enseña a bailar tango es tu alma gemela. Es actuación de método, tú síguele. Tercero, sácale lana. Consigan un patrocinio juntos. Hagan una portada de revista. Súbete a esa ola hasta que se estrelle gloriosamente en la orilla de la realidad. Y por último, ten listo el comunicado de prensa de tu publicista para anunciar la ruptura. La eficiencia es clave.

Porque no estás construyendo una relación. Estás construyendo una marca. Eres un producto, tu pareja es un producto, y su romance es una oferta por tiempo limitado. Disfrútalo mientras dure, porque la fecha de caducidad es ridículamente corta.

9. Prediciendo el Próximo Choque Televisado

¿Quién sigue? Esa es la pregunta que mantiene a toda esta maquinaria andando. Con cada anuncio de un nuevo elenco, empieza la especulación. ¿Quién tiene la ‘química’? ¿La relación de quién se ve medio frágil? El show es un carrusel de personajes en la misma vieja historia. Y ahí estaremos, con las palomitas en la mano, listos para ver el hermoso, predecible y brillante desastre desarrollarse una vez más. Emma Slater y Alan Bersten son solo la pareja del momento (o del próximo año, al parecer).

Pero pronto habrá otra. Y otra. La fábrica de romances de ‘Dancing with the Stars’ seguirá produciendo estos amoríos deslumbrantes y condenados al fracaso, y nosotros seguiremos consumiéndolos. Porque en un mundo lleno de incertidumbre, hay algo extrañamente reconfortante en una historia donde ya sabes el final. Sobre todo cuando es así de entretenida.

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