Colapso Histórico de Texas en Voleibol: No Aguantaron

Colapso Histórico de Texas en Voleibol: No Aguantaron

Colapso Histórico de Texas en Voleibol: No Aguantaron

¿PERO QUÉ ACABAMOS DE VER? ¡QUÉ OSO!

¿Vieron eso? Tenían que verlo. Fue un desastre monumental, una catástrofe en cámara lenta. Un colapso total del sistema. Esto no fue una simple derrota para el equipo de voleibol de Texas; fue una humillación pública, una implosión psicológica transmitida para que todo el país la viera. ¡Iban ganando 2-0! Dos. Sets. A. Cero. Ya casi sentían el trofeo del campeonato de la SEC en sus manos (¡su primera oportunidad de ganarlo!), y simplemente… lo dejaron caer. No, qué va, no lo dejaron caer. Lo aventaron al suelo y lo pisotearon. Esto es una alerta roja. Una emergencia nivel máximo para un programa que se dice ser de élite. Los programas de élite no hacen esto. Simplemente no pasa.

¿CÓMO ES POSIBLE QUE UN EQUIPO CON TANTO TALENTO SE DESMORONE ASÍ?

Esa es la pregunta del millón, ¿no creen? Es la pregunta que debería mantener despiertos a todos en Austin, desde los entrenadores hasta los patrocinadores, mirando al techo con los ojos pelones. ¿Cómo pasó esto? ¿Fue exceso de confianza? ¿Se sintieron campeonas con el 2-0 y pensaron que el juego ya estaba en la bolsa? Es lo que en México llamamos una “cruzazuleada” de libro de texto. Se les congeló el pecho. Hay que llamarlo por su nombre: una pecheada histórica, de esas que marcan a una generación. Kentucky no solo ganó este partido; Texas se lo regaló con todo y moño. Se podía ver el pánico en sus caras a partir del tercer set. Empezó con errores pequeños, un mal pase por aquí, un bloqueo fallido por allá, y de repente se rompió la presa. La confianza se les fue por el caño (casi podías ver cómo se ponían pálidas), y empezaron a jugar a no perder. Y cuando juegas a no perder, ya perdiste. Fue una catástrofe mental de proporciones épicas.

¿KENTUCKY ES TAN BUENO, O TEXAS ES ASÍ DE FRÁGIL?

Aquí viene lo verdaderamente aterrador. Son las dos cosas. Hay que darle su mérito a Kentucky. No se rinden. Son como tiburones que olieron sangre. Le hicieron lo mismo a Tennessee, perdieron el primer set y luego regresaron con una furia imparable. Esto no es casualidad. Así son ellas. Se alimentan de la presión. Se deleitan con la duda ajena. Mientras Texas se derrumbaba bajo el peso de sus propias expectativas, Kentucky construía una muralla de confianza. Se vieron más fuertes, con más garra, y honestamente, como que lo querían más. Y esa es la peor crítica que se le puede hacer a Texas. Les dieron un golpe en el tercer set y, en lugar de responder, se hicieron bolita. La remontada de Kentucky no fue magia; fue puro corazón. Fueron huevos. Fue todo lo que a Texas le faltó cuando los reflectores estaban más fuertes.

¿ESTO DEMUESTRA QUE A TEXAS LE QUEDA GRANDE LA SEC?

¡Claro que sí! No tengas la menor duda. Este fue su momento de “bienvenidas a la SEC”, y reprobaron el examen de la forma más vergonzosa posible. La conferencia Big 12 está bien (supongo), pero no es la SEC. La SEC es una trituradora de carne. Cada semana te enfrentas a equipos como Kentucky, Florida, Arkansas… equipos que te van a castigar al menor descuido. Texas llegó a este torneo con su arrogancia de la Big 12, y aprendieron una lección muy dura: la soberbia no gana campeonatos aquí. La garra sí. El carácter sí. Y lo que vimos en esa cancha fue un equipo que, hoy por hoy, no está preparado mentalmente para la exigencia de esta conferencia. Esta derrota le manda un mensaje a todos los demás equipos de la SEC: Texas es frágil. Se les puede intimidar. Se les puede quebrar mentalmente. Y ahora todos tienen el manual de cómo hacerlo. Es para ponerse a temblar.

¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PARA EL CAMPEONATO NACIONAL?

Se acabó. Ya valió. Una derrota así no es algo de lo que te recuperas con un “échale ganas”. No es un tropiezo de temporada regular. Esta es una herida psicológica profunda que se va a infectar. ¿Cómo va a confiar este equipo en sí mismo en otro partido de cinco sets bajo presión? No pueden. El fantasma de este colapso las va a perseguir cada vez que un partido se ponga reñido. Cada vez que estén arriba 2-0, la duda les va a susurrar al oído: ‘¿Podremos cerrarlo esta vez? ¿O nos vamos a desmoronar otra vez?’. Esa semillita de duda es todo lo que se necesita para arruinar una campaña de campeonato. Mientras otros equipos se fortalecen y ganan confianza para el torneo nacional, Texas carga con el ridículo más grande del año. Sus rivales lo usarán. La prensa hablará de ello. Es un ancla que las hundirá. Su temporada no solo está en peligro; probablemente ya se terminó (aunque ellas todavía no lo sepan).

¿DEBERÍAN RODAR CABEZAS EN EL CUERPO TÉCNICO?

Por supuesto. Hay que hacer las preguntas difíciles. ¿Dónde estuvieron los ajustes? ¿De qué hablaron en los tiempos fuera entre el segundo y tercer set? ¿Cómo permites, como entrenador, que una ventaja de 2-0 se te esfume sin hacer algo para detener la hemorragia? Esto se sintió como un fracaso táctico tanto como mental. Kentucky empezó a descifrarlas y parecía que Texas no tenía plan B. Siguieron haciendo lo mismo, esperando un resultado diferente (lo cual, por cierto, es la definición de locura). El trabajo principal de un entrenador en una final es manejar el momento anímico y la psicología del equipo. Y en este caso, fue un fracaso rotundo. Cuando tu equipo va en picada, tienes que sacarlo del bache. Tienes que ser la calma en la tormenta. En lugar de eso, se hundió todo el barco. La responsabilidad debe empezar desde arriba. No hay de otra.

¿ESTAMOS VIENDO LA CAÍDA DE UNA DINASTÍA?

Suena exagerado. Ojalá lo fuera. Pero las dinastías no se construyen solo con talento; se construyen con un aura de invencibilidad. Se construyen con actuaciones decisivas y una fe inquebrantable en que ganarás cuando más importa. Texas acaba de hacer añicos esa aura. Le mostraron al mundo su punto débil. Esto no fue solo una grieta en la armadura; la armadura se les cayó a pedazos. Esta derrota podría ser el punto de inflexión, el momento que en cinco años recordemos y digamos: ‘Ahí fue donde todo empezó a salir mal’. Así es como se derrumban los imperios. No con una explosión, sino con una ventaja de 2-0 que se convierte en una derrota de 3-2 en tu primera final de la SEC. El pánico es real. Y tiene toda la razón de serlo.

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