Parques Nacionales: La Gran Estafa Gringa

Parques Nacionales: La Gran Estafa Gringa

Parques Nacionales: La Gran Estafa Gringa

Te Están Vendiendo Lo Que Ya Era Tuyo

Hablemos claro, sin pelos en la lengua. Esto es una traición. Nos están vendiendo nuestro propio patrimonio, pedazo por pedazo, y todavía tienen el descaro de envolverlo en su bandera y llamarlo ‘progreso’ o ‘patriotismo’. El Departamento del Interior de Estados Unidos puede sacar todos los comunicados de prensa que quiera, llenos de palabras bonitas como acceso ‘modernizado’ y ‘más asequible’. ¡Qué chiste! ¿Desde cuándo ‘modernizado’ es la palabra clave para ponerle un precio a una puesta de sol en el Gran Cañón? ¿Desde cuándo la idea de un bien público, un espacio sagrado apartado de la máquina trituradora del capitalismo, se convierte en una simple línea en una hoja de cálculo, en otro activo para explotar? Esto no es modernización. Es una profanación.

La idea original, el alma misma de los Parques Nacionales, era que estos lugares eran tan importantes, tan esenciales para el espíritu humano, que le pertenecían a todos. A todos. No solo a los que pueden pagar el nuevo plan de precios escalonado. No solo a los ‘residentes’ en sus ridículos ‘días patrióticos sin costo’. Estos lugares debían ser un gran ecualizador, donde un multimillonario y un estudiante sin un peso en la bolsa pudieran pararse frente a la misma secuoya gigante, sintiéndose pequeños ante algo mucho más antiguo y poderoso que ellos. Pero eso no es buen negocio, ¿verdad? No se puede permitir. La maravilla compartida no genera ganancias.

El Cadenero en la Catedral de la Naturaleza

Así es como empieza la podredumbre. Empiezan a picar poco a poco. Suben las tarifas, crean diferentes precios para diferentes personas, empiezan a hablar de ‘gestionar el acceso’ y ‘fuentes de ingresos sostenibles’. Suena tan razonable, tan burocrático, tan vacío de la pasión que creó estos parques. Es como cuando le ponen un cadenero a la entrada de la catedral de la naturaleza y te dicen que es por tu propio bien. Te dicen que es para preservar la misma cosa que están abaratando al convertirla en una transacción. ¿Qué sigue? ¿Vamos a tener que pagar por ver la erupción del géiser Old Faithful? ¿Habrá un cargo extra por respirar el aire puro en el valle de Yosemite? No se rían. Ya estamos a medio camino.

Y este veneno lo infecta todo. Convierte un viaje familiar en un cálculo financiero. Hace que un extranjero, alguien que viajó miles de kilómetros para ver la belleza que ellos dicen atesorar, se sienta como un cajero automático con patas. ¡Qué poca madre! La idea de triplicar la tarifa para los no residentes, para nosotros, es simplemente la versión fea y xenófoba del mismo robo. Todo nace de la misma ideología enferma: que nada tiene valor a menos que alguien pague por ello, y que ‘nosotros’ lo merecemos más que ‘ellos’. Transforma sus tesoros nacionales de un regalo para el mundo a un club privado con una entrada carísima. Es patético. Una nación que tiene que exprimir a los turistas para mantener sus lugares más hermosos es una nación que ha perdido completamente el rumbo.

El Circo Político de Dos Pistas

No dejen que los engañen pensando que este es el problema de un solo partido político. Es un fracaso de todo el sistema, una corrupción que se ha apoderado del corazón de su establishment. Por un lado, tienes el anuncio pulcro y corporativo de una administración, hablando de ‘modernización’ y ‘asequibilidad’, que es solo una forma suave de decir que están ajustando el precio de la entrada a tu propia propiedad. Es el avance lento e insidioso del neoliberalismo en la naturaleza. Luego, el otro lado llega con la sutileza de un elefante en una cristalería. De repente, ya no se trata solo de tarifas, sino de tarifas de entrada ‘Primero Estados Unidos’. Se trata de ‘días patrióticos sin costo solo para residentes’. ¿Qué demonios es un ‘día patriótico’? ¿Acaso el amor por tu país se mide por tu capacidad de obtener un descuento para ver un alce? Es la estrategia de marketing más cínica y nacionalista que se pueda imaginar.

¿Y los pases anuales conmemorativos con la cara de un político? Por Dios. Ese es el momento en que la máscara no solo se cae, sino que la queman en público. Han logrado convertir un pase a la naturaleza, a lugares de reflexión y grandeza, en un pedazo de mercancía política. Un pin de campaña que te permite entrar a Zion. Es la máxima expresión de un ego político tan gigantesco y frágil que necesita estampar su cara sobre el paisaje mismo. ¿Se lo pueden imaginar? Estar al borde del Gran Cañón, sintiendo esa inmensidad del espacio y el tiempo, y luego sacar de la cartera un pase con la cara de un político sonriente mirándote. Achica toda la experiencia. Arrastra las peleas tóxicas y mezquinas de su capital a los últimos lugares donde podíamos escapar de ellas. Es una absoluta vergüenza.

La Derecha y la Izquierda, Ambas te Meten la Mano al Bolsillo

Entonces, ¿con qué nos quedamos? Con la opción de elegir entre dos tipos diferentes de basura. ¿Quieres la privatización lenta y sigilosa, disfrazada de lenguaje amigable y accesible, o quieres la marca ruidosa, abrasiva y nacionalista que convierte un parque en un mitin político? Ambos caminos llevan al mismo destino: un mundo donde las tierras públicas ya no son públicas. Son activos. Son utilería política. Son generadores de ingresos. Un lado venderá los derechos del nombre a una corporación multinacional con una presentación de PowerPoint sobre ‘asociaciones público-privadas’. El otro se los venderá al donante político que más pague y lo llamará ‘El Pico del Patriota, Presentado por la Libertad’. ¿Ven la estafa? De cualquier manera, tú pierdes. El parque pierde. La idea misma de naturaleza salvaje pierde.

La verdadera pelea no es entre ‘acceso asequible’ y ‘tarifas America First’. La verdadera pelea es entre la gente que cree que estos lugares tienen un valor intrínseco más allá del dinero y la política, y el sistema que los ve como otro recurso para ser explotado. Quieren que discutamos los detalles. Quieren que nos atasquemos en debates sobre si la tarifa para un turista mexicano debería ser de 25 o 75 dólares. Es una distracción. Mientras estamos ocupados peleando por las migajas, ellos están cambiando fundamentalmente la naturaleza de todo el banquete. Están redefiniendo lo que es un Parque Nacional, y lo están haciendo frente a nuestras narices.

Bienvenidos a YosemiteLandia, Patrocinado por Coca-Cola

Sigamos este juego hasta su conclusión lógica y aplastante. Si aceptamos la premisa de que los parques deben ser negocios autosuficientes y que el patriotismo se puede monetizar, ¿dónde termina esto? La respuesta es simple: no termina. Una vez que abres esa puerta, nunca más podrás cerrarla. Primero, son tarifas más altas. Luego, es el acceso por niveles. ‘¡Por $50 dólares extra, puedes usar el carril rápido para ver el Arco Delicado!’ ‘¡Por un pago premium de $100, obtienes acceso a la plataforma de observación con menos gente (porque ya corrimos a todos los demás con el precio)!’ Suena a locura, ¿no? Pero, ¿es realmente tan diferente de cobrarle el triple a los extranjeros? ¿Es tan diferente de crear días especiales para gente ‘patriótica’ especial? Es el mismo principio. El principio de la exclusión.

El siguiente paso es obvio. Patrocinio corporativo. ¿Por qué el gobierno debería pagar la cuenta cuando una corporación benévola podría intervenir? Prepárense para la ‘Cuenca de Géiseres Coca-Cola’ en Yellowstone. O el ‘Bosque de Secuoyas Amazon Prime’, donde los suscriptores obtienen acceso gratuito en dos días. Nos dirán que es la única manera de mantener los parques abiertos. Dirán que es una solución innovadora a los déficits presupuestarios, los mismos déficits que ellos crearon al dejar de financiar los bienes públicos durante décadas. Y la gente se lo tragará. Se acostumbrarán a ver logotipos en las señales de los senderos, al igual que se acostumbraron a verlos en los estadios deportivos. Lo sagrado se volverá profano tan gradualmente que la mayoría de la gente ni siquiera notará el cambio hasta que sea demasiado tarde.

El Futuro es un Parque de Diversiones

Después de los patrocinios viene la transformación total en parque temático. Si estás manejando el parque como un negocio, necesitas maximizar las ganancias. Eso significa más puestos de comida. Más tiendas de regalos. Más ‘experiencias’. ¿Por qué solo mirar la montaña cuando puedes lanzarte en tirolesa desde ella? ¿Por qué caminar por un sendero cuando puedes rentar un Segway todoterreno con publicidad? Construirán hoteles de lujo que bloqueen las mejores vistas y luego cobrarán una fortuna por una habitación que mire hacia ellas. Pavimentarán prados para tener más estacionamiento, porque más autos significan más clientes. La vida silvestre se convertirá en personajes, los guardaparques en ‘miembros del elenco’, y toda la magnífica, caótica e indomable naturaleza será empaquetada en un producto de consumo seguro, predecible e increíblemente caro. ¡Imagínense un OXXO en el Gran Cañón! ¡No mamen!

Esto no es una fantasía distópica descabellada. Es el punto final inevitable del camino en el que están. Cada vez que aceptamos una nueva tarifa, cada vez que asentimos al lenguaje de ‘ingresos’ y ‘sostenibilidad’ aplicado a nuestros espacios naturales más sagrados, damos otro paso hacia ese futuro de plástico y sin alma. Los anuncios que estamos viendo ahora, de ambos lados del espectro político, no son el evento principal. Son el prólogo. Nos están condicionando para aceptar la idea de que la naturaleza es una mercancía. Que nuestro acceso a ella es un privilegio que se compra, no un derecho que se atesora. Y una vez que aceptemos eso, ya habremos perdido todo lo que hacía que valiera la pena luchar por los Parques Nacionales en primer lugar.

Parques Nacionales: La Gran Estafa Gringa

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