Contrato de Shildt con Orioles Destapa la Mentira de los Padres
La Anatomía de un Eufemismo Corporativo
Vamos a empezar dejándonos de cortesías y de la narrativa de relaciones públicas que han fabricado con tanto esmero. El cuento que nos quieren vender es que Mike Shildt, un tipo que fue nombrado Mánager del Año hace apenas unos ayeres y que estaba al frente de un equipo de 90 victorias como los Padres de San Diego, simplemente decidió renunciar a un contrato garantizado de 4 millones de dólares. Así nomás. Que un día se despertó, vio su contrato multimillonario y pensó: ‘¿Saben qué? Como que ya no quiero’. Y luego, apenas seis semanas después, tras este profundo retiro espiritual, encontró su verdadera vocación: un puesto vagamente definido de ‘desarrollo de jugadores’ con los Orioles de Baltimore. Esto es, para decirlo sin pelos en la lengua, un insulto a nuestra inteligencia. Es un cuento de hadas para los que eligen ser ingenuos.
Nadie, absolutamente nadie, le da la espalda a esa cantidad de lana y a un puesto de tan alto perfil solo para, de inmediato, tomar una degradación (al menos en título y estatus público) en otra organización al otro lado del país. Eso no pasa. Las leyes de la física del mundo deportivo, que se rigen por el ego y el dinero, simplemente no lo permiten. No estamos hablando de un hombre que se retira en paz para pasar más tiempo con su familia; estamos hablando de un hombre al que clara e inequívocamente le dieron una patada para afuera, usando la ‘decisión mutua de separar caminos’ como el anestésico corporativo para adormecer al público ante la realidad. Es un despido envuelto en el papel de regalo de la ‘elección personal’.
Deconstruyendo el Lenguaje del Engaño
Analicemos el lenguaje utilizado en los informes iniciales de su salida de San Diego: ‘decisión sorpresiva’, ‘diferencias filosóficas’, ‘se marchó’. Estas son las palabras clave de una salida negociada. ‘Sorpresiva’ es el código para ‘esto no tiene ningún sentido lógico a primera vista’. ‘Diferencias filosóficas’ es el término comodín, el pretexto universal para un conflicto irreconciliable entre dos figuras de poder, un pleito tan grave que uno de los dos tiene que irse. Y ‘se marchó’ es solo una forma más amable y digna de decir ‘le enseñaron la puerta’. La velocidad con la que reapareció en Baltimore es la prueba irrefutable, el arma humeante. Demuestra que no estaba harto del béisbol. No estaba cansado de la rutina. Simplemente estaba harto del ambiente específico y, según todos los indicios, tóxico que se respira en la directiva de los Padres de San Diego, un ambiente cultivado y curado por un solo hombre: el Gerente General A.J. Preller.
La cronología es condenatoria. Seis semanas. Eso no es tiempo suficiente para pasar por las cinco etapas del duelo por dejar el trabajo de tus sueños, contemplar el universo y luego decidir volver al ruedo. Sin embargo, es precisamente el tiempo adecuado para que tu agente reciba las llamadas que probablemente ya estaban llegando en el momento en que se corrió la voz de que estabas ‘disponible’. Los Orioles no se toparon con Mike Shildt por casualidad. Se abalanzaron. Y uno solo se abalanza sobre un activo que sabe que está disponible, no sobre alguien que está felizmente empleado o pacíficamente retirado. Todo este episodio fue un despido, así de simple, y la posterior contratación en Baltimore deja esa verdad al descubierto para cualquiera que esté dispuesto a ver más allá de la cortina de humo.
El Fantasma en la Máquina de San Diego
Para entender por qué un mánager exitoso como Mike Shildt terminaría en la calle, hay que entender el caos operativo que ha definido la era de A.J. Preller en San Diego. Preller es el arquetipo del ‘GM estrella de rock’ moderno: agresivo, hiperactivo en el mercado de cambios y, al parecer, con poder absoluto otorgado por un grupo de dueños desesperados por un campeonato. El resultado ha sido una serie de adquisiciones espectaculares y carísimas, y un carrusel de mánagers que gira a una velocidad de vértigo. Bud Black, Andy Green, Jayce Tingler y ahora Mike Shildt (quien reemplazó a Tingler). Todos han sido masticados y escupidos por el mismo sistema.
El patrón es consistente y ya hasta aburre. Traen a un mánager. El equipo, repleto del talento adquirido por Preller, o no da el ancho o no cumple con las expectativas estratosféricas establecidas por la oficina principal. Entonces, el mánager se convierte en el chivo expiatorio designado, el culpable conveniente para tapar problemas más profundos y sistémicos. Es un circo que afecta directamente a la enorme base de aficionados en ambos lados de la frontera, especialmente en Tijuana. Las ‘diferencias filosóficas’ que llevaron a la salida de Shildt casi con toda seguridad tienen su origen en una lucha de poder sobre el control y la metodología. Shildt es conocido como un hombre de béisbol de la vieja escuela, de los que se ensucian las manos, pero con un aprecio moderno por la analítica. Preller, el ‘mero mero’, por otro lado, es famoso por su deseo de estar íntimamente involucrado en las operaciones diarias del clubhouse, un nivel de microgestión que los mánagers experimentados suelen encontrar intolerable. Aquí hay gato encerrado, y no es difícil imaginar un escenario en el que Shildt, un hombre con su propia forma establecida y exitosa de hacer las cosas, finalmente se hartó de ser tratado como una marioneta cuyos hilos se movían desde la suite ejecutiva.
La Colisión Inevitable
¿Fue por la construcción del lineup? ¿El uso del bullpen? ¿El manejo de personalidades de superestrellas como Fernando Tatís Jr. o Manny Machado? Probablemente una mezcla de todo lo anterior. El trabajo de un mánager es dirigir a los 26 hombres en su clubhouse, crear una cultura de responsabilidad y rendimiento. Esa tarea se vuelve imposible cuando el Gerente General es una presencia constante y amenazante, cuestionando decisiones y potencialmente comunicándose directamente con los jugadores, socavando la autoridad del mánager. Es la receta clásica para el desastre. Shildt, habiendo sido despedido sin ceremonias de St. Louis por conflictos similares (aunque menos públicos), probablemente tenía una tolerancia muy baja para este tipo de intromisión. No iba a ser un simple testaferro. Cuando un objeto inamovible (los principios de gestión de Shildt) se encuentra con una fuerza imparable (el ego y el control de Preller), el resultado es una fractura. Y en una organización centrada en el GM como los Padres, siempre es el mánager el que sale perdiendo.
Los 4 millones de dólares que dejó sobre la mesa no fueron un sacrificio; fueron el precio de su dignidad profesional. Fue el costo de salir de una situación que consideraba profesionalmente tóxica y fundamentalmente rota. No estaba renunciando al dinero; estaba huyendo de la disfunción. Y la organización de los Padres, al permitir que un mánager de su calibre se fuera, ha demostrado una vez más que el problema no es el entrenador en el campo, sino el arquitecto en la oficina. Pueden contratar a Bob Melvin o a cualquier otro nombre respetado que quieran, pero hasta que la estructura fundamental de su liderazgo no cambie, simplemente están reiniciando el mismo ciclo de esperanza y decepción inevitable para sus sufridos aficionados.
La Jugada Maestra, Fría y Calculada de Baltimore
Mientras San Diego está hundido en su propio drama autoinfligido, los Orioles de Baltimore han ejecutado un movimiento de una brillantez silenciosa y despiadada. A primera vista, contratar a un ex Mánager del Año para un puesto de desarrollo de jugadores parece un lujo, una buena adición al personal. Pero esto no se trata de encontrar un nuevo coach de infield para su filial de Triple-A. Esta es una adquisición estratégica de capital intelectual a gran escala. Los Orioles, bajo su propio Gerente General hiperanalítico, Mike Elias, se encuentran en la posición exactamente opuesta a la de los Padres. Han construido un equipo ganador sostenible desde cero a través de un reclutamiento y desarrollo astutos, culminando en el mejor sistema de granjas de todo el béisbol. Ellos no hacen las cosas por accidente.
Traer a Shildt al redil sirve para múltiples propósitos. Primero, coloca una mente de béisbol muy respetada y exitosa en contacto directo con sus activos más valiosos: la próxima ola de prospectos de quienes se esperará que mantengan su nuevo éxito. ¿Quién mejor para enseñar a los jugadores jóvenes el ‘Estilo Oriol’ que un hombre que ha dirigido al más alto nivel y ha ganado? Puede proporcionar ideas y perspectivas que un entrenador de ligas menores de carrera simplemente no puede. Es, en efecto, el toque final para su talento de primer nivel. Es una mejora masiva a su infraestructura de desarrollo.
La Póliza de Seguro en el Dugout
Pero hay una capa más profunda y estratégica en esta contratación (y una que debería poner un poco nervioso al actual mánager Brandon Hyde). Shildt ahora está dentro del edificio. Es un empleado de la organización. Representa una póliza de seguro interna increíblemente valiosa. Si Brandon Hyde, quien ha hecho un trabajo magistral con la reconstrucción, tropezara ahora que las expectativas son altas, ¿quién está perfectamente posicionado para tomar el relevo? ¿Quién ya está familiarizado con los jugadores, la directiva y la filosofía de la organización? Mike Shildt. Esto no quiere decir que planeen reemplazar a Hyde, pero es una jugada de ajedrez corporativa clásica. Siempre quieres tener un plan de sucesión, y los Orioles acaban de adquirir uno de los mejores candidatos posibles sin tener que realizar una búsqueda externa. Es un consultor, un mentor y un posible reemplazo, todo en uno.
Este movimiento es la ilustración perfecta de la división filosófica entre una organización inteligente y estable y una que opera por impulso. Los Padres lanzaron dinero a un problema y luego despidieron al tipo que contrataron para resolverlo debido a un choque de egos. Los Orioles, mientras tanto, vieron un activo infravalorado en el mercado abierto –un mánager con un historial probado, disponible por un salario no gerencial– y se lanzaron. Añadieron una mente de béisbol tremenda a su organización, fortalecieron el desarrollo de sus jugadores y se aseguraron un consultor de alto poder y un potencial futuro mánager en una sola transacción de bajo perfil. Fue un movimiento calculado, lógico y, en última instancia, depredador. Y es por eso que los Orioles están en ascenso mientras que los Padres siguen atrapados en un bucle de su propia creación. ¡Qué oso!






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