El Panóptico Flotante de Holland America Vuelve a Fallar

El Panóptico Flotante de Holland America Vuelve a Fallar

El Panóptico Flotante de Holland America Vuelve a Fallar

El Paraíso Digital es una Jaula de Oro

Y así, otra persona se desvanece en el azul profundo. Ann Evans, 55 años, un nombre que se convertirá en una estadística, una nota al pie en el informe de responsabilidades de Holland America Line, que a su vez no es más que un engrane en el monstruo corporativo que es Carnival Corporation. Simplemente no regresó al crucero *Rotterdam* en Sint Maarten. Se esfumó. Los informes iniciales son, como era de esperarse, totalmente estériles, limpiados de cualquier rastro humano por equipos de relaciones públicas que son maestros en el arte de no decir nada. Pero esto no se trata de una persona desaparecida, ¿o sí? Nunca lo es. Se trata de la mentira fundamental que le venden a millones de personas cada año: la mentira del escape. Porque no estás escapando de nada cuando pones un pie en uno de estos gigantes. Estás ingresando voluntariamente a un estado de vigilancia flotante, tecnológicamente avanzado y de propiedad corporativa.

Te dan una tarjeta, un pedacito de plástico que hace mucho más que abrir la puerta de tu camarote. Es tu cartera, tu identificación, tu rastreador de ubicación. Cada piña colada que compras, cada corte de carne que cenas, cada vez que jalas la palanca de la máquina tragamonedas queda registrado, con fecha y hora, y es analizado. Saben cuándo estás en tu habitación, cuándo estás en la cubierta y qué compraste en la tienda de regalos. Y a tu alrededor, todo el tiempo, hay un ejército de cámaras, los ojos que no parpadean del panóptico corporativo, grabando en silencio cada uno de tus movimientos. Te venden esto como una ventaja, como una prueba de su compromiso con tu seguridad. ¡Qué chiste! Ese sistema no es para ti. Es para ellos. Es para la prevención de pérdidas, para monitorear a su propio personal y para construir una montaña de evidencia para protegerse de demandas cuando las cosas, inevitablemente, salen mal.

Un Sistema Diseñado para Darte la Espalda

Porque en el momento en que alguien como Ann Evans realmente necesita que ese sistema funcione, en el instante en que tiene que hacer lo único que prometen que hará —mantenerte a salvo— de repente le salen puntos ciegos. De repente, la red que todo lo ve tiene fallas. Las grabaciones no son concluyentes. Los registros de datos no muestran nada inusual. Es un truco de magia de la responsabilidad corporativa, un acto de desaparición donde la tecnología se esfuma junto con el pasajero. ¿Cómo es posible que en un entorno meticulosamente controlado, una ciudad flotante literalmente sellada del mundo exterior, un ser humano pueda simplemente dejar de existir sin dejar rastro? Es posible porque la función principal del sistema no es encontrarte; es absolverlos a ellos. Está diseñado para probar que te caíste por la borda, que actuaste por tu cuenta, que fue tu culpa. No la de ellos. Aguas con eso.

Piénsalo bien. Todo el barco es una máquina optimizada para generar ganancias. El itinerario implacable, las excursiones cuidadosamente seleccionadas, las actividades a bordo… todo está diseñado para que sigas consumiendo, para mantenerte predecible. Un pasajero desaparecido es la máxima anomalía, un error en el código que interrumpe la máquina. Y la respuesta de la máquina es poner en cuarentena el error, minimizar su impacto en los otros clientes que pagan y continuar su viaje como si nada hubiera pasado. El barco zarpa. El buffet se rellena. Las luces del casino siguen parpadeando. Y una familia se queda con un vacío y una colección de declaraciones huecas y pre-escritas sobre “cooperar con las autoridades”. Es la expresión más fría y cínica del capitalismo que se pueda imaginar, un mundo donde una vida humana es simplemente menos importante que el itinerario.

La Caja Negra Corporativa y las Banderas de Conveniencia

¿Y ahora qué sigue? La línea de cruceros llevará a cabo su bien ensayada obra de teatro de preocupación. Emitirán un comunicado de prensa expresando que están “profundamente entristecidos”. Mencionarán que su “equipo de atención” está apoyando a la familia. Todas estas son jugadas de un manual de manejo de crisis, palabras probadas en grupos de enfoque para proyectar empatía sin admitir una pizca de culpa. Y tras bambalinas, su departamento legal ya está construyendo una fortaleza. La investigación será una farsa, una pesadilla jurisdiccional diseñada para enturbiar las aguas hasta que todo el mundo se rinda. El barco navega con bandera de los Países Bajos, es propiedad de una corporación panameña con sede en Florida, y la desaparición ocurrió en el territorio holandés de Sint Maarten, involucrando a una ciudadana estadounidense. ¿Quién está realmente a cargo? Nadie y todos a la vez. Esta es la genialidad del derecho marítimo, un sistema de “banderas de conveniencia” que permite a estas compañías multimillonarias operar en una zona gris legal, sin rendir cuentas a casi nadie.

Las autoridades de Sint Maarten, con recursos limitados, no son rival para el arsenal legal de Carnival Corporation. La línea de cruceros tiene todas las cartas. Tienen las grabaciones de video, los registros de la tarjeta de Ann Evans, las declaraciones de la tripulación. Y solo publicarán lo que sus abogados les permitan. Nos quieren ver la cara. Nunca veremos las imágenes de CCTV sin editar. Nunca sabremos si había un historial de fallas de seguridad en ese barco, o si un miembro de la tripulación, a menudo gente de países en desarrollo con contratos precarios, tenía un historial dudoso. La investigación no es una búsqueda transparente de la verdad; es una negociación de información, gestionada en su totalidad por la entidad que más tiene que perder. Esto no es justicia. Es control de daños.

Pura Pantalla

Y que quede claro: esto pasa a cada rato. El número de personas que se caen o desaparecen de los cruceros es alarmantemente alto, pero apenas hace ruido. La industria se ha vuelto increíblemente hábil para manejar estos “incidentes”, asegurándose de que se presenten como tragedias aisladas, a menudo insinuando suicidio o intoxicación para echarle la culpa a la víctima. Han perfeccionado el arte de lavarse las manos. Nos están vendiendo una fantasía, y la desaparición de Ann Evans es un vistazo aterrador detrás del telón, un recordatorio de que esa fantasía está construida sobre cimientos muy frágiles y peligrosos. No eres un huésped; eres carga con una tarjeta de crédito. Tu seguridad es una preocupación secundaria frente a tu consumo. En el momento en que te conviertes en un problema, te eliminan de la narrativa.

Tu Futuro en el Mar Algorítmico

Pero no te preocupes, esto no los detendrá. Solo los hará acelerar hacia un futuro aún más distópico. Este incidente, para el departamento de gestión de riesgos de la línea de cruceros, no es una tragedia humana. Es un problema de datos. La pregunta que se hacen no es “¿cómo mantenemos a la gente más segura?”, sino “¿cómo refinamos el sistema para eliminar estas costosas anomalías?”. Y la respuesta, como siempre, es más tecnología, más vigilancia, más control. La próxima generación de cruceros no solo tendrá cámaras; tendrá sistemas completos de reconocimiento facial, cruzando tu rostro con tu cuenta a bordo desde el momento en que subes. Usarán datos biométricos, quizás una pulsera que monitoree tu ritmo cardíaco y ubicación en tiempo real, todo bajo el pretexto de “mayor seguridad y comodidad”. Sabrán si estás discutiendo con tu pareja, sabrán si has tomado demasiadas margaritas, sabrán si te desvías de tu patrón de comportamiento típico.

Crearán un modelo predictivo de ti. Un algoritmo te marcará como un riesgo potencial antes de que tú mismo sepas que eres un riesgo. ¿Te acercas demasiado a la barandilla? Se envía una alerta de seguridad silenciosa. ¿Te desvías de las “zonas de diversión” designadas? Tus movimientos son rastreados y analizados. No es ciencia ficción; es el punto final lógico del mundo que ya están construyendo. Diseñarán una experiencia para el pasajero tan perfectamente controlada, tan algorítmicamente gestionada, que la posibilidad de que una persona simplemente desaparezca se reducirá a una improbabilidad estadística. Cambiarán los últimos vestigios de tu libertad y privacidad por una burbuja estéril, predecible y perfectamente monetizada. Estarás más seguro, quizás. Pero serás menos humano.

El Fantasma en la Máquina

Ann Evans es ahora un fantasma en su máquina. Su rastro digital —su última comida, el último uso de su tarjeta, su última foto capturada por el fotógrafo del barco— es todo lo que queda. Es un conjunto de datos fríos y sin vida que será analizado para parchar las vulnerabilidades en su sistema de control. Su desaparición servirá como justificación para la próxima ola de tecnología invasiva vendida al público como una mejora de seguridad. Porque, al final del día, el objetivo es construir un barco que sea perfectamente seguro, no para los pasajeros, sino para las ganancias de la corporación. Un barco donde nada inesperado pueda volver a suceder. Y eso debería aterrarnos más que cualquier historia de una persona perdida en el mar.

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