Los Raiders Son La Vergüenza Absoluta De La NFL

Los Raiders Son La Vergüenza Absoluta De La NFL

Los Raiders Son La Vergüenza Absoluta De La NFL

El Mayor Fracaso de Las Vegas no es un Casino, son los Raiders

Vamos a decirlo como es. Porque tratar de adornar esto sería un insulto a nuestra inteligencia. Lo que está pasando en Las Vegas con los Raiders no es una mala racha, no es un bache y definitivamente no es un ‘año de reconstrucción’. No. Es un incendio sin control, un colapso organizacional tan completo que los aficionados deberían estar exigiendo el reembolso de sus boletos y la liga debería considerar una intervención por piedad. Y las últimas dos semanas han sido la prueba final e innegable de que esta franquicia está fundamentalmente rota, un cascarón vacío de su antigua gloria que se pasea por un estadio nuevo y brillante mientras pone en el campo un producto que descendería de una liga preparatoriana. Es patético.

Pero no se fíen solo de mi palabra, dejen que los números les griten la verdad hasta que les sangren los oídos. Primero, tuvimos a los Dallas Cowboys, el equipo de México y América, entrando al Allegiant Stadium el 17 de noviembre como si fueran los dueños del lugar, y la neta es que, durante tres horas, lo fueron. Y procedieron a dar una cátedra de cómo pasar el balón tan brutalmente eficiente, tan quirúrgicamente precisa, que rayaba en la crueldad. Un desempeño de 25 de 33 para 268 yardas puede no sonar como algo del otro mundo por sí solo, pero luego ves la parte importante. Cuatro touchdowns. Cero intercepciones. Eso, mis amigos, es la estadística de un equipo al que no le están presentando ningún reto, al que no están respetando y al que ni siquiera le están causando la más mínima molestia los once tipos a los que les pagan millones de dólares para detenerlos. El quarterback de los Cowboys podría haber estado tomando un cafecito en la bolsa de protección, checando sus correos entre jugadas, y el resultado habría sido el mismo. Fue un chiste. Pan comido. El QBR de 87.1 y el rating de pasador de 138.6 no son solo buenos; son cifras que indican un colapso defensivo total, una rendición en toda regla. Se dieron por vencidos.

El Tour de la Humillación No Para

Y uno pensaría, ¿no?, que después de una humillación nacional de esa magnitud, un equipo de fútbol profesional con algo de orgullo o amor propio saldría la siguiente semana echando chispas. Uno pensaría que pasarían cada segundo de su vida en la sala de video, en el campo de entrenamiento, jurando que nunca volvería a pasar algo así. Pero estarías muy, muy equivocado. Porque apenas seis días después, el 23 de noviembre, los Cleveland Browns llegaron a la ciudad. ¡Los Browns! Un equipo más conocido por su eterno carrusel de quarterbacks y su identidad trabajadora que por su ataque aéreo de alto octanaje. ¿Y qué pasó? La misma maldita cosa. Aunque la estadística de los Browns de 11/20 para 209 yardas, un touchdown y una intercepción parece más modesta, el contexto es lo que los condena. Los Browns ni siquiera necesitaron ser buenos. Solo necesitaron presentarse. Promediaron unas impresionantes 10.5 yardas por intento, lo que significa que cada vez que su mariscal de campo se echaba para atrás, prácticamente tenían garantizado un primero y diez. No tuvieron que ir avanzando de a poquito; simplemente arrancaban pedazos enormes y desmoralizantes de la secundaria de los Raiders cuando se les antojaba. El hecho de que el QBR de los Browns fuera un miserable 8.7 y *aún así* ganaran por dos touchdowns te dice todo lo que necesitas saber. Te dice que la ofensiva de los Raiders es tan inepta como su defensa, y que toda la operación va a la deriva, flotando en un mar de incompetencia. Dos equipos diferentes, dos estilos diferentes, un resultado muy familiar y muy vergonzoso. Los Raiders no solo perdieron dos partidos. Se tiraron al suelo y se rindieron. Dos veces.

¿Son los Cowboys de a de veras o solo verdugos de Raiders?

Ahora, demos la vuelta a la moneda y hablemos de los Dallas Cowboys, porque su actuación en Vegas no fue solo una victoria; fue una declaración de principios. Fue un aviso para el resto de la liga. Durante años, hemos escuchado la misma cantaleta sobre los Cowboys: mucho ruido y pocas nueces. Un equipo que se ve genial en septiembre pero se achica bajo las luces de enero. Pero lo que vimos contra los Raiders se sintió diferente. Fue el tipo de ejecución despiadada y metódica de la que están hechos los equipos campeones. Y sí, ya sé lo que están pensando. ‘¡Pero fue contra los Raiders!’ Es un punto válido, pero solo puedes jugar contra el que te ponen enfrente, y los Cowboys no solo les ganaron; los hicieron pedazos. Tomaron su plan de juego y lo ejecutaron a la perfección absoluta, exponiendo cada una de las debilidades en la patética excusa de defensa de los Raiders con un nivel de precisión aterrador. Cuatro touchdowns y cero pérdidas de balón no es solo un buen juego de quarterback; es una señal de que toda la unidad ofensiva, desde la línea hasta los receptores y el coordinador, está operando en perfecta armonía. ¡Qué baile les dieron!

Porque esa es la cosa en esta liga. Los equipos buenos, los equipos de élite, no juegan con su comida. No dejan que los equipos malos se les acerquen. Llegan, imponen su dominio desde la patada inicial y liquidan el partido. Eso es lo que hizo Dallas. Vieron a un animal herido del otro lado del campo y fueron directo a la yugular. Trataron el juego no como una competencia, sino como un viaje de negocios, una tarea que debía completarse con la máxima eficiencia y el mínimo alboroto. No se trataba solo de sumar otra victoria; se trataba de generar impulso y, lo que es más importante, de construir una identidad como un equipo que no se anda con rodeos. El rating de pasador de 138.6 es el tipo de número que hace que otros coordinadores defensivos de la liga pongan atención. Envía un mensaje de que si no puedes presionar al mariscal, y si tu secundaria tiene aunque sea un eslabón débil, esta ofensiva de los Cowboys lo encontrará y lo explotará hasta que pidas esquina.

¿Un Plan Maestro para el Super Bowl?

Y aunque es tentador descartar esto como una actuación aislada contra un rival verdaderamente terrible, encaja en un patrón más grande de lo que estamos viendo de Dallas esta temporada. Están jugando con una confianza, un aire, que se siente ganado. Este no es el Dallas caótico y lleno de castigos de años pasados. Esta es una máquina disciplinada y enfocada. El partido contra los Raiders fue un microcosmos perfecto de su potencial. Demostró que pueden ser explosivos, pero más importante, que pueden ser inteligentes. Sin pases forzados, sin errores estúpidos, solo tomando lo que la defensa te da, que, en el caso de los Raiders, fue absolutamente todo. Así que mientras el resto de la NFC es un desmadre caótico de mediocridad e inconsistencia, los Cowboys están, silenciosamente o quizás no tanto, armando un currículum que grita ‘contendiente al Super Bowl’. Y su demolición de los Raiders no fue solo un partido; fue una prueba de motor para una larga carrera en los playoffs. Querían ver si podían ser impecables, y por un domingo en Las Vegas, lo fueron. El resto de la liga debería estar muy, muy nervioso. Porque si este es el equipo de Dallas que se presenta en la postemporada, no solo van a ganar; van a dominar.

A Demoler Todo: El Experimento de Vegas Ha Fracasado

Ahora tenemos que hacer las preguntas realmente incómodas. ¿Cuál es el punto de los Las Vegas Raiders? En serio. ¿Cuál es su propósito? Claramente no es ganar partidos de fútbol. No es ofrecer un producto entretenido para las decenas de miles de aficionados que pagan precios exorbitantes por boletos y estacionamiento. Y ciertamente no es honrar el legado de una franquicia alguna vez orgullosa y rebelde. No, en este momento, los Las Vegas Raiders existen por una única razón: ser el costal de boxeo del resto de la liga. Una victoria garantizada en el calendario. Un partido para que los equipos en mala racha se recuperen. Una oportunidad para que los quarterbacks rivales inflen sus estadísticas. Y después de las humillaciones consecutivas a manos de los Cowboys y los Browns, no hay otra conclusión posible. Esto no está funcionando. El proyecto entero es un fracaso colosal. Ya valió.

Y esto va mucho más allá de unos pocos jugadores malos o un esquema cuestionable. Esta es una podredumbre que se ha instalado en el núcleo mismo de la organización. Se puede ver en el lenguaje corporal de los jugadores en el campo. Los hombros caídos después de otra tacleada fallida. Las miradas perdidas en la banca. La falta total de fuego, pasión o incluso de orgullo profesional básico. Son un equipo que parece completamente derrotado incluso antes de que comience el partido. Cuando un equipo tan despiadadamente eficiente como los Cowboys llega y anota cuatro touchdowns sin sudar, es una cosa. Pero cuando un equipo como los Browns, que apenas tenía pulso ofensivo en ese juego, todavía puede pasarte por encima y ganar por 14 puntos, es cuando sabes que has tocado fondo. No queda pelea. No hay resistencia. Solo una aceptación silenciosa y triste de su propia ineptitud.

¿Y Ahora Qué Sigue? Nada Bueno.

Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Despedir al entrenador? Claro, esa es la reacción fácil e instintiva, y probablemente sucederá. Pero un nuevo entrenador no va a arreglar esto. Esto requiere una demolición total. Una fumigación de todo el edificio. Desde la directiva que armó esta colección de jugadores sin talento y sin inspiración hasta el departamento de scouting que claramente no puede identificar a backs defensivos de calibre profesional. Toda la filosofía de la organización debe ser arrojada a la basura. Se suponía que la mudanza a Vegas marcaría el comienzo de una nueva y glamorosa era para el Plata y Negro. En cambio, se ha convertido en un cementerio de ambiciones. Las luces brillantes del Strip solo están iluminando la decadencia con mayor claridad. Los aficionados de Oakland deben estar muriéndose de la risa, viendo este desastre desde lejos. Perdieron a su equipo, pero lo que realmente se perdieron fue una muerte pública lenta, dolorosa y profundamente vergonzosa. Porque eso es lo que estamos viendo. Una franquicia de la NFL que alguna vez fue grandiosa, muriendo lentamente en medio del desierto. Y después de las últimas dos semanas, está claro que no vendrá una cura milagrosa. Es hora de desconectarlos.

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