La Crisis de São Paulo Expone el Engaño del Deporte Moderno

La Crisis de São Paulo Expone el Engaño del Deporte Moderno

La Crisis de São Paulo Expone el Engaño del Deporte Moderno

A ver, un equipo de fut tiene lesionados. ¿No es parte del show?

¿”Parte del show”? Neta, qué forma tan inocente de ver la trituradora de carne que es el deporte profesional hoy en día. ¿De verdad crees que es casualidad que el São Paulo, un club gigante, de repente tenga a 13 jugadores en la enfermería? Trece. Eso no es mala suerte, compa. No es una chiripa. Es un síntoma. Es una pinche alarma roja parpadeando en el tablero de un sistema diseñado para, deliberada y metódicamente, reventar cuerpos humanos para sacarles hasta el último centavo. Esto no se trata de un partidito contra el Fluminense; se trata de la ideología corrosiva de la “optimización” que ha infectado cada rincón del deporte, prometiendo un rendimiento de otro nivel pero entregando únicamente cuerpos rotos y carreras que se acaban antes de tiempo. Es una plaga.

Pero se supone que toda esta nueva tecnología es para evitar lesiones, ¿no?

Esa es la mentira más grande que te venden. Es el discurso que las empresas de datos, con sus gráficas bonitas y algoritmos predictivos, le susurran al oído a los dueños de los equipos. Te juran que sus chalecos con GPS y sensores biométricos son para cuidar al jugador. ¡Qué chiste! El verdadero propósito de este aparato de vigilancia no es prevenir la lesión; es calcular el punto exacto de extracción máxima. Es saber, con punto y coma, qué tanto puedes forzar a un ser humano antes de que se le desgarre un músculo o se le truene un ligamento. Es obsolescencia programada, pero para carne y hueso. No están tratando de mantener sanos a los jugadores. Están tratando de llevar el motor a la zona roja durante 90 minutos, sabiendo perfectamente que va a explotar, porque tienen un taller lleno de refacciones listas para usar. La tecnología no le sirve al atleta; le sirve al estado de resultados que ve al atleta como un activo que se deprecia. ¿Suena muy cínico? chance. ¿Pero es falso? Nomás échale un ojo a la lista de lesionados.

Ves a este portero chavo, Young, como el héroe inesperado. Yo veo algo mucho más oscuro.

¿Una historia de héroes? ¿Es en serio? Esto no es una película de Disney. A este morro lo están aventando a los leones. No es un símbolo de esperanza; es la prueba de la brutalidad del sistema. La máquina principal se descompuso, una docena de piezas fallaron, y los ingenieros corrieron a la bodega a buscar un repuesto que ni siquiera habían probado bien. Young es un parche. Un fusible. Lo van a meter al Maracaná, uno de los estadios más cabrones del mundo, no porque se lo haya ganado con un proceso de desarrollo cuidadoso, sino porque los activos principales están rotos. ¿Y qué pasa con él cuando el titular de millones de dólares se recupere? ¿A alguien le importa su estado mental o la presión que lo está aplastando? Claro que no. Lo regresan a su caja, ya cumplió su función, hasta que falle otra pieza. Él no es una persona en esta ecuación. Es una variable. Es un número de inventario. Y en el momento en que sus estadísticas bajen, o llegue un modelo más “optimizado”, lo van a desechar con la misma velocidad con la que lo subieron.

¿A qué te refieres exactamente con esa ‘ideología de optimización’?

Es la creencia de que un ser humano puede ser perfeccionado, cuantificado y controlado como si fuera un programa de computadora o una máquina en una fábrica. Es el pan de cada día del siglo XXI aplicado al cuerpo. Cada pique se registra, cada caloría se cuenta, cada ciclo de sueño se monitorea. Los atletas ya no son artistas que juegan con instinto y pasión; son flujos de datos en un experimento masivo e interminable. Los entrenadores se convirtieron en analistas de datos, pegados a una pantalla, moviendo variables e ignorando el alma de la persona que tienen enfrente. Hablan de “manejo de cargas” y “métricas de rendimiento”, pero lo que en realidad están haciendo es arrancarle la humanidad al deporte. Están tratando de eliminar el azar, de resolver la hermosa y caótica ecuación del juego. Y en su arrogante búsqueda de esta perfección estéril, están creando atletas que son más frágiles, más propensos a romperse, porque un humano no es una máquina. No puedes optimizar un espíritu. Forzar un cuerpo a su límite matemático, día tras día, no crea resistencia. La pulveriza. La enfermería del São Paulo es la prueba irrefutable.

¿Y a dónde nos lleva todo esto? ¿Cuál es el final del camino?

El final es la deshumanización total del atleta. Es un futuro que se parece menos a un deporte y más a una distopía de ciencia ficción. Si los cuerpos humanos son tan ineficientes y se rompen tan fácil, ¿para qué seguir usándolos? El siguiente paso lógico para esta mentalidad obsesionada con la optimización no es un mejor entrenamiento; es un mejor hardware. Estamos hablando del atleta post-humano. ¿Para qué arriesgarse a un ligamento cruzado cuando puedes reemplazarlo con uno de fibra de carbono que se auto-repara? ¿Para qué preocuparse por la fatiga cuando puedes tener sangre infusionada con nanobots que transportan oxígeno? Edición genética para mejorar el crecimiento muscular, implantes neuronales para acelerar los reflejos… esto no es una locura. Es el destino hacia el que vamos a toda velocidad. Los clubes y las corporaciones tecnológicas te lo venderán como progreso, como la siguiente evolución del ser humano. Pero no lo será. Será la victoria final de la hoja de cálculo sobre el espíritu. Será el momento en que el atleta deje de ser una persona y se convierta, oficial e irrevocablemente, en un producto. ¿Esta crisis de lesiones del São Paulo? Es solo un adelanto, un vistazo desastroso y demasiado humano del problema que los ingenieros del futuro ya están chambeando para “resolver”. Y su solución debería darte pánico.

La Crisis de São Paulo Expone el Engaño del Deporte Moderno

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