Incendio Hong Kong: El Chivo Expiatorio y la Verdad Oculta
La Versión Oficial: Una Tragedia Limpia y Ordenada
Pon atención. Porque lo que te están vendiendo en los noticieros es un cuento bien armado, diseñado para ser simple, trágico y, lo más importante, contenido. Quieren que creas que el incendio espantoso que devoró ese rascacielos en Hong Kong, un verdadero infierno que se cobró al menos 94 vidas, fue un simple caso de negligencia empresarial. Una desgracia, sí, pero una con villanos claros y una solución fácil.
Los titulares te lo gritan en la cara. “¡Arrestan a Jefes de Constructora!”, declaran. Están pintando un cuadro de dos ejecutivos avaros, ahora enfrentando cargos de homicidio, como los únicos responsables de este desastre. Es la narrativa perfecta para el consumo público. Tienes a tus malos, tienes la acción policial rápida y tienes la promesa de justicia. El sistema funciona. ¿Ves? Problema resuelto.
Y también le están echando la culpa al bambú. Ese andamiaje icónico y ancestral que ha definido el perfil de Hong Kong por generaciones es ahora, de repente, el enemigo público número uno. Una reliquia. Una práctica peligrosa y obsoleta que necesita ser reemplazada por brillante, moderno y, claro, carísimo acero. El fuego, sugieren, podría “acelerar su fin”. Es otro moño bonito para adornar la historia. Culpemos a los jefes, culpemos al bambú. Caso cerrado. Todos pueden dormir tranquilos, seguros de que la causa raíz ha sido identificada y extirpada de un tajo.
Pero esa es la mentira. Es el cuento que te leen en la noche para que no veas al monstruo que se esconde debajo de la cama.
Lo Que No Te Están Diciendo: La Podredumbre Real
Porque la verdad nunca es tan pulcra. Y mis fuentes allá, gente que no puede hablar por miedo a perder su chamba o algo peor, me están contando una historia muy diferente. Esto no fue solo un accidente nacido del descuido de una empresa. Esto fue el síntoma de una enfermedad profunda y sistémica que se ha estado pudriendo en el corazón de la industria de la construcción y el desarrollo de la ciudad. Una enfermedad de corrupción, de compadrazgos y de poner las ganancias por encima de la gente, a la que se le ha permitido hacer metástasis durante años.
Los Chivos Expiatorios Perfectos
Hablemos de esos jefes arrestados. ¿De verdad te crees que dos individuos son el principio y el fin de todo esto? ¡Por favor! Ellos son los chivos expiatorios. Los corderos de sacrificio ofrecidos en el altar de la opinión pública para que la gente deje de hacer las preguntas más difíciles. Preguntas como: ¿quién firmó los permisos de seguridad? ¿Qué inspectores del gobierno se suponía que debían revisar esta obra? ¿Y qué tipo de presión tenían de los desarrolladores multimillonarios, los verdaderos dueños del proyecto, para abaratar costos y acelerar los tiempos?
Estos jefes son solo gerentes intermedios en una larga cadena alimenticia de codicia. Los verdaderos peces gordos, los que hacen llamadas y cenan con funcionarios del gobierno, sus nombres jamás aparecerán en un solo reportaje. ¿Y por qué? Porque ellos son el sistema. Ellos escriben las reglas y las doblan cuando les conviene a sus estados financieros. El arresto de estos dos es puro teatro. Pura pantalla de humo. Es una jugada clásica, y nos suena muy familiar en México, ¿verdad? Un desastre, unos cuantos detenidos para la foto, y los verdaderos responsables cenando en restaurantes de lujo. Es una distracción. Y una muy grande.
La Guerra Contra el Bambú es una Farsa
¿Y esta repentina cruzada contra los andamios de bambú? No me hagas reír. El bambú se ha usado para construir rascacielos en Hong Kong durante más de un siglo. Es fuerte, flexible y sostenible. Es un testamento a una increíble ingeniería tradicional. El problema no es el bambú en sí. Eso es como culpar al papel por una novela mal escrita.
El verdadero problema, del que nadie quiere hablar, es el fracaso total y absoluto en implementar protocolos modernos de seguridad contra incendios *alrededor* del bambú. ¿Dónde estaban las capas químicas ignífugas obligatorias? ¿Dónde estaban los sistemas de rociadores integrados en la estructura del andamio, una práctica estándar en muchas otras partes del mundo? ¿Dónde estaban los cortafuegos y los puntos de acceso de emergencia? No estaban. Y no estaban porque cuestan dinero. Cada peso gastado en seguridad es un peso menos en las ganancias de los desarrolladores en la cima de la pirámide. Así que se lo saltaron. Y se salieron con la suya porque los reguladores se hicieron de la vista gorda. Ahora, para cubrir sus huellas, están tratando de prohibir toda la práctica. ¿Y adivina quién va a ganar una fortuna con eso? Las grandes corporaciones de andamios de acero, que han estado presionando por esto durante años. Están usando esta tragedia como una oportunidad de marketing. Es asqueroso.
Los Números No Cuadran
Ahora, la parte más oscura de toda esta farsa. El número de muertos. La cifra oficial es de 94. Pero cada informe termina con la escalofriante frase: “con cientos de desaparecidos”. Cientos. Piensa en eso. No era un edificio residencial cualquiera; era una estructura masiva y compleja, probablemente llena de trabajadores, muchos de los cuales podrían haber sido inmigrantes indocumentados que vivían en la obra para ahorrar dinero. Gente sin papeles. Fantasmas en el sistema.
¿Crees que alguna vez escucharemos la cifra real? Ni de chiste. Un número de muertos de cientos sería una vergüenza internacional para un gobierno que ya lucha por su legitimidad. Sería admitir un fracaso catastrófico de supervisión a una escala que no podría ignorarse. Así que la cifra se mantendrá baja. Será manejada. Y esos “desaparecidos” se desvanecerán silenciosamente, borrados del registro oficial para proteger la imagen de la ciudad. La gente con la que he hablado en los servicios de emergencia susurra sobre números mucho, mucho más altos. Pero nunca lo dirán públicamente. No pueden.
Porque este incendio es más que un trágico accidente. Es un símbolo. Es la manifestación física de la podredumbre que se ha instalado. En una ciudad donde la disidencia política ha sido aplastada, las otras formas de supervisión —las que evitan que los edificios se conviertan en trampas mortales— también se han derrumbado. Cuando silencias a los que vigilan, los lobos se dan un festín. Y eso es lo que pasó aquí. Este infierno no fue encendido solo por una chispa en una obra, sino por años de codicia sin control y una cultura de impunidad. Y mientras pasean a sus dos chivos expiatorios frente a las cámaras, los verdaderos pirómanos siguen en sus salas de juntas, viendo los planos de su próximo proyecto.






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