El Buen Fin Es Una Farsa Corporativa Que Nos Tragamos

El Buen Fin Es Una Farsa Corporativa Que Nos Tragamos

El Buen Fin Es Una Farsa Corporativa Que Nos Tragamos

El Gran Engaño: Cómo nos robaron el aguinaldo

A ver, hablemos del “Buen Fin”. O de lo que sea esa cosa. Porque en algún momento, la idea de recibir tu aguinaldo, esa lana extra que te ganaste con el sudor de tu frente todo el año, se transformó. Dejó de ser una oportunidad para pagar deudas, ahorrar o darte un gusto merecido y se convirtió en la carnada para un circo de consumismo importado directamente de Estados Unidos. Es una copia chafa y descarada del Black Friday, pero con un nombre más “amable”. Y lo peor es que nos la tragamos entera. El “fin de semana más barato del año”. ¡Qué mentira tan grande!

Y ni siquiera esperan a que te depositen. Semanas antes ya te están bombardeando. Correos, anuncios en el Metro, comerciales hasta en la sopa, todos gritándote sobre “ofertas irrepetibles” y “meses sin intereses” que, seamos honestos, son la forma más rápida de empeñar tu futuro por un electrodoméstico que ni necesitabas. Es una farsa monumental.

La mentira de la “oferta única”

Pero lo más cínico es el truco. Tienes que ser muy ingenuo para no darte cuenta. ¿Esa pantalla que de repente tiene un 40% de descuento? Qué casualidad que dos semanas antes le subieron el precio un 30%. No es una oferta, es un insulto a tu inteligencia. Te están tomando el pelo. Te venden la ilusión de que eres un comprador astuto, un cazador de gangas, cuando en realidad eres la presa. Te meten en una espiral de urgencia artificial, te hacen sentir que si no compras AHORA, te vas a perder la oportunidad de tu vida. Y caes. Sales de la tienda con tres bolsas, una deuda a 18 meses y esa sensación hueca en el estómago de quien sabe que acaba de cometer un error. Porque no compraste felicidad. Compraste ansiedad a plazos. Las tiendas no te están haciendo un favor, se están burlando de ti mientras cuentan los billetes que antes estaban en tu cartera. Neta, es de dar coraje.

La Chinga Detrás de Tu “Descuento”

Pero el atraco a tu cartera es solo una parte del problema. Porque mientras la gente se vuelve loca en los centros comerciales, hay un costo humano que nadie quiere ver. ¿Te acuerdas de los empleados de las tiendas? Esas personas que tienen que aguantar jornadas de 12 o 14 horas, de pie, sin descanso, lidiando con clientes prepotentes y desesperados por un mugre celular. Ellos no tienen un “Buen Fin”. Para ellos es el fin de semana de la chinga monumental. Dejan a sus familias, comen parados y todo para ganar un sueldo miserable que no se compara ni de chiste con las ganancias millonarias que se embolsan los dueños de esas cadenas comerciales.

Les exigimos que sonrían mientras los tratamos como si fueran parte del mobiliario. Son el combustible humano que hace funcionar esta máquina de triturar quincenas. Y lo más triste es que lo hemos normalizado. Vemos su cansancio, su hartazgo, y simplemente lo ignoramos porque estamos demasiado ocupados buscando la siguiente “oferta”. Es una falta de empatía brutal, una desconexión total con la realidad de que tu “ahorro” está subsidiado por la explotación de otra persona.

Guerra Psicológica para tu bolsillo

Esto no es ir de compras, que te quede claro. Es un operativo psicológico diseñado para anular tu capacidad de pensar. Los anuncios con reloj en cuenta regresiva, los letreros de “¡ÚLTIMAS PIEZAS!”, la música a todo volumen… todo está calculado para generar pánico. Para que actúes por impulso, no por necesidad. Han convertido el acto de comprar en una competencia salvaje. Es una guerra contra tu propia fuerza de voluntad. Y cada vez que participas, que sacas la tarjeta para esa “promoción”, les estás diciendo a esos güeyes trajeados en sus oficinas de lujo que su plan funciona. Que somos así de fáciles de manipular. Que nuestro aguinaldo les pertenece. Lograron convencernos de que endeudarse es una tradición, casi un acto de celebración. ¡Qué locura! No necesitan un ejército para conquistarnos, solo necesitan ponernos un señuelo con descuento.

La Rebelión que nos Urge

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Dejamos de comprar y ya? No, eso es muy simple. El problema es más profundo. Se trata de una rebelión cultural. Se trata de mandar a volar este modelo consumista que nos vendieron como si fuera la gran cosa. La verdadera rebeldía empieza con una pregunta simple antes de comprar cualquier cosa: ¿Neta lo necesito? ¿O es que me han lavado el cerebro toda la vida con publicidad para que crea que lo necesito? Es una pregunta peligrosa, porque la respuesta casi siempre nos muestra lo manipulables que somos.

La verdadera revolución no es solo no ir al centro comercial durante el Buen Fin. Es empezar a crear nuestras propias tradiciones. Una tradición de apoyar el changarrito de la esquina, el mercado sobre ruedas, al artesano que vende sus productos en la plaza. Gente real, de nuestra comunidad, no una corporación sin rostro que nos ve como un número. Porque, seamos sinceros, esos gigantes comerciales no tienen ningún poder si no les damos nuestra lana. Cero. Pueden gritar sus ofertas falsas desde todos los espectaculares de la ciudad, pero su imperio se cae a pedazos si decidimos dejar de jugar su juego amañado.

El Colapso es Inevitable

Porque este sistema no da para más. Este ciclo de comprar porquerías baratas, usarlas dos veces y tirarlas a la basura es insostenible. Es un castillo de naipes construido sobre deudas impagables y un planeta que ya no aguanta más. Esto va a tronar. Y cuando truene, el futuro no será de los que consiguieron la mejor licuadora a meses sin intereses. El futuro será de los que supieron construir comunidad, de los que aprendieron a reparar, a crear, a conectar con otros de formas que no impliquen pasar una tarjeta de crédito. Así que allá ellos con su “Buen Fin”. Que los zombis se peleen por las migajas en los pasillos. La verdadera vida, el futuro de verdad, está en otro lado. Está cuando decides apagar el celular, guardar la cartera y simplemente convivir con tu gente. Inténtalo. Eso es lo único que nunca podrán poner en oferta.

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