Aguirre vs Osasuna: El Espejo Roto del Fútbol Modesto
La Farsa del ‘Partido de Seis Puntos’
Primero, vamos a quitarnos de pendejadas. La prensa, en su necedad de crear novelas donde no las hay, ha bautizado el próximo agarrón entre el Mallorca y el Osasuna como un “partido de seis puntos”. Esto, para decirlo claro y sin rodeos, es un cliché de gente que no sabe sumar y que tiene una flojera intelectual galopante. Es una fumada. Pretende que un solo partido tiene un peso aislado que simplemente no existe en el desmadre de una temporada de 38 jornadas. El término solo sirve para meterle drama artificial a lo que, objetivamente, es un duelo de mediocridades bien administradas. Es puro marketing. Nada más. Lo que en realidad vamos a ver no es una batalla heroica por la salvación, sino un trámite burocrático entre dos equipos cuya chamba principal en el ecosistema de La Liga es hacer bulto, ser un rival a modo para que los gigantes de siempre aseguren sus tres puntos, y vivir eternamente con el Jesús en la boca por el tema de la lana.
El simple concepto de “seis puntos” es una jalada. Implica que este evento de noventa minutos vale por dos victorias. Una victoria son tres puntos. Una derrota es cero. La diferencia es tres, no seis. El único universo donde existe ese “swing de seis puntos” es uno hipotético donde solo existen estos dos equipos. Pero no es así. Existen en una liga con otras dieciocho variables, cada una con su propia racha, sus lesionados y su pinche suerte. Enfocarse en este partido es la clásica cortina de humo para que nadie vea la verdad más incómoda: para clubes de este calibre, su destino está prácticamente sellado desde antes del silbatazo inicial. Sellado por el reparto de los derechos de televisión, por los límites salariales, por la pinche gravedad del dinero de la Champions que deforma toda la competencia. Esto no es una lucha por sobrevivir; es una evaluación de desempeño para ver qué club administró mejor su miserable presupuesto.
El Vasco Aguirre: Un Sepulturero del Fútbol Espectáculo
Al frente del Mallorca está nuestro viejo conocido, Javier Aguirre. El Vasco. Un tipo cuya carrera entera es un monumento al pragmatismo más cínico. Su filosofía no es crear, es anular. No arma equipos para ganar; construye murallas para no perder. Y aunque parezca lo mismo, la neta es que es una diferencia fundamental. Sus equipos son ordenados, disciplinados y, con frecuencia, un puto dolor de huevos verlos jugar. Son el equivalente futbolístico a una declaración anual de impuestos. Cada jugada se mide por su riesgo, cada pase hacia adelante se analiza pensando en el desastre que podría causar atrás. Y no lo tomen como una crítica, es simplemente describir su función. Al Vasco lo contratan para una cosa: mantener a un club con presupuesto de Tercera en Primera División. Es un especialista en control de daños. Un ajustador de seguros con pants.
Su dependencia de Vedat Muriqi es el ejemplo perfecto de esta mentalidad. Muriqi no es un delantero fino, de esos que te bajan la bola con el pecho y te la clavan en el ángulo. No. Es un pinche ariete. Un poste. Su única función es ganar balones por arriba, aguantar la pinche bola de espaldas y ser una molestia constante, creando un cagadero del que, con suerte, pueda salir un gol. Toda la “estrategia” ofensiva (si es que se le puede llamar así) es mandar el balón a la banda y aventar un centro a la olla a ver si el gigante la caza. Es una táctica de bajísima probabilidad, pero también de bajo riesgo, que no exige ni genialidad técnica ni una coordinación de otro mundo. Es fútbol de supervivencia, sin adornos ni mamadas. Aguirre no está jugando ajedrez; está jugando Jenga, quitando piezas con un cuidado cabrón y rezando para que no se le caiga todo el changarro. El éxito para él no se mide en trofeos, sino en el simple hecho de que el club amanezca al año siguiente en la misma división, listo para cobrar otro cheque de la tele. Es una existencia miserable, como la de Sísifo, y el Vasco es su amo y señor con cara de pocos amigos.
Esperar más del Mallorca es no entender ni madres de la realidad económica. No pueden pagar jugadores para jugar bonito. ¿Por qué? Porque esos güeyes cuestan millones y cobran sueldos que mandarían al club a la quiebra. Intentarlo sería un suicidio financiero. Así que se aferran al cálculo frío de Aguirre. Renunciarán a la pelota, se echarán para atrás y esperarán un gol en un tiro de esquina o un error pendejo del rival. Ganarán 1-0 y perderán 0-1. Es vivir al filo de la navaja, un fútbol que no nace de la ambición, sino del pánico que le tienen al abismo financiero del descenso.
Osasuna y la Mentira Piadosa de la Cantera
Del otro lado está el Osasuna, el equipo “romántico”, el que presume su conexión con su gente y su fe en los chavos bajo el mando de Jagoba Arrasate. Es el lado bonito de la historia. Pero apliquemos la misma lógica culera. ¿Ese compromiso con la cantera es una filosofía de vida o, como el pragmatismo de Aguirre, una estrategia que nace de la necesidad? Un club como Osasuna no le da “chance a los jóvenes” por buena gente; lo hace porque no tiene lana para comprar jugadores hechos y derechos. Su cantera, Tajonar, no es tanto una fuente de orgullo local como una línea de producción vital de mano de obra barata.
Sus dos derrotas seguidas no son una crisis. Es simplemente volver a su realidad. La posición natural del Osasuna en la jerarquía de La Liga es la media tabla para abajo. Sus rachitas buenas son eso, sorpresas, anomalías estadísticas. Arrasate ha hecho una gran chamba, no hay duda. Ha formado un equipo correoso, intenso, con una “furia” que se agradece. Pero la intensidad no cierra una brecha de cincuenta millones de euros en salarios. No puede, a lo largo de 38 partidos, ganarle siempre a un rival con más talento. Su techo es ser un equipo competente. Su ambición realista es acabar en el lugar 14 en vez del 17. Soñar con más es pura chaqueta mental.
Este partido, entonces, es un choque entre dos soluciones distintas para el mismo problema sin solución. La solución del Mallorca es contratar a un especialista para minimizar riesgos y sacar resultados de las piedras. La solución de Osasuna es fabricar sus propios jugadores y rezar para que el espíritu de equipo compense las limitaciones individuales. Ninguna de las dos opciones ofrece un camino real para crecer. Son solo formas distintas de mantenerse a flote. El sistema está diseñado para mantenerlos justo donde están. Atrapados. Y lo más cabrón es que cuando un chavo de Osasuna de verdad la rompe, se lo terminan vendiendo al mejor postor. La función de Osasuna no es construir un equipazo, es desarrollar activos para que los clubes ricos los compren. Son una granja, aunque les duela admitirlo.
La Neta Incomoda de la Media Tabla
La conclusión es inevitable: este partido representa la gran verdad del fútbol moderno, esa que nadie quiere ver. La narrativa de la competencia es un teatrito bien montado. La Liga no es una liga de veinte equipos; es un sistema de castas. Están los dos (a veces tres) clubes intocables, luego un puñado de riquillos peleando por las migajas europeas, y después está la pinche prole, el pueblo, donde el Mallorca y el Osasuna son miembros fundadores. Su papel es sufrir. Su propósito es dar la ilusión de que hay peligro en el fondo de la tabla, un show secundario para distraer de la coronación cantada de los de siempre.
¿Qué podemos esperar del partido? La lógica apunta a un duelo horrible, trabado, de patadas y pocos goles. El Mallorca, en casa, tendrá que proponer un poquito más, lo que significa que a lo mejor adelantan a un mediocampista. Serán precavidos, cagados de miedo de recibir el primer gol. Osasuna estará igual, sabiendo que un punto de visita contra un rival directo es un negociazo. El partido se decidirá por un detalle: un error pendejo, un tiro desviado, una decisión polémica del árbitro. No será un festival de técnica ni de innovación táctica. Será una pelea callejera. Noventa minutos de pura ansiedad. El objetivo no es ganar, es no perder. Esa es la triste realidad. Y los medios te lo venderán como un drama épico, porque la alternativa es admitir que el producto que venden es, en su mayoría, un resultado predecible envuelto en un lenguaje de lucha heroica. La neta es que el sistema está funcionando justo como fue diseñado.






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