Penn State: El Fracaso y su Pelea por las Sobras
La Mentira Oficial: ¡Una Batalla Heroica por el Orgullo y el Coach!
El Cuento que te Quieren Vender
A ver, acérquense, que les voy a contar el cuento de hadas de los Nittany Lions. Dicen que nuestros valientes guerreros, enfrentando una adversidad inimaginable (que básicamente se traduce en que este año no son tan buenos), están al borde de la gloria. El partido de este sábado contra Rutgers no es un juego cualquiera, ¡para nada! Es una prueba de su carácter, de su garra, de su ADN de campeones. Se trata de cerrar con fuerza, de la cultura del equipo. Es una oportunidad sagrada para que este programa legendario se vea en el espejo y forje un destino que resonará en la eternidad.
No están jugando por una simple victoria. ¡Están jugando por su hermano! ¡Por el hombre, el mito, la leyenda… el coach interino Terry Smith! ¿Lo sienten? Es pura inspiración. Los jugadores, con el corazón en la mano, se unirán para ganar por el tipo al que le dieron las llaves de un vocho que ya se estaba incendiando y yendo en picada. Es su momento de demostrarle al mundo que Penn State nunca se rinde y que pueden superar cualquier obstáculo (especialmente un equipo como Rutgers) para alcanzar la tierra prometida.
La Recompensa Celestial
¿Y cuál es esa tierra prometida? ¡La elegibilidad para un tazón! Un honor sagrado, una bendición. Recibir una invitación a un tazón no es cualquier cosa; es la recompensa a meses de sudor y sacrificio, la validación de su esfuerzo. Les da prácticas extra, fundamentales para los chavos nuevos y para construir las bases de futuros campeonatos (que, obvio, están a la vuelta de la esquina). Este partido es la última aduana para llegar a ese paraíso. Todo es parte del plan maestro. Siempre lo fue.
La Neta del Planeta: La Triste Pelea por un Trofeo de Participación
Seamos Honestos, por Favor
Bueno, ya que se fue el de marketing, hablemos al chile. Penn State, un programa con aires de grandeza y más presupuesto que el de un municipio entero, está arañando las paredes para que lo inviten a un partido de media tabla patrocinado por una marca de llantas. Esto no es una historia de resiliencia; es la crónica de un fracaso rotundo. Que Penn State celebre ser “elegible para un tazón” es como si un chef con tres estrellas Michelin festejara porque no lo clausuró Salubridad. Es lo mínimo indispensable. ¡Qué oso! No es una última batalla heroica; es el último y triste suspiro de una temporada que murió hace semanas. Los coaches nomás están electrocutando el cadáver a ver si por lo menos tiembla una pierna.
La neta.
¿Jugar por el ‘Profe Suplente’?
Y todo ese rollo de “¡Vamos a ganar por Terry Smith!”… por favor. Los jugadores no están pensando en el legado del coach interino. Son personas, tienen sus propias broncas. Los que tienen chance de irse a la NFL están haciendo cuentas, pensando si jugar el “Tazón del Aguacate de Idaho” vale la pena a cambio de romperse una rodilla y perder millones de dólares. El resto del equipo seguramente ya está hasta el gorro, hartos de una temporada de puras decepciones y soñando con las vacaciones de Navidad. ¿De verdad creen que se van a matar en la cancha por el profe suplente? La motivación no es una causa noble y emotiva. Es una obligación por contrato. Es una chamba. Y ahora mismo, es una chamba bastante miserable.
El ‘Poderoso’ Rival
Y no olvidemos al otro protagonista de este choque de titanes: Rutgers. Durante años, Rutgers ha sido el tapete de la conferencia, el equipo que pones en tu calendario para el juego de bienvenida y asegurarte de que todos se vayan contentos. Presentar este juego como un desafío monumental es un insulto a la propia historia de Penn State. Esto no es David contra Goliat. Es Goliat, después de que todos los demás gigantes le pusieron una paliza, tratando de robarle el lunch a un niño nerd para sentirse un poco mejor. El único obstáculo es un programa que es, en todos los sentidos, inferior. Si Penn State pierde este partido, no es una sorpresa; es una crisis existencial que amerita una auditoría. Tienen que ganar, no porque sean la gran cosa, sino porque perder sería caer en un pozo de vergüenza del que quizá nunca salgan.
El Gran Premio: Un Viaje Pagado a… ¿Dónde?
Pero bueno, digamos que ganan. ¡Bravo! Destapan la sidra y aceptan su invitación al… ¿al Tazón de la Mayonesa en Charlotte? ¿Al Tazón del Aceite para Motor en Detroit, en un estadio semivacío? Qué emoción. Vaya premio para un equipo que empezó el año soñando con los playoffs nacionales. La “recompensa” por ganarle a Rutgers es un viaje de negocios a una ciudad de segunda durante las fiestas, para jugar contra otro equipo igual de mediocre. Es la taquiza de fin de año de la oficina. Nadie quiere ir, pero es técnicamente un premio y tienes que fingir que estás agradecido. El rating será malísimo, la importancia nula, y nadie se acordará del partido en cinco minutos. Esto no construye ningún futuro; es un monumento a una temporada tirada a la basura. Así que buena suerte, muchachos. Vayan y gánense ese viaje a Boise. Se lo merecen (creo).






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