La Rendición de los Mavs Destapa la Farsa de la NBA

La Rendición de los Mavs Destapa la Farsa de la NBA

La Rendición de los Mavs Destapa la Farsa de la NBA

La historia de dos perdedores que la liga quiere que olvides

Vamos a dejar algo bien claro. Los trajeados en las oficinas de la NBA, los merolicos de la tele, toda esa maquinaria corporativa, no querían que vieras este partido. Dallas Mavericks contra Los Angeles Clippers. Un récord combinado de 10 ganados y 29 perdidos. Esto no es material para el horario estelar. No es LeBron contra Steph. Este es el básquetbol que barren debajo de la alfombra, el secreto sucio de una liga obsesionada con narrativas perfectas y duelos de superhéroes. Pero aquí es donde está la neta del planeta. Aquí es donde se expone la podredumbre.

Te vendieron un boleto para un juego de básquetbol, pero lo que te dieron fue una rendición cantada. Un circo, maroma y teatro. Y nadie está más encabronado por eso que la gente, la gente de a de veras, los que pagan estacionamiento y una chela carísima, los que fueron engañados para ver esta jalada.

La Entrega Anunciada: ‘Sacando la Bandera Blanca’

Estaba más que cantado antes del silbatazo inicial. Los titulares lo decían todo. ‘Sacando la bandera blanca’. Piensa en esas palabras. Eso no es periodismo deportivo; es el reporte de un campo de batalla. Fue una señal, un mensaje en clave para los apostadores, los insiders y cualquiera que pusiera atención de que este partido no era una competencia legítima. Los Mavericks, nos contaron, venían de una de sus ‘mejores actuaciones ofensivas’. ¡Qué chiste! Ese es el tipo de atole con el dedo que la liga te da para mantener la ilusión de que hay competencia. Tienes un buen juego, agarras vuelo, ¿no? ¡Pues no! En la NBA de hoy, un buen juego para un equipo perdedor es un problema. Les arruina el *verdadero* juego que están jugando: la carrera hacia el fondo del barril por una selección alta en el draft.

Esto no se trata de una mala noche. Se trata de una enfermedad del sistema. Un equipo con un récord de 5-15 tiene dos opciones: pelear con dignidad por los aficionados que todavía van a la arena, o tirar la toalla, traicionar a su ciudad y rezar por un salvador en la lotería del draft. La directiva de los Mavericks, bien cómodos en sus oficinas de lujo, tomaron la decisión por ellos. Mandaron a sus jugadores a la duela no a ganar, sino a cumplir con una obligación contractual. Es un asco. Es una traición al espíritu mismo de la competencia.

El Partido: Una Derrota Coreografiada

No necesitabas ser un experto para darte cuenta de lo que estaba pasando. Estaba clarísimo. El lenguaje corporal. Los pases flojos. La ausencia total y absoluta de rotación defensiva. Este no era un equipo que intentaba y fallaba; este era un equipo participando activamente en su propia destrucción. Los Clippers, que también andaban por la calle de la amargura con 5-14, parecían los Celtics del ’86 en comparación. ¿Por qué? Porque al menos ellos lo estaban intentando. Jugaban por orgullo, por su chamba. Los Mavericks solo cumplían con el trámite, moviéndose como actores en una obra mal ensayada.

Primer Cuarto: Se Marca la Pauta

El juego comenzó en el Intuit Dome, y los asientos vacíos contaban su propia historia. Los fans sabían. Huelen un partido arreglado a kilómetros. Dallas salió totalmente dormido, perdiendo el balón en sus primeras dos posesiones con pases que ni en la prepa se atreverían a hacer. No había energía. No había garra. Los Clippers, hay que decirlo, tomaron lo que les regalaron. Se pusieron arriba por 15 puntos antes de que se pidiera el primer tiempo fuera. La plática del coach de Dallas no parecía de estrategia; parecía más una sesión de terapia grupal. No hubo gritos, ni una súplica apasionada por echarle ganas. Puras miradas perdidas. Todos eran cómplices del engaño.

La Segunda Mitad: Un Insulto al Deporte

Si pensabas que no podía empeorar, no conoces la NBA moderna. La segunda mitad fue una clase magistral de ‘cómo perder sin que se note tanto’. Jugadores clave (y uso el término con mucha reserva para un equipo de 5-15) fueron a la banca con misteriosas y leves ‘lesiones’. Aventaron a los chavos al ruedo sin apoyo, poniéndolos en bandeja de plata para fracasar y que las estadísticas finales parecieran justificables. La ofensiva consistía en lanzar triples a lo loco al principio del reloj de tiro. Es una estrategia genial, la neta. Parece que *intentas* anotar, pero en realidad solo le estás devolviendo el balón al otro equipo de la manera más eficiente posible.

Este es el gran fraude que la liga y sus socios mediáticos nos están jugando. Han normalizado el ‘tanking’. Lo han disfrazado con términos que suenan muy acá, como ‘manejo de activos’ y ‘proceso de reconstrucción’. Llamémoslo por su nombre: es trampa. Es estafar a los aficionados que pagan su lana para ver una competencia real. Es pisotear la historia del deporte. Es hacer trampa a la idea misma de que te partes el alma en la duela cada noche, por el nombre que llevas en el pecho de la camiseta, no por la selección del draft que viene en el futuro.

El Panorama Completo: La Liga Corporativa Sin Alma

Este partido, este patético espectáculo en Inglewood, California, es un síntoma del cáncer en el corazón del deporte profesional. La liga se ha convertido en un instrumento financiero, una maquila de contenido para televisoras y sitios de apuestas. Los equipos ya no son instituciones cívicas; son activos en el portafolio de un multimillonario. Y cuando un activo tiene un bajo rendimiento, no intentas arreglarlo con trabajo duro y huevos. No, eso es para la plebe. Lo desmantelas. Orquestas una demolición controlada para maximizar su valor futuro a través de la lotería del draft. ¿Y los aficionados? Solo son números en un balance general. Los paisanos que viajan desde México para ver a sus ídolos merecen mucho más que este circo. ¿Los jugadores? Son solo peones, forzados a elegir entre su orgullo profesional y la estrategia cínica y a largo plazo de la oficina.

Te dirán que es una movida inteligente. Te mostrarán gráficas y análisis que prueban que ser verdaderamente malísimo es mejor que ser mediocre. ¿Pero qué hay del alma del juego? ¿Qué pasa con el niño en la tribuna que ve a sus héroes rendirse? ¿Qué pasa con el que compró su abono de temporada y gastó una billetiza para ver a su equipo perder a propósito? La élite no tiene respuesta para eso, porque no les importa. Están blindados de las consecuencias de sus decisiones. Ellos lo ven desde palcos de lujo, tuiteando sobre ‘el proceso’ mientras los verdaderos fans se van a casa sintiéndose como unos idiotas.

Este juego de Mavericks contra Clippers no fue solo un partido olvidable entre dos equipos malos. Fue un momento de claridad. Fue como si corrieran el telón para mostrarnos los engranajes feos y cínicos de la máquina. Nos están vendiendo un producto en el que ni ellos mismos creen. Y cuentan con que estemos demasiado distraídos con las clavadas y el drama de los súper equipos para darnos cuenta. Pero nos dimos cuenta. Vimos la bandera blanca. Y no lo vamos a olvidar.

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