El Cine de Hollywood Agoniza con sus Estrenos de Diciembre
No es una Cartelera Navideña, es un Grito de Auxilio
Escúchenme. Tienen que ponerme atención. Ya están sacando las listas, los artículos de “las imperdibles”, los avances brillantes con el peinado perfecto de Timothée Chalamet y la gente azul de James Cameron, y nos están vendiendo una fantasía. Pero la fantasía no está en la pantalla. La fantasía es que Hollywood está bien. Y no es cierto. Se está quemando. Esta cartelera de diciembre no es una demostración de poder artístico, es una venta de pánico, una liquidación total de una industria que ya no tiene ni la menor idea de lo que está haciendo y que ahora nomás está aventando carretadas de CGI y carnada para el Oscar a un edificio en llamas, esperando apagar el fuego con gasolina. Están desesperados. Se les nota.
Vean la evidencia, caray. Está ahí, a plena vista. Le llaman una “oferta variada”, un poquito de todo “para diferentes audiencias”. ¡Eso no es una estrategia! Eso es lo que pasa cuando ya ni sabes quién es tu público. Es un escopetazo en la oscuridad. Una película de ciencia ficción por aquí, una de terror sangriento por allá. Una novia vengativa. Ratas con traje. Es un caos. Es el manoteo de un ahogado, y todos estamos en la orilla nomás mirando, fingiendo que es un desfile. ¡No manchen!
El Fantasma de los Blockbusters de Antaño
Hubo un tiempo, no hace mucho, en que un estreno de diciembre significaba algo. Era un evento. Era la película grande, el trancazo cultural que se guardaban para fin de año, una película de la que todos, absolutamente todos, iban a hablar en la cena de Navidad. Era una experiencia compartida, algo que nos unía. ¿Y ahora? Puros fragmentos. Pedazos de un espejo roto. Nos dan “Avatar: Fuego y Ceniza”, la tercera parte de una franquicia cuyo momento cultural pasó hace quince años y que ahora mantienen viva con pura fuerza bruta tecnológica y la esperanza de que ya se te haya olvidado que la historia te vale un comino. Porque te vale. A nadie le importa. Solo recuerdas que el 3D estuvo chido alguna vez. Alguna vez. Están apostando toda la lana a la nostalgia por un efecto especial.
Esto no es contar una historia; es una demostración técnica. Un protector de pantalla de cientos de millones de dólares diseñado para hipnotizarte y hacerte creer que estás viendo algo nuevo cuando en realidad estás viendo la misma trama reciclada sobre colonialismo y naturaleza que ya estaba choteada desde la primera. Es la definición perfecta de un producto sin alma, diseñado en una junta para exprimirle hasta el último centavo a los mercados internacionales que valoran más el espectáculo que la sustancia, y el hecho de que esta sea su carta fuerte para las fiestas es una prueba aterradora de dónde estamos parados. Es el equivalente cinematográfico de comer comida de astronauta. Te mantendrá vivo, pero a qué costo.
La Estrella Creada por Algoritmo y la Trampa del Prestigio
Y luego está la otra cara de la moneda. La carnada. El anzuelo. En esta esquina, tenemos la nueva película de Timothée Chalamet, diseñada con precisión de laboratorio para asegurar nominaciones a premios. No se dejen engañar. Esto no es arte luchando por sobrevivir; es un movimiento calculado en un tablero de ajedrez. Los ejecutivos del estudio ya corrieron los números. Vieron los datos demográficos, la interacción en redes sociales, los edits de los fans. Saben que cierto tipo de película, con cierto tipo de actor, estrenada en cierta época del año, le pega justo al gusto de los críticos y los votantes de premios que se mueren por sentirse relevantes. Es una actuación de prestigio.
Es un círculo vicioso de autocomplacencia. La máquina crea una estrella, luego la máquina crea una película para esa estrella que está diseñada para ser aplaudida por la misma máquina. Chalamet es un chavo talentoso, claro, pero se ha convertido en el símbolo de algo estéril y seguro. Es el actor “indie” que fue tan absorbido por el sistema que su presencia ya no se siente como una decisión artística, sino de marketing. Le pulieron todas las asperezas. El punto no es contar una historia vital; es generar ruido y coleccionar estatuillas doradas para poner en una repisa y justificar la existencia del estudio un año más. Qué gacho. Es un cascarón vacío, hermoso y bien actuado, pero vacío.
El Nicho es la Nueva Nada
Entonces, ¿qué queda? ¿Qué hay en medio? Nada. Un vacío. En su lugar, nos ofrecen estas supuestas “joyas de género”. Las películas de autor. Las cositas raras como “Marty Supreme” o lo que sea que estén vendiendo como la alternativa “cool”. Pero esto no es un ecosistema sano. Esto es fragmentación. La atomización del público. Hollywood perdió la capacidad de crear un texto cultural que nos una a todos, así que ha recurrido a la micro-segmentación. Están haciendo películas para grupitos súper específicos, esperando que si algunas de estas pequeñas apuestas funcionan, cubrirán las pérdidas de sus blockbusters gigantes y tontos.
Una novia vengativa, estafadores. Suena interesante, pero es una señal de debilidad. Demuestra que ya no pueden hablarle a todos. Solo pueden hablarle a algunos. A ti. Específicamente a ti, con tus gustos curados por el algoritmo de Netflix y tus foros de nicho. Renunciaron a la plaza pública y ahora solo gritan en miles de cuartitos diferentes. Esto no es un renacimiento de la creatividad. Es la balcanización final de la cultura antes de que todo se derrumbe en un polvo fino de contenido desechable y sin sentido. Es un buffet donde cada platillo es de un restaurante diferente y ninguno es muy bueno, pero como hay mucho, sientes que vale la pena mientras te mueres de hambre lentamente. Ya basta.
La Llamada a Escena Final se Acerca
Esto es todo. Es el final del juego. Están contra las cuerdas y lo saben. El streaming les destripó el negocio, la fatiga de superhéroes ya es real, y las nuevas generaciones prefieren ver un video de 30 segundos en su celular que sentarse en un Cinépolis a oscuras durante tres horas. La encuesta esa de las películas de diciembre no es una dinámica divertida; es un estudio de mercado hecho en un estado de pánico absoluto. Nos están rogando. “¡Por favor, díganos qué quieren! ¡Haremos lo que sea! ¡Pero por favor, por favor regresen!”
Pero no vamos a regresar. No como ellos lo necesitan. El sueño compartido se acabó. La magia se fue. Este diciembre no es un regreso triunfal para Hollywood. Es un fantasma arrastrando sus cadenas. Es una súplica frenética, sudorosa y desesperada por ser relevante en un mundo que ya siguió adelante. Vean estas películas si quieren, pero no se atrevan a creerse el cuento. No están viendo la celebración de un arte. Están viendo un funeral.






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