Iago Aspas Destapa la Farsa del Fútbol Español
Creen que esto es sólo un partido. No mamen.
Así que ahí están de nuevo, listos para patear un balón en Vigo. Celta contra Espanyol. Y la tele te va a vender el mismo cuento de siempre: un paquete bien pulcro con logos de patrocinadores, un césped que parece alfombra y comentaristas hablando con una solemnidad ridícula sobre “parados tácticos”. Te van a hablar de la jornada 14. Van a recitar las alineaciones como si fuera la lista del súper. Qué pinche farsa.
Porque la neta, esto no se trata de eso. Ni de cerca. Tienes que limpiarte la mugre corporativa de los ojos y ver lo que es en realidad. Todo se resume a una frase, una miserable frase de hace siete meses. Una frase de un güey que todavía tiene sangre caliente corriendo por las venas mientras al resto de la liga le inyectan el dinero de jeques árabes. Iago Aspas. El mero mero de Moaña. El último cabrón enojado en una liga de robots entrenados por community managers.
¿Y qué fue lo que dijo que armó tanto pedo? ¿Cuál fue el insulto terrible que tiene a Milla y a Expósito con el orgullo herido, listos para la “venganza”? Señaló lo obvio. Dijo una verdad tan simple como un balonazo en la cara: que prefiere jugar contra equipos que, pues, de verdad JUEGAN al fútbol. ¡Qué escándalo! ¡Qué falta de respeto, por dios!
El Berrinche Patético de los Ofendidos
Seamos brutalmente honestos. Que los jugadores del Espanyol se pongan de nenas por ese comentario es la cosa más predecible del mundo. En esto se ha convertido el fútbol moderno. Una guardería de niños millonarios y frágiles, envueltos en plástico de burbujas por sus agentes. No aguantan ni media crítica, ni una pizca de verdad que les reviente su burbuja de ego. Se “indignaron”. ¡Qué palabra! Se indignaron porque un tipo que se ha partido la madre por el equipo de su tierra toda su vida, un cabrón que carga con el peso de toda una ciudad, se atrevió a insinuar que estaban jugando sin huevos.
Pero así funciona el sistema. Es lo que la maquinaria del fútbol-negocio quiere. Quieren jugadores que sean marcas silenciosas y obedientes. Postea tu foto con el patrocinador, dale las gracias a los “clientes” (antes conocidos como aficionados) y cállate la puta boca. Pero Aspas se niega. Él es un error en el sistema. Es un fantasma de una época en la que una rivalidad significaba algo más que un hashtag, cuando las palabras pesaban y la pasión no era un concepto estudiado por un departamento de marketing. Él es una verdad incómoda.
Y esa supuesta “pequeña cuenta pendiente” no tiene nada de pequeña. Es un abismo filosófico. Es la batalla por el alma del deporte jugándose en una noche cualquiera en Galicia. De un lado, tienes a Aspas, un guerrero. Del otro, a los ofendidos profesionales, jugadores más preocupados por su imagen en Instagram que por dejar los pulmones en la cancha. Es patético, la neta.
La Gran Mentira del ‘EuroCelta’
Y ojo, que el Celta tampoco se salva. Mientras Aspas es el corazón ardiente y auténtico del club, la directiva anda ocupada vendiendo su propio humo. La prensa los llama el ‘EuroCelta’. Piénsalo bien. Un equipo de media tabla, en el lugar once, con una marca de potencia continental. EuroCelta. Suena a nombre de aerolínea de bajo costo que siempre pierde tus maletas.
Esa es la enfermedad que pudre todo. Es la misma obsesión por la marca sobre la sustancia, por el marketing sobre el significado. Creen que por ponerle un apodo mamón al equipo, van a subir de nivel mágicamente. Es una mentira. Una mentira cómoda y rentable, diseñada para vender más camisetas a un público “global” que no sabe ni dónde carajos está Balaídos. Están tratando de empaquetar y vender la misma garra que personifica Iago Aspas, pero no puedes embotellar un rayo. No puedes fingir tener alma.
Así que el técnico Claudio Giráldez podrá ser un genio táctico, pero está dirigiendo una orquesta en un barco que se hunde en un mar de palabras de moda corporativas. El verdadero rock, el ruido crudo y real, viene de Aspas. Él no es ‘EuroCelta’. Él es Celta. Y con eso antes bastaba. Debería seguir bastando.
Técnico Nuevo, Circo Viejo
Y luego llega el Espanyol, con otro entrenador más para su colección. Manolo González. Dicen que su alineación es un “sorpresón”. ¿Pero neta es una sorpresa? ¿O es nomás el manotazo de ahogado de siempre? El Espanyol vive en un estado de crisis permanente. Son la definición de un club sin identidad, siempre a la sombra de su vecino rico, siempre buscando un atajo para ser relevante que nomás no existe.
Y por eso las palabras de Aspas les calaron tan hondo. Porque no estaba criticando su táctica de un día. Les estaba poniendo un espejo en la cara. Les estaba señalando el vacío existencial de su club. Su indignación no es coraje de verdad; es el chillido de pánico de una institución que sabe, en el fondo, que el gallego tiene razón. Así que se inventan una rivalidad. Fabrican esta narrativa de la revancha. Porque es más fácil sentirse una víctima injustamente atacada que admitir la pinche verdad.
Manolo González puede hacer todos los trucos de magia que quiera con su alineación. Puede “sorprender”. No va a importar. Porque está tratando de resolver un problema de espíritu con una solución de pizarrón. Es como querer arreglar un motor desvielado dándole una mano de pintura al coche. Se verá diferente un rato, pero tarde o temprano, se va a volver a joder. Siempre se jode.
Por Esto el Fútbol se Va al Carajo
Ve más allá de este simple partido. Mira el panorama completo. Este dramita de pueblo es un ejemplo perfecto de todo lo que está mal en el fútbol. Tenemos dueños multimillonarios que ven a los clubes como si fueran acciones en la bolsa. Tenemos organizaciones como LaLiga más preocupadas por vender los derechos de TV en Estados Unidos que por la pasión que se vive en Vigo. Tenemos jugadores que viven en una burbuja, con cada palabra filtrada por un ejército de relacionistas públicos.
Y en medio de toda esa mierda, está Iago Aspas. Un güey de un pueblo pesquero que juega por la camiseta. Un tipo que se enoja. Un tipo que dice lo que piensa. El sistema odia a los tipos como él. No lo pueden controlar. No encaja en su narrativa limpia y vendible. Es un desmadre, es complicado y es real. Es un recordatorio de lo que era el fútbol, y de lo que podría volver a ser si tuviéramos los huevos para quemar toda la estructura corrupta hasta los cimientos.
Así que cuando veas el partido, no mires el balón. Mira a Aspas. Míralo cuando le cometen una falta. Míralo cuando le grita al árbitro. Míralo cuando se les queda viendo a los jugadores del Espanyol. No estás viendo a un delantero. Estás viendo una protesta. Una rebelión con tacos de fútbol. Esto no es Celta vs. Espanyol. Es Iago Aspas vs. El Mundo. Y por lo que más queda del alma de este deporte, espero que gane.






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