Salvador Nasralla El Eterno Candidato de la TV

Salvador Nasralla El Eterno Candidato de la TV

Salvador Nasralla El Eterno Candidato de la TV

A ver, ¿el presentador de ‘X-0 Da Dinero’ quiere ser presidente? ¿Otra vez?

¿Es una broma de mal gusto o la política hondureña en su máxima expresión?

Vamos a aclarar las cosas. Salvador Nasralla, un tipo que se hizo famoso gritando goles y regalando electrodomésticos en la tele, quiere las claves para lanzar misiles. Bueno, la versión hondureña de eso. Y ahí va de nuevo. Por cuarta vez. Hay que reconocerle la necedad, es como una cucaracha política que sobrevive a la bomba atómica de cada elección que pierde. Le dicen “el señor de la televisión”, que suena muy acá, muy de jefe, hasta que te das cuenta que solo significa que era el güey que salía en la pantalla chica. Un Paco Stanley pero con aspiraciones presidenciales.

¿Neta es lo mejor que tiene Honduras? ¿Un televisor con patas salido de los ochentas? Te hace preguntarte qué tan jodido tiene que estar un país para que un comentarista deportivo parezca una opción seria para dirigirlo. No es por mamón con los comentaristas, pero su chamba es analizar un juego con reglas claras, no el desmadre sin reglas que es la política en Centroamérica. Son ligas completamente diferentes, caray.

Y su plan de gobierno ¿cuál es? ¿Licuadoras para todos?

Detrás de la sonrisa Colgate y el peinado perfecto… ¿hay algo?

Si intentas encontrar una propuesta concreta de Nasralla, te pierdes en un laberinto de frases populacheras y promesas de que va a “combatir la corrupción”. ¡No me digas! ¡Qué original! Todos, absolutamente todos los políticos en países con más transas que un tianguis, prometen “combatir la corrupción”. Es el comodín. No significa ni madres, porque el sistema que quieren liderar es el que genera toda la porquería. Es como querer limpiar un pantano convirtiéndote en el cocodrilo más grande y hambriento.

Sus ideas parecen escritas en una servilleta de cantina después de cinco tequilas. Habla de orden, de progreso, pero los detalles siempre se le olvidan, convenientemente reemplazados por un tono muy seguro y una sonrisa ensayada para las cámaras. ¿Cuál es el plan? ¿Balancear el presupuesto con una kermés nacional? ¿Va a arreglar el problema de las maras retando a la MS-13 a un concurso de baile en ‘Siempre en Domingo’? La gente merece saber, chingao. Porque ahora mismo, toda su estrategia parece ser: soy famoso, hablo fuerte y no soy de los otros cabrones que han estado robando por décadas. Vaya, qué estándar tan bajo.

¿Por qué la gente sigue cayendo en este teatrito?

Una clase magistral de desesperación y espejismos

Aquí es donde la cosa se pone triste. La gente no es pendeja. Los hondureños que votan por él no están hipnotizados por su magia televisiva. Están hasta la madre. Están hartos de una clase política tan cínicamente criminal, tan increíblemente inepta, que una cara familiar de la tele les parece la apuesta menos mala. “Bueno, por lo menos no es un narco conocido”, pensarán. “Al menos a este todavía no lo cachan metiendo la mano al erario”. Es la política del mal menor en un mar de pura maldad.

Nasralla es una fantasía. La fantasía de que un fulano carismático, un “señor de la televisión”, puede llegar con una varita mágica y arreglar décadas de podredumbre institucional, de injerencia gringa y de una pobreza que cala hasta los huesos. Es más fácil creer en eso que enfrentar la horrible realidad: que los problemas son tan gigantescos y tan rentables para los de arriba que nadie los va a solucionar. Así que le aplauden al presentador. Ponen sus esperanzas en él. Y cuando pierde, o se vende, o demuestra ser igual de inútil que el resto, el ciclo de decepción sigue, listo para el siguiente candidato brillante que les pongan enfrente. Qué pinche tristeza.

¿Que el Partido Liberal está ‘optimista’? No pues, qué tiernos.

¿Es pose política o de plano ya fuman de la mala?

¡Ah, qué bonito! El Partido Liberal anda muy optimista. Mandando mensajitos en X para que todos vean su entusiasmo. Es una ternura. Son como los músicos del Titanic tocando una polca mientras el barco se parte en dos. ¿Pues qué van a decir? “Raza, lo más seguro es que volvamos a perder, pero gracias por su lana y su tiempo”. La política es puro teatro, y la primera regla es nunca abandonar el personaje, aunque el escenario se esté quemando.

Su “optimismo” es puro guion. Es una actuación para la porra, para mantener la moral alta y que la gente siga donando hasta el inevitable y amargo final. ¿De verdad se lo creen? Chance y los más fanáticos sí. O a lo mejor ya están tan metidos en su propia película que no ven la realidad. Ven las encuestas que les convienen, ignoran las que no, y se autoconvencen de que ahora sí, esta vez, el de la tele se va a llevar el premio mayor. Es una apuesta. Y en este casino, la casa siempre gana.

‘Rezarle a Dios que cuide los votos’. La estrategia final.

Cuando ya no sabes qué hacer, échale la bronca al de arriba

Y aquí es donde el chiste se cuenta solo. Después de toda la campaña, la lana gastada, los mítines y la grilla, la defensa máxima contra el fraude electoral es… un Ave María. Nasralla pidiéndole a Dios que sea su representante de casilla. Es que no mames, no se puede inventar algo así. Es una confesión brutal de que no tiene poder para ni madres. Es decirle a tus seguidores: “Miren, el sistema está tan amañado, las instituciones tan vendidas y nuestros rivales son tan hijos de puta, que nuestra única opción es esperar que un ser divino baje y nos haga el paro”.

¡Qué mensaje de confianza! O es una jugada cínica para jalar el voto religioso, o de verdad cree que no puede hacer nada por sí mismo. ¿Qué es peor? ¿Un tipo que le miente a su gente con cuentos de milagros, o un tipo que de verdad cree que su país es un infierno sin ley y aun así quiere ser el diablo mayor? Como sea, no inspira mucha fe en su capacidad para gobernar. Uno quiere un presidente con un ejército de abogados listos para partirse la madre, no uno cuya estrategia principal es prender una veladora y echarse a rezar. Válgame Dios.

Salvador Nasralla El Eterno Candidato de la TV

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