Los Rankings del Football Colegial Son un Fraude
La Gran Ilusión de los Sábados por la Tarde
A ver, que alguien me explique. Texas A&M, el consentido de los que votan en las encuestas durante dos meses, de repente se cae del top cinco. ¿Por qué? ¿A sus jugadores se les olvidó cómo se juega esto de un día para otro? ¿O es que el guion de su telenovela simplemente ya no vendía? Los “expertos” y comentaristas que arman el ranking de la Associated Press quieren que te tragues el cuento de que esto es una meritocracia, un conteo puro de victorias y derrotas donde los mejores equipos suben como la espuma. ¡Qué sarta de mentiras! Esto no es un deporte; es un show de televisión prefabricado, y los rankings no son más que las notas del director que mandan los productores ejecutivos de ESPN y FOX.
Necesitaban una nueva trama, un nuevo protagonista. La historia de A&M ya aburría. Y así, de la nada, ¡pum! Para afuera. ¿Y quién sube? Oregon. Qué conveniente, ¿no? Justo cuando su conferencia, la PAC-12, está con el agua al cuello, tratando de demostrar que todavía existe en un mundo dominado por la SEC y el Big Ten, de repente los Ducks parecen invencibles después de ganarle a Washington. Es un empujón fabricado para mantener al mercado de la costa oeste pegado a la tele, para dar la ilusión de que hay competencia nacional. Denles un héroe. Denles un contendiente. Es bueno para el negocio, para la lana.
La Maquinaria de Humo y Espejos
Ohio State “consolida” su estatus de No. 1. ¿Y eso qué diablos significa? ¿Acaso son más “número uno” que la semana pasada? Claro que no. Es puro lenguaje de marketing, una frase vacía diseñada para reforzar una marca. Ohio State es una acción de primera, un cheque al portador. Son una máquina de rating, una vaca sagrada que las televisoras necesitan que gane para justificar los contratos millonarios que firmaron. Así que los votantes de la AP, que en su mayoría trabajan para las mismas empresas de medios que se benefician de estos acuerdos, obedientemente los ponen en la cima. Es un círculo vicioso. ¿De verdad crees que un reportero de un periodicucho en Columbus va a arriesgar su chamba y su acceso al equipo votando en contra de la máquina de hacer dinero local? No manches.
Y luego tienes el cuento de hadas de la semana: Texas Tech. ¡Su ranking más alto en 17 años! Qué bonito. Una palmadita en la espalda para los actores de reparto. Déjenlos que tengan su momento de gloria, que sus fans compren unas cuantas playeras más y sintonicen el juego importante antes de que, inevitablemente, se los den de comer a uno de los equipos poderosos de siempre. Es un movimiento calculado para mantener la fantasía de que cualquiera puede llegar. ¡Miren! ¡Sí se puede! No, no se puede. Pueden rentar un lugar en el top diez por una o dos semanas, pero el lugar no es suyo. Esa propiedad pertenece a unos pocos elegidos, y la encuesta AP es el cadenero de la discoteca, asegurándose de que los gorrones no se queden mucho tiempo.
Sigue el Pinche Dinero
No puedes analizar el football colegial gringo sin entender, con un cinismo brutal, por dónde se mueve la lana. El ranking AP no es una lista de equipos de football; es un reflejo directo de los contratos de televisión y la influencia de los patrocinadores millonarios. Cada puesto es un instrumento financiero. Un ranking en el top cinco no solo significa que eres bueno; significa que eres rentable. Significa que tu marca jala gente. Significa invitaciones a los tazones (bowl games) más lucrativos, lo que se traduce en pagos masivos para las conferencias. Es el motor que mueve toda esta empresa corrupta.
¿Por qué la SEC se expandió para incluir a Texas y Oklahoma? ¿Fue por amor al deporte y las rivalidades históricas? ¡Por favor! Fue una compra hostil de dos de los mercados televisivos más grandes del país. Fue una jugada para crear una súper-conferencia tan poderosa que ESPN pudiera justificar darles un cheque en blanco. Ahora, cada semana, la narrativa de los medios tiene que proteger esa inversión. Por eso ves que los equipos de la SEC reciben el beneficio de la duda, cayendo solo unos pocos lugares después de una derrota, mientras que un equipo de una conferencia menos poderosa se hundiría en la miseria por el mismo resultado. Los votantes no están calificando el juego; están protegiendo el portafolio de sus jefes.
Los Titiriteros que Mueven los Hilos
¿Y quiénes son estos votantes? Simples periodistas deportivos. Gente que depende del acceso a entrenadores y jugadores para hacer su trabajo. Viajan con los equipos, comen en los mismos buffets de prensa y crean relaciones. ¿Honestamente crees que son observadores imparciales? Son parte de la maquinaria, engranajes en el aparato promocional. Un voto amigable para el equipo local asegura que el entrenador te dé una exclusiva más tarde. Un voto que apoya la narrativa de la conferencia hace que tu fuente de trabajo sea más relevante a nivel nacional, lo que es bueno para tu carrera. Es una transacción sucia y silenciosa que ocurre cientos de veces cada domingo por la mañana.
¿Y qué hay de los “boosters”? Los multimillonarios en los palcos de lujo que inyectan cantidades obscenas de dinero en estos programas. ¿Crees que no tienen línea directa con los medios? ¿No crees que un magnate petrolero en Texas puede hacer un par de llamadas a un ejecutivo de medios con el que juega golf y “sugerir” que su equipo no está siendo tratado de manera justa en los rankings? Esto no es una teoría de conspiración; son negocios. La encuesta AP es uno de los sistemas más fácilmente manipulables y comprometidos de todo el deporte. Tiene la apariencia de ser algo oficial, pero la integridad de una bolsa de papel mojada. Es una herramienta usada por los poderosos para cimentar su poder, para crear una profecía autocumplida donde los equipos que ellos quieren que estén en la cima, terminan en la cima.
El Colapso Inminente de la Farsa
Todo este teatro es insostenible. La fachada del amateurismo se está desmoronando más rápido de lo que pueden repararla. Con la llegada de los acuerdos NIL (Nombre, Imagen y Semejanza) y el portal de transferencias, el sistema se ha convertido básicamente en una liga semiprofesional sin tope salarial y con cero regulación. El dinero ya no está bajo la mesa; está a la vista de todos, y está haciendo que la corrupción inherente del sistema de rankings sea aún más evidente y absurda.
Ahora, el éxito de un equipo no se trata solo de entrenadores o reclutamiento; se trata de qué colectivo de dueños de concesionarias de autos puede juntar el fondo más grande para comprar a los mejores jugadores. ¿Cómo puede el ranking AP fingir que califica a los equipos por mérito cuando el campo de juego está tan grotescamente desequilibrado? Un ranking alto ahora es solo un anuncio para el fondo NIL de un programa. ‘Ven a jugar con nosotros, llega al top 5, y nuestros patrocinadores te harán millonario’. Ese es el verdadero discurso de reclutamiento. Los partidos son casi secundarios a las transacciones financieras que permiten.
Una Liga de Desarrollo de la NFL Disfrazada
Lo que estamos viendo es la muerte lenta y dolorosa del football colegial como lo conocíamos y el nacimiento de otra cosa. Un monstruo. Las súper-conferencias, la SEC y el Big Ten, están en un camino inevitable hacia la separación total de la NCAA. Formarán su propia liga, un gigante de 30 o 40 equipos, y firmarán su propio contrato de televisión exclusivo y absurdamente grande. ¿Y qué hará el ranking AP entonces? Hará lo que siempre ha hecho: servir a sus amos. Clasificará a los equipos dentro de esa nueva liga, fabricando drama y promoviendo los enfrentamientos más rentables tal como lo hace ahora.
Equipos como Texas Tech, que obtienen su breve momento de gloria, se quedarán fuera, relegados a una división inferior de equipos que ya fueron o que nunca serán. La encuesta nunca fue para ellos. Solo los usaron como un accesorio temporal en el gran espectáculo. Todo el sistema —los rankings, los tazones, la ridícula noción del ‘estudiante-atleta’— es un castillo de naipes construido sobre una base de mano de obra barata y derechos de transmisión. El viento está empezando a soplar fuerte. Ya se puede oír cómo cruje todo. No te sorprendas cuando se venga abajo. Solo asegúrate de saber quién te vendió el boleto para ver el derrumbe.






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