La Farsa del Triunfo de Cincinnati Revela Corrupción

La Farsa del Triunfo de Cincinnati Revela Corrupción

La Farsa del Triunfo de Cincinnati Revela Corrupción

El Arte de la Victoria Falsa

Un Ensayo Pagado con Billetiza

A ver, no nos hagamos tontos. El marcador final dice Cincinnati 76, Tarleton State 58. Una victoria cómoda, sin despeinarse. Un “calentamiento” perfecto antes del verdadero agarrón, el Crosstown Shootout contra Xavier. Kerr Kriisa se aventó 20 puntos, Day Day Thomas metió 19. Todo salió según el guion. Las noticias locales dirán que fue una actuación sólida, que el equipo llega con todo. Pero esa es la historia que te venden, la que imprimen en los boletos y te repiten hasta el cansancio en la tele. La verdad es mucho más cochina, más cínica. Esto no fue un partido de básquetbol. Fue una transacción comercial, una obra de teatro cuidadosamente montada para dar la ilusión de competencia, pero asegurando un resultado predeterminado para el beneficio del departamento atlético de la universidad, sus socios televisivos y las casas de apuestas que se alimentan de este drama fabricado. Una farsa total.

Esto es lo que en el bajo mundo del deporte gringo llaman un “buy game” o “juego de garantía”, y es uno de los secretos a voces más sucios del deporte colegial. La Universidad de Cincinnati, con su presupuesto atlético monstruoso inflado por derechos de transmisión y donaciones de exalumnos ricos, básicamente le pagó a la Universidad de Tarleton State una muy buena lana (hablamos de cientos de miles de dólares) para que volaran a su equipo por todo el país con el único propósito de perder. Tarleton State, un programa mucho más modesto, necesita ese dinero como el aire. Lo necesitan para financiar sus propios deportes, para becas, para mantener el changarro abierto. Así que aceptan ser el patiño de la noche, el saco de boxeo para un programa de los “Power Five” que busca inflar su récord, mejorar las estadísticas de sus jugadores y vender unos cuantos boletos extra en una noche de lunes cualquiera. Es una relación depredador-presa, disfrazada de espíritu deportivo. Qué asco.

Ponte a pensar en lo que eso le hace a la integridad del deporte. Convierte la temporada regular, especialmente la parte fuera de la conferencia, en un chiste de mal gusto. Los equipos no arman un calendario para ponerse a prueba; están armando un portafolio de victorias garantizadas para impresionar al comité de selección del Torneo Nacional. Es dopaje financiero. Cada rebote sin marca, cada canasta fácil contra un oponente superado en talento y tamaño está manchada por el hecho de que este “partido” fue comprado y pagado. Los jugadores lo saben (aunque no lo puedan decir), los entrenadores por supuesto que lo saben (ellos lo arreglaron), y los aficionados, si fueran honestos consigo mismos, también lo saben. Simplemente prefieren hacerse de la vista gorda porque es más fácil festejar una paliza que enfrentar los cimientos podridos sobre los que está construido todo este circo.

El Único Partido que Importa

Todo por el Negociazo del Clásico

Entonces, ¿para qué orquestar esta payasada? ¿Para qué traer a un equipo que sabes que vas a aplastar? La respuesta es simple y siempre es la misma: dinero y marketing. El único propósito del numerito contra Tarleton State fue servir como un vehículo promocional de quinta para el único partido que realmente importa en el calendario de Cincinnati: el Crosstown Shootout contra Xavier. Ese partido es el producto real. Esa es la guerra civil, la rivalidad que incendia una ciudad y, más importante aún, genera ratings masivos y patrocinios millonarios. Todo lo demás es puro relleno. La victoria contra Tarleton State es un punto de discusión fabricado, una forma para que los comentaristas el viernes digan: “Cincinnati llega encendido a este clásico, fresco de una victoria dominante de 18 puntos”. Convenientemente, omiten la parte donde esa victoria fue comprada de un catálogo de víctimas dispuestas.

Este es el manual del deporte colegial moderno. No te arriesgas a una derrota, y al posible golpe a tu marca (y a la venta de boletos), justo antes de tu evento estelar. No. Agendas a un rival a modo. Creas una falsa narrativa de que el equipo está enrachado. Es una estrategia de marketing cínica que trata a los aficionados como si fueran idiotas y devalúa el concepto mismo de competencia. La presión sobre estos programas es brutal. Una derrota contra un equipo don nadie podría apagar el entusiasmo para el juego contra Xavier, lo que significaría menos televidentes, tarifas de publicidad más bajas y menos playeras vendidas. Es un efecto dominó que comienza con una sola decisión corrupta en la planeación del calendario.

El Crosstown Shootout no es solo un partido; es un motor económico para dos universidades. Se trata del orgullo, claro, pero más que nada se trata de las donaciones de los exalumnos, las solicitudes de nuevos estudiantes y los derechos de transmisión multimillonarios que ESPN y otros pagan por el acceso a este tipo de odio tribal. No están vendiendo básquetbol; están vendiendo conflicto. Y para hacer ese conflicto lo más jugoso y rentable posible, necesitan que ambos equipos parezcan titanes. Así que Cincinnati le da una paliza a Tarleton State, Xavier consigue su propia victoria de trámite, y ambos marchan a la arena el viernes con récords inflados y una historia curada por directores atléticos y ejecutivos de televisión. Es un espectáculo brillantemente ejecutado y moralmente en bancarrota.

Los Mercenarios en el Medio

Jugadores como Activos Desechables

Y atrapados en medio de esta grotesca maquinaria financiera están los propios jugadores. Miren a Kerr Kriisa, el máximo anotador de Cincinnati en esta farsa. Es un jugador talentoso, sin duda. Pero también es la encarnación perfecta del nuevo atleta colegial: un trotamundos, un mercenario a sueldo. Empezó en Arizona, luego se fue a West Virginia a través del “portal de transferencias”, y ahora está en Cincinnati. El concepto de jugar por el nombre en el frente de la camiseta es un cuento de hadas de otra época. Los jugadores de hoy son agentes libres persiguiendo la mejor oportunidad, que casi siempre significa el mejor contrato de NIL (Nombre, Imagen y Semejanza). Son profesionales en todo menos en el nombre, sus carreras manejadas como cualquier otro activo de alto valor en un portafolio corporativo. Su lealtad no es a una escuela; es a su marca personal y a su cuenta de banco. ¿Y quién puede culparlos? Solo están jugando con las reglas que el propio sistema creó.

Cuando Kriisa o Day Day Thomas están sumando puntos contra un equipo al que le pagaron para estar allí, ¿están puliendo sus habilidades o simplemente cumpliendo una obligación contractual? Son peones en un juego mucho más grande, sus actuaciones individuales utilizadas para apuntalar la viabilidad financiera del programa. Se les dan becas y dinero de NIL no por un compromiso altruista con la educación, sino porque pueden ayudar a la universidad a vender boletos y ganar partidos, lo que a su vez alimenta todo el ciclo corrupto. En el momento en que ya no puedan proporcionar ese valor —por una lesión, una mala racha o simplemente porque llegó un modelo más joven y barato— serán desechados. El portal de transferencias te da, y el portal de transferencias te quita.

Este sistema no está forjando el carácter; está enseñando a los jóvenes que su talento es una mercancía que se compra y se vende. Le arranca el alma al deporte, reemplazándola con la lógica fría y dura de una hoja de cálculo. La victoria sobre Tarleton State no fue un testimonio de la habilidad de los Bearcats. Fue un asiento contable en un libro mayor, un gasto necesario para asegurar la rentabilidad del próximo y mucho más grande negocio contra Xavier. Así que adelante, celebren la victoria. Pero sepan que lo que estaban viendo no era deporte. Era solo negocio. Y el negocio, amigos, va viento en popa.

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