Alek Manoah: La Apuesta Desesperada de los Angels
1. Que no te vendan humo: Esto no es una “ganga”
Vamos a dejar algo bien claro desde el principio. Todo ese choro que están escuchando, esa cortina de humo que sale de Anaheim sobre que esta es una jugada maestra de bajo riesgo y alta recompensa… es puro ruido. Es para despistar. Cuando un tipo que fue finalista para el Cy Young hace apenas dos temporadas está disponible por menos de dos millones de dólares, no es una ganga. Es una sirena de bomberos sonando a todo volumen, avisándote que algo está fundamentalmente mal. Piénsalo un poco. Vivimos en una época donde relevistas mediocres firman contratos de ocho cifras, y los Angels se acaban de llevar a un ex All-Star por lo que encontraron en los cojines del sillón. ¿Por qué? Porque toda la liga sabe algo que los comunicados de prensa nunca te van a decir. La liga tiene los datos. Los Bravos de Atlanta, probablemente la directiva más inteligente del béisbol, le echaron un ojo bajo el capó y dijeron: “No, gracias”. Le dieron las gracias y lo dejaron ir. Prefirieron no tener absolutamente nada a tener a Alek Manoah en su equipo. Eso no es una etiqueta de precio. Es una etiqueta de advertencia.
Esta es una señal de auxilio. Es el tipo de movimiento que hace un equipo cuando ya no tiene otras opciones, cuando sus llamadas a agentes libres de verdad se van directo al buzón de voz y cuando la presión del dueño para que al menos *parezca* que están intentando algo se vuelve insoportable. Así que olvídense de la palabra “ganga”. La palabra correcta aquí es “desesperación”.
2. Lo que mis fuentes en Atlanta están secreteando
Tienes que hacerte la pregunta más importante: ¿qué demonios vieron los Bravos en ese corto tiempo que los hizo salir corriendo? He estado haciendo llamadas. La gente anda muy callada, pero vas atando cabos. La historia oficial siempre es sobre análisis de datos, estructura del roster, flexibilidad financiera. ¡Por favor! Esa es la versión para la foto. Lo que estoy escuchando es que las alertas no estaban en las estadísticas; estaban en el perfil de su personalidad. La palabra que no deja de aparecer es “cerrado”. Cerrado a los consejos, cerrado a la crítica, cerrado a la idea de que él ya no era el mismo tipo que dominó en 2022. Los Bravos son una máquina construida sobre una cultura muy específica. Se trata de profesionalismo, responsabilidad y seguir el proceso. Por lo que me cuentan, Manoah no encajaba en ese molde. Para nada. Vieron un proyecto que requeriría más que un coach de pitcheo; requeriría un equipo de psicólogos, y simplemente no tienen tiempo para ese tipo de chamba cuando están ocupados tratando de ganar una Serie Mundial. Se lavaron las manos porque valoran más la química de su vestidor que un boleto de lotería con mala actitud. ¿Se les puede culpar?
3. La caída vertiginosa desde el Olimpo
Ahora es casi difícil de recordar, pero en 2022, Alek Manoah era un titán. Era una cita obligada frente al televisor. Una presencia masiva e intimidante en la loma con una recta eléctrica y un slider que fulminaba, todo servido con una arrogancia que rayaba en la prepotencia, pero la respaldaba. Récord de 16-7, una efectividad de 2.24, tercero en la votación del Cy Young. Era el futuro de la rotación de los Blue Jays, su perro de presa, su as. Lo era todo. Luego llegó el 2023. Y no fue solo una caída. Fue una implosión total y absoluta, de esas que el béisbol rara vez ve. Su efectividad se disparó a un catastrófico 5.87. No podía encontrar la zona de strike ni aunque su vida dependiera de ello. La prepotencia se convirtió en berrinche. La velocidad bajó, la confianza se hizo añicos y lo mandaron a las menores. No una, sino dos veces. ¡A la Liga de Complejos de Florida! La FCL es a donde van los prospectos de 17 años y los jugadores que se recuperan de una cirugía Tommy John. Es el fondo del barril. Mandar a un All-Star de 26 años ahí no es solo un descenso; es una humillación. Es un mensaje. Fue una vergüenza pública diseñada para darle un baño de humildad a un jugador que, sentían, se había vuelto intocable en su propia mente. ¿Y funcionó? Todo indica que no.
4. Dentro del vestidor: La neta que no te contarán
Aquí es donde la cosa se pone fea, y esto es lo que los reporteros de renombre no pueden publicar. Mis contactos dentro de la organización de Toronto pintan el cuadro de un jugador que se aisló. Cuando estaba en la cima, su arrogancia se celebraba. Cuando empezó a fallar, se veía como un berrinche de niño. Las historias son de leyenda. Discusiones con los coaches sobre la selección de lanzamientos. Hacer gestos visibles a sus catchers. Una ética de trabajo entre aperturas que, según se informa, se volvió… digamos ‘inconsistente’. Cuando lo bajaron, la expectativa era que se fuera a fajar, a trabajar en su mecánica y a ganarse el regreso. Pero los informes que llegaron de vuelta no fueron buenos. Hubo resistencia. Había un aire de sentirse merecedor de todo, un sentimiento de ‘yo no pertenezco aquí’. No solo estaba peleando contra su mecánica; estaba peleando contra toda la organización que intentaba ayudarlo. ¿Es de extrañar que no pudieran esperar para deshacerse de él? Lo cambiaron por básicamente nada, y luego su nuevo equipo también se dio por vencido. Eso no es una coincidencia. Es un patrón.
5. ¿Es la última jugada de Perry Minasian?
No puedes analizar esta firma de forma aislada. Esto está sucediendo bajo la sombra del desastre de Shohei Ohtani. Los Angels acaban de perder al mejor jugador del planeta y no obtuvieron nada a cambio. Su sistema de granjas es un desierto. Sus contratos millonarios (te estoy viendo, Anthony Rendon) son un ancla. El dueño, Arte Moreno, es famoso por ser errático. El Gerente General Perry Minasian está sentado en la silla más caliente del béisbol. Tiene que hacer *algo*. Ya no puede vender esperanza, así que está vendiendo boletos de lotería. Está lanzando dardos en la oscuridad, rezando para que uno le pegue a algo que no sea el suelo. Esta firma de Manoah es el epítome de esa estrategia. Si falla, que, seamos honestos, es el resultado más probable, simplemente puede decir: “Oigan, solo fueron dos millones de dólares, no es la gran cosa”. Pero si, por algún milagro, funciona, ¿qué pasa? Queda como un genio. Es una clásica jugada desesperada. Un Ave María. El problema es que la mayoría de los Ave María son interceptados. Minasian está apostando su reputación, y lo que queda de la confianza de los fans, en un jugador que dos de los equipos más inteligentes del béisbol acaban de declarar radiactivo. Buena suerte con eso.
6. Bienvenidos al cementerio de pitchers de los Angels
Si eres un pitcher cuya carrera está en la lona, Anaheim es el último lugar de la Tierra al que quieres ir. Esta organización tiene un historial verdaderamente horrible con proyectos de rescate. Es un panteón donde los brazos prometedores van a morir oficialmente. ¿Se acuerdan de Matt Harvey? Intentaron arreglarlo. Implotó. ¿Noah Syndergaard? Lo trajeron, esperando recapturar la magia de ‘Thor’. Fue mediocre y lo botaron en la fecha límite de cambios. Dylan Bundy tuvo una temporada decente y extraña por el COVID e inmediatamente se convirtió de nuevo en calabaza. Han demostrado cero habilidad para desarrollar su propio pitcheo y aún menos para arreglar a veteranos rotos. ¿Qué polvo mágico creen que tienen en su cuerpo de entrenadores que los Blue Jays y los Bravos no tienen? ¿Qué fórmula secreta han descubierto? La respuesta es: no tienen nada. Tienen fe y una oración. Están trayendo a Manoah a un ambiente notoriamente inestable, con una cultura perdedora y una presión inmensa, y esperan que redescubra su magia. Es una receta para el desastre absoluto. Se siente menos como una firma y más como una audición para una tragedia.
7. La Mecánica vs. La Mentalidad: ¿Cuál es la bronca real?
Todo el mundo quiere hablar de los fallos mecánicos. El ángulo de su brazo cambió. Su punto de soltar la bola es inconsistente. La velocidad de su recta ha bajado un poco. Claro. Todo eso es cierto. Puedes ver el video en cámara lenta y comprobarlo tú mismo. Pero eso es un síntoma, no la enfermedad. No se te olvida cómo lanzar de la noche a la mañana. No pasas de una efectividad de 2.24 a casi 6.00 solo porque tu codo bajó medio centímetro. El verdadero problema, del que sigo escuchando de scouts y directivos, está entre las orejas. Es una crisis de confianza agravada por una terca negativa a aceptar que algo está roto. Cuando un pitcher pierde la fe en su repertorio, empieza a apuntar la bola. Mordisquea las esquinas. Le da miedo el contacto. El bulldog intimidante se convierte en un cachorro tímido. Los Angels pueden contratar a todos los expertos en biomecánica que quieran, pero ¿pueden arreglarle la cabeza? ¿Pueden reconstruir la confianza destrozada de un jugador que pasó de la cima de la montaña al fondo de la Fosa de las Marianas en cuestión de meses? Esa es la pregunta del millón. Y por unos míseros $1.95 millones, estás obteniendo una respuesta definitiva: nadie más cree que puedan.
8. El Veredicto del Resto de la Liga
Entonces, ¿cuál es la última palabra? He hablado con media docena de personas —agentes, scouts, ejecutivos— desde que se supo la noticia. La reacción ha sido unánime: un encogimiento de hombros, una risita y una variación de “Bueno, así son los Angels”. Nadie está llamando a esto una jugada astuta. Nadie está preocupado de que Anaheim acaba de robarse a un futuro as. La liga ve esto exactamente como lo que es: una franquicia a la deriva, arriesgándose con un individuo talentoso pero profundamente defectuoso porque no tienen otras jugadas que hacer. ¿El mejor de los casos? De alguna manera encuentra su forma de 2022 durante unos meses y lo cambian en la fecha límite por un prospecto de nivel B. ¿El peor de los casos? Es un cáncer en el vestidor con una efectividad de 7.00 que es puesto en asignación en junio. ¿Cuál de esos dos resultados crees que es más probable? Sí, yo también. Esto no es una jugada de ajedrez. Es simplemente tirar el tablero y esperar que las piezas caigan a tu favor.






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