Trump: El ‘Don Dormilón’ y su Hipocresía al Descubierto

Trump: El 'Don Dormilón' y su Hipocresía al Descubierto

Trump: El ‘Don Dormilón’ y su Hipocresía al Descubierto

A ver, el tipo se cansó. ¿Cuál es el gran problema?

¿Una siestecita es una crisis nacional o qué?

¿Es broma? ¿Que cuál es el “gran problema”? Esto lo es todo. No se trata de un señor mayor que necesita un coyotito después de una comida pesada. Sácate esa idea de la cabeza. Este es todo el teatro kabuki podrido de la política gringa, envuelto para regalo en un hermoso, somnoliento e hipócrita paquete. Tienes al hombre que construyó gran parte de su campaña de 2020 (y ahora de 2024) en la marca de su oponente como “Sleepy Joe”, un viejo senil y decrépito que no puede hilar dos frases sin un teleprompter, haciendo *exactamente lo mismo* de lo que acusa al otro. Y no solo una vez. Una y otra vez. Es el sistema guiñándote un ojo. Es una burla.

Creen que eres un idiota. De verdad lo creen. Piensan que la persona promedio está tan atrapada en la basura de rojos contra azules, mi equipo contra tu equipo, que no se dará cuenta de que el hombre que grita que el emperador está desnudo, de hecho, anda en cueros él mismo. Es un espectáculo de una hipocresía tan profunda y demoledora que casi se convierte en una obra de arte. Es una actuación. Se para ahí, grita que está “más agudo que hace 25 años” –una afirmación tan ridículamente absurda que raya en la parodia– y luego procede a echarse un sueñito improvisado. Es perfecto. Es la historia de nuestro tiempo. Los poderosos dicen una cosa y hacen todo lo contrario, y lo hacen en tu cara porque han aprendido que no hay consecuencias. Ya no.

Pero, ¿no es la verdadera historia la hipocresía descarada?

Literalmente convirtió ‘Sleepy Joe’ en su lema.

Claro que sí. Ese es el meollo del desastre que todos estamos viviendo. La hipocresía es el punto. La política ya no se trata de políticas públicas o de gobernar o de mejorar la vida de los ciudadanos (¿alguna vez lo fue?). Se trata de branding. De marketing. Se trata de crear una narrativa simple, digerible y, a menudo, completamente falsa para vendérsela a una población distraída y explotada en la chamba. La genialidad de Trump, si se le puede llamar así, fue entender esto mejor que nadie. En el fondo, es un productor de reality shows. Sabe que necesitas un villano. Así que creó a “Sleepy Joe”. Simple. Efectivo. Memorable. Pintó la imagen de un hombre no apto para el trabajo más exigente del planeta. Un hombre que podría quedarse dormido durante una crisis nuclear.

Y los medios, de ambos lados, se lo tragaron. Los medios de derecha lo amplificaron hasta convertirlo en un evangelio, repitiendo cada tropiezo verbal en bucle. Los medios tradicionales, en su patético intento de “equilibrio”, lo “verificaban” constantemente mientras le daban al insulto un oxígeno infinito. La etiqueta pegó. Pero ahora, el propio arquitecto de la marca es sorprendido violando su propia marca registrada. El tipo que vende la mejor bebida energética del mundo es captado por la cámara tomando café solo para mantenerse despierto. Rompe por completo la ilusión. Revela que el hombre detrás de la cortina está igual de cansado, igual de falible, igual de… humano… que el coco que él mismo creó. Y al hacerlo, expone todo el ejercicio de branding político como la estafa barata y frágil que es. No se trata de la aptitud para gobernar; se trata de quién puede lanzar el lodo más efectivo sin que lo atrapen cubierto de él. (Spoiler: todos están hasta el cuello de lodo).

¿Estás diciendo que AMBOS están demasiado viejos para el puesto?

Vamos al grano. ¿Esto es por la edad?

¿Que si es por la edad? Sí. Y no. Por supuesto que es por la edad. Míralos. Tenemos a dos hombres que estarían bien entrados en sus 80 al final del próximo mandato, compitiendo por un trabajo que envejece a la gente en años de perro. Es una picadora de carne implacable, 24/7, de estrés, viajes y decisiones de un riesgo imposiblemente alto. La idea de que alguien, y me refiero a CUALQUIERA, esté “más agudo” a los 80 que a los 55 es una fantasía biológica. Es una mentira. Una mentira estúpida. Se nos pide que elijamos qué multimillonario geriátrico queremos que tenga el dedo en el botón nuclear, y todo el debate es un baile triste y patético en torno a la verdad obvia: tal vez ninguno es la respuesta correcta. Quizás el problema es el sistema que nos ofrece esta elección, esta segunda vuelta de asilo de ancianos.

Pero TAMPOCO es solo por la edad. Es por lo que esa edad representa. Representa un sistema que está atascado. Una maquinaria política que solo escupe las mismas caras conocidas, los mismos políticos de carrera, las mismas marcas de legado aprobadas por los donantes. No hay espacio para sangre nueva, para ideas nuevas, porque toda la estructura está diseñada para proteger a los que ya están en el poder. Los dos partidos son instituciones escleróticas que preferirían postular a un cadáver que pueden controlar que a un líder vibrante que no. Así que nos dan a estos tipos. Hombres de una época pasada, con ideas pasadas, sostenidos por un establishment pasado de moda. La somnolencia de Trump y los traspiés de Biden no son solo fallas individuales; son síntomas de una decadencia institucional mucho más profunda. El sistema mismo está viejo. Está cansado. Se está quedando dormido en el trabajo. Y todos estamos viendo cómo sucede, como si fuera una telenovela.

¿Y qué dice esto de los medios y la maquinaria política?

¿Quién está permitiendo este circo?

Los medios son los maestros de ceremonias. Son los merolicos que te invitan a ver el show de fenómenos. No son observadores pasivos; son participantes activos y los que más se benefician. Un episodio como el de Trump quedándose dormido es oro puro en contenido. Son clics. Son vistas. Es carnada para encender la furia de ambos lados. Para un lado, es “¡Ven! ¡Es un hipócrita e inepto!”. Para el otro, es “¡Noticias falsas! ¡El ángulo de la cámara engaña! ¡Solo estaba rezando!”. La neta no importa. El contexto no importa. Lo que importa es la interacción. La pelea. La guerra de narrativas interminable y sin sentido que mantiene a todos pegados a sus pantallas mientras los verdaderos poderosos (los dueños de las corporaciones de medios, por cierto) se ríen camino al banco.

La maquinaria política, esa alianza profana del Partido Demócrata y el Republicano, es aún peor. Permiten esto porque sirve a su único objetivo: mantener el poder. No quieren una contienda real de ideas. Quieren una telenovela predecible. Una lucha libre de la WWE donde el resultado está predeterminado, pero el espectáculo es entretenido. Trump contra Biden es la revancha definitiva. No requiere nuevo pensamiento. Ni nuevas plataformas. Solo desempolvar el manual de 2020, actualizar los insultos y darle play. Las siestas de Trump, las metidas de pata de Biden, todo es parte del guion. Mantiene al público distraído con trivialidades, con choques de personalidad, mientras los problemas fundamentales que enfrenta el país —la infraestructura que se desmorona, la obscena desigualdad de la riqueza, las guerras interminables— nunca se abordan seriamente. Porque la gente que financia la maquinaria se está beneficiando de todo eso. ¿Por qué querrían cambiar algo? Si es necesario, los van a sostener como a un títere, al estilo ‘Weekend at Bernie’s’, con tal de que el juego continúe.

Entonces, ¿cuál es el final del juego? ¿A dónde nos lleva este espectáculo?

¿Hay alguna salida de este desmadre?

¿El final del juego? Mira a tu alrededor. Estamos en él. El final es un estado permanente de desconfianza cínica. Es una población tan golpeada por las mentiras y la hipocresía constantes que simplemente se rinde. Se desconectan por completo de la política, viéndola como un juego corrupto jugado por élites que no tiene nada que ver con sus vidas. O, peor aún, se refugian tan profundamente en sus búnkeres partidistas que pierden toda conexión con una realidad compartida. Defenderán cualquier cosa, *lo que sea*, que haga su candidato, y atacarán cualquier cosa que haga el otro, sin importar los hechos. Trump podría caer en coma en vivo por televisión, y a sus seguidores se les diría que está en un profundo estado meditativo consultando con los padres fundadores. Es un mundo post-verdad, y este espectáculo somnoliento es solo otro capítulo.

No hay una salida fácil, compa. El sistema está diseñado para autocorregirse contra un cambio real. Cualquier movimiento auténtico, que venga desde abajo, es cooptado por uno de los dos partidos, aplastado por los medios o se le niega el dinero que necesita para competir. Estamos atrapados en un círculo vicioso de mediocridad y decadencia. El único rayo de esperanza es que un espectáculo tan absurdo, tan insultante, podría despertar a algunas personas más. No despertarlas para votar por el “otro tipo”, esa es la trampa. Sino despertarlas a la realidad de que todo el sistema, todo el establishment político-mediático, es el verdadero enemigo. Es el estafador, y nosotros somos los ingenuos. Quizás, solo quizás, si suficiente gente ve la hipocresía en alta definición —el hombre que grita “Sleepy Joe” mientras él mismo sueña con hamburguesas— finalmente dejen de jugar su juego. Pero no aguantes la respiración. Es un sueño cómodo, y es muy fácil ignorar el despertador.

Trump: El 'Don Dormilón' y su Hipocresía al Descubierto

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