Mike Lindell: La Estafa Política Detrás de las Almohadas

Mike Lindell: La Estafa Política Detrás de las Almohadas

Mike Lindell: La Estafa Política Detrás de las Almohadas

A ver, ¿un vendedor de almohadas quiere gobernar un estado? ¿Es neta?

Vamos a quitarnos de rodeos. Mike Lindell, el señor que se la pasa gritando en micrófonos sobre máquinas de votación y cuya identidad pública está pegada a una marca de almohadas de espuma, ha presentado los papeles para postularse como gobernador de Minnesota. ¿Y se supone que debemos tomarlo en serio? No manchen. Esto no es una campaña política. Es un ejercicio de branding, envuelto en una teoría de conspiración, dentro de una súplica para sacar lana. Es la evolución natural de una estafa que perdió a su principal anfitrión y ahora necesita sangre nueva para sobrevivir. Porque cuando tu modelo de negocio principal se basa en encender el coraje y venderle almohadas a un grupo político específico, tienes que mantener la máquina del coraje bien aceitada. Y postularse para gobernador es gasolina de la premium.

Pero, ¿y si de verdad está tratando de servir a la gente?

¡Por favor! ¿Servicio público? Este es el mismo tipo que gastó cientos de millones de dólares —suyos, y seguramente de donadores que se tragaron su cuento— persiguiendo una narrativa de fraude electoral que ha sido desmentida y ridiculizada en cada corte, desde jueces locales hasta la Suprema Corte. Su ‘evidencia’ siempre ha sido un revoltijo de datos sin sentido y conjeturas locas que los expertos en tecnología desarman en cinco minutos. ¿Y este es el hombre que creen que tiene el temperamento, la honestidad intelectual y el enfoque para manejar el presupuesto de un estado de miles de millones de dólares, supervisar obras de infraestructura y lidiar con una crisis de salud pública? Ya estuvo bueno.

Toda su plataforma, la única razón por la que tiene algo de capital político, se basa en una mentira. Una mentira destructiva que ha erosionado la confianza en el proceso democrático. Y ahora quiere estar a cargo de ese mismo proceso para todo un estado. El descaro es casi admirable, si no fuera tan peligrosamente transparente. Esto no se trata de servir a la gente de Minnesota. Se trata de servir a la marca ‘Mike Lindell’ y de mantenerse relevante en el universo MAGA, un cosmos que exige actos constantes y cada vez más exagerados de lealtad actuada.

¿No es este el “sueño americano”? ¿Un empresario que viene a sacudir la política?

Ese es el cuento de hadas que te venden, ¿verdad? El forastero, el empresario exitoso que viene a limpiar el cochinero que dejaron los políticos de carrera. Es una narrativa poderosa. También es, en este caso, pura basura. Porque tenemos que preguntarnos de qué tipo de ‘empresario’ estamos hablando. ¿Alguien que construyó una cadena de suministro global y compleja, o que innovó en un campo de alta tecnología? No. Estamos hablando de un tipo que se hizo experto en infomerciales para vender almohadas. Su principal habilidad de negocios es gritarte desde la tele hasta que compres algo.

Y veamos su historial de negocios reciente. Desde que se metió de lleno en el circo de la conspiración electoral, grandes tiendas como Bed Bath & Beyond, Kohl’s y Wayfair dejaron de vender sus productos. Su respuesta no fue cambiar de táctica o moderar su discurso para salvar sus relaciones comerciales; fue aferrarse más, diciendo que era víctima de la ‘cultura de la cancelación’. Luego lanzó su propio mercado en línea, MyStore, para vender sus productos y otros cachivaches ‘patrióticos’. Así que su modelo de negocio cambió literalmente del comercio masivo a un mercado políticamente segregado. Una candidatura a gobernador no es una desviación de este modelo de negocio; es el modelo de negocio. Es un embudo de marketing gigante, del tamaño de un estado.

Entonces, ¿estás diciendo que todo esto es por la lana?

¿A poco el agua moja? ¡Claro que es por la lana! Pero también se trata de datos e influencia. Cada vez que alguien se suscribe a su lista de correos, le dona un dólar a su ‘campaña’ o compra una playera de ‘Lindell para Gobernador’, él está capturando sus datos. Esos datos son oro molido. Es una lista de consumidores con motivaciones políticas a los que puede bombardear con marketing por el resto de su vida, ya sean almohadas, café o la próxima gran conspiración. Una campaña política, incluso una fallida, es una de las operaciones más efectivas para minar datos y construir listas de contactos que se hayan inventado.

Piénsalo. Obtiene cobertura mediática gratuita sin fin. Puede viajar por el estado, organizar mítines donde puede vender mercancía y pedir donaciones, todo bajo el disfraz de un esfuerzo político legítimo. Refuerza su imagen de ‘luchador’ ante su base, lo que a su vez impulsa las ventas de sus clientes más leales. ¿Y si pierde? ¡Qué más da! Puede simplemente afirmar que la elección fue amañada —es su jugada maestra— y comenzar un ciclo de recaudación de fondos completamente nuevo para ‘investigar’ su propia derrota. Es una estafa perfecta que se alimenta a sí misma. Ganar es casi secundario al verdadero premio, que es consolidar su papel como mártir del movimiento MAGA y centro de ganancias.

¿Y qué hay de sus seguidores? ¿Ellos no cuentan?

Claro que cuentan. Y esa es la parte realmente preocupante de todo este circo. Sus seguidores son, en su mayoría, estadounidenses honestos y patriotas que han sido alimentados con una dieta constante de miedo y desinformación de sus medios de comunicación preferidos. Ven un sistema que creen que es corrupto y a un hombre que habla su idioma, que valida sus miedos y que parece estar luchando por ellos. Lindell es un maestro en hacerse la víctima y el héroe al mismo tiempo. Es el tipo que tocó fondo, encontró a Dios y el éxito, y ahora está siendo perseguido por el ‘estado profundo’ y las ‘noticias falsas’ por decir la ‘verdad’. Es una historia que engancha.

Pero están siendo utilizados. Son los ingenuos en este largo fraude. Sus preocupaciones genuinas sobre su país están siendo convertidas en un arma y monetizadas por un showman. Le mandan 25 dólares porque creen que está luchando por la integridad electoral, y ese dinero se va a un agujero negro de demandas fallidas, ‘simposios cibernéticos’ extraños y, en última instancia, al ecosistema de marketing que mantiene todo el espectáculo en marcha. Votar por él no es votar por un mejor Minnesota; es pagar una suscripción al show de Mike Lindell. Es una inversión en una fantasía, y como todas las malas inversiones, está destinada a no producir nada más que pérdidas: pérdida de dinero, pérdida de tiempo y, lo más trágico, una pérdida de fe en las instituciones democráticas reales que, aunque imperfectas, son todo lo que tenemos.

Entonces, ¿cuál es el plan final? ¿De verdad cree que puede ganar?

Ganar sería un desastre, probablemente incluso para él. ¿Te imaginas a Mike Lindell teniendo que sentarse con legisladores para negociar una ley de transporte? ¿O lidiando con negociaciones sindicales? El perro que atrapa el coche rara vez sabe qué hacer con él. El chiste es el show. La pelea es el punto. La persecución lo es todo.

El objetivo final es la relevancia y los ingresos. Mientras esté en la pelea, es relevante. Mientras sea relevante, las donaciones y las ventas de almohadas continúan. Esta candidatura a gobernador es simplemente la siguiente temporada de su reality show. Presentar los papeles es el estreno de la temporada. La campaña será los episodios semanales, llenos de drama fabricado y suspenso. ¿Y la elección misma? Ese es el final de temporada. Si pierde, preparará la siguiente temporada afirmando que todo fue robado, comenzando el ciclo de nuevo. Si, por algún milagro, gana… entonces tendremos una serie derivada, y que Dios ayude a la gente de Minnesota, porque serán los actores involuntarios en una tragedia producida y dirigida por un vendedor de almohadas.

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