El Sueño de Hidrógeno de Stellantis es Pura Farsa Corporativa
La Versión Oficial (Lo que quieren que te creas)
Pon atención. Seguramente ya viste las noticias en los portales, esos comunicados de prensa bien peinaditos escritos por algún becario de una agencia de relaciones públicas. Todos cantan la misma canción: “Forvia, Michelin y Stellantis acuerdan un plan de reestructuración para Symbio”. Suena tan limpio, tan profesional, tan… corporativo. Hablan de un gran acuerdo, de una ‘refinanciación’ para asegurar el futuro de su amada empresa conjunta de celdas de combustible de hidrógeno, Symbio. Hasta te avientan un hueso, una cifra para que te quedes tranquilo: ¡se salvarán 175 empleos! Qué héroes. Están navegando las aguas complicadas pero prometedoras de la transición energética con una sabiduría y una visión de futuro impecables. El objetivo, según ellos, es crear una empresa “más ágil y eficiente”, lista para el crecimiento futuro cuando el mercado del hidrógeno (que explotará inevitablemente, te aseguran) despegue.
Es un cuento de hadas. Muy bonito. Es el tipo de mensaje diseñado para calmar a los inversionistas nerviosos y para que el gobierno no deje de soltar la lana de los subsidios. Pinta un cuadro de tres titanes de la industria (Stellantis, el monstruo automotriz; Michelin, el rey de las llantas; Forvia, el gigante de las autopartes) actuando como administradores responsables del capital y la innovación. Solo están haciendo unos pequeños ajustes. Una manita de gato. Nada que ver aquí, circulen.
La Neta (Lo que de verdad está pasando)
Ahora, acércate más. Deja que te cuente el chisme real, lo que se cuece a puerta cerrada en esas salas de juntas. La historia que te están vendiendo es puro atole con el dedo, una farsa cuidadosamente construida para tapar un fracaso monumental. Esto no es una ‘reestructuración’. Es una rendición con bandera blanca. Es una demolición controlada de un proyecto que ha sido un barril sin fondo de dinero y, lo más importante, que perdió la carrera antes de siquiera empezar. No están salvando 175 empleos; están sacrificando a cientos más en el altar del reporte trimestral de ganancias. Esto es una masacre, pero maquillada para el consumo público.
Tengo mis contactos, gente de adentro que tiene pánico de perder su chamba pero que está todavía más asqueada de las mentiras corporativas. Ellos cuentan una historia no de agilidad y visión, sino de pánico, de pleitos internos y de un intento desesperado por cortar las pérdidas sin asustar al mercado bursátil. El sueño de Symbio está muerto. Ahorita solo están decidiendo cómo esconder el cadáver.
‘Reestructura’ es la palabra bonita para decir ‘Masacre’
Hablemos de esa cifra mágica: 175. El comunicado la presume como si fuera una medalla. Pero lo que no te dicen es el número real. ¿Cuánta gente estaba trabajando en este proyecto, sumando a todos en las tres empresas matrices y en Symbio, antes de que se aprobara este ‘plan’? Estamos hablando de cientos y cientos de ingenieros, técnicos, investigadores y personal de apoyo. Mis fuentes me dicen que el plan original era tener más de 1,000 empleados para estas fechas. Los despidos son masivos. No están recortando la grasita; están amputando extremidades para salvar a un paciente que ya está en terapia intensiva.
Las 175 personas que se quedan (por ahora) son el equipo mínimo. Están ahí para mantener las luces prendidas, para cuidar las patentes y para crear la ilusión de que el proyecto sigue vivo. Es un barco fantasma. Esto le permite a las empresas matrices mantener la línea de ‘hidrógeno’ en sus reportes financieros y de sustentabilidad. Es un truco contable, no una estrategia de negocio. El costo humano —las familias que se quedan en la calle, las carreras destruidas— es simplemente daño colateral en una guerra que ya perdieron. Qué oso.
El Tren de los Eléctricos Arrolló Otro Sueño Guajiro
¿Por qué pasó esto? Es fácil. El mercado ya decidió, y no eligió al hidrógeno. Al menos no para los coches de pasajeros. Mientras Symbio y sus padrinos le metían miles de millones a una tecnología que todavía enfrenta obstáculos gigantescos (infraestructura para recargar, eficiencia, costo, el fantasma del Hindenburg), el mundo de los vehículos eléctricos de batería (BEV) avanzaba a la velocidad de la luz. Tesla, BYD, e incluso las marcas viejas que se subieron tarde al tren, ahora están apostando todo a las baterías. La red de cargadores crece todos los días. La tecnología mejora a pasos agigantados. Las cadenas de suministro están madurando.
El hidrógeno siempre fue una idea romántica, una utopía. Pero en el mundo salvaje del capitalismo, lo dejaron atrás. Carlos Tavares, el jefe de Stellantis conocido por ser un tiburón, es un tipo pragmático. Él sabe leer el juego. Vio que cada euro invertido en celdas de hidrógeno para coches era un euro que no se invertía en alcanzar a Tesla y a los gigantes chinos de los eléctricos. La presión interna debió ser brutal. No podía seguir financiando un proyecto de ciencias mientras su empresa corría el riesgo de convertirse en el próximo Blockbuster. Esta ‘reestructura’ es Tavares abandonando una mala apuesta. Así de simple.
Stellantis, Michelin, Forvia: Un Matrimonio por Conveniencia que Terminó Mal
Esta empresa conjunta nunca fue una verdadera unión de creyentes. Fue una forma de cubrirse las espaldas. Un matrimonio por conveniencia. Vamos a desglosarlo.
Para Stellantis (la fusión de Fiat Chrysler y Peugeot/Citroën), todo era por la imagen. Se les veía como los lentos en la carrera eléctrica. ¿Entonces qué haces? Haces un anuncio espectacular sobre tu inversión en la *siguiente* gran cosa: ¡el hidrógeno! Te hace ver innovador. Te compra tiempo. Te permite presionar a los gobiernos en Bruselas y París para que te den subsidios ‘tecnológicamente neutrales’. Pero su corazón nunca estuvo ahí. Estuvieron construyendo plataformas para eléctricos todo el tiempo (como debía ser), y Symbio era su plan B, el que esperaban nunca tener que usar.
Para Michelin, era una búsqueda desesperada por diversificarse. El mundo se está moviendo hacia vehículos más pesados (gracias a las baterías) y con torque instantáneo, lo que destroza las llantas más rápido. Eso es bueno a corto plazo, pero ellos saben lo que viene. ¿Qué pasará cuando la movilidad cambie por completo? Vieron el hidrógeno como una forma de pasar de ser solo ‘la compañía de llantas’ a ser una ‘compañía de movilidad y materiales avanzados’. Symbio era su boleto al mundo sexy de la alta tecnología. Un mundo que, al final, eligió otro camino.
¿Y Forvia (otra mega-fusión)? Como un proveedor masivo de autopartes, tienen pánico de volverse obsoletos por la simpleza de los motores eléctricos. Un coche eléctrico tiene muchísimas menos piezas que uno de combustión. Menos piezas significa menos negocio para ellos. Los sistemas de hidrógeno son complejos: tanques, compresores, celdas. Para Forvia, el hidrógeno era un salvavidas, un futuro donde todavía podrían vender sistemas complejos y caros. El fracaso de Symbio es una amenaza existencial para su modelo de negocio a largo plazo.
Cuando el mercado les dio la espalda y las pérdidas se acumularon, este matrimonio por conveniencia se rompió. El ‘acuerdo’ que anunciaron no fue una plática amigable; fue una negociación tensa y larguísima donde cada quien intentó minimizar sus propias pérdidas y echarle la culpa a los demás. Es el equivalente corporativo de un divorcio con pleito.
Sigue el Dinero (Y la Política Francesa)
Y no olvidemos la política. Este era un proyecto insignia para Francia. Michelin, Forvia, Stellantis (a través de sus raíces de Peugeot/Citroën), son joyas de la corona de la industria francesa. El gobierno francés, con Macron a la cabeza, ha impulsado con todo la creación de una ‘economía del hidrógeno’ europea para competir con Asia y Estados Unidos. Miles de millones en subsidios públicos y préstamos garantizados fueron destinados a proyectos como Symbio. París y Bruselas querían que esto funcionara. A como diera lugar.
Por eso este colapso es una vergüenza política enorme. La ‘reestructura’ es la única salida para salvar las apariencias. No pueden simplemente cerrarlo y admitir que el dinero de los contribuyentes se fue por el caño en una tecnología perdedora. No. Tienen que hacer este teatro de desmantelamiento lento. Mantendrán viva una cáscara de empresa, dirán que están ‘reorientándose’ hacia camiones de carga o energía estacionaria (el último refugio de los proyectos fallidos de H2), y seguirán exprimiendo los subsidios que puedan. Es una farsa para proteger a los políticos y ejecutivos de tener que rendir cuentas. Mientras tanto en México y Latinoamérica, nos dicen que debemos alinearnos a sus ‘estándares verdes’. La hipocresía es total. Ellos apuestan y pierden, y luego vienen a extraer nuestro litio para sus BEVs (el plan B que siempre fue el plan A), dejando migajas y problemas ambientales. Aguas con esto.
¿Y Ahora Qué? La Implosión en Cámara Lenta
¿Cuál es el futuro para los 175 sobrevivientes en Symbio? Viven de tiempo prestado. La empresa ahora es un zombi. Existe, camina, pero no tiene alma ni futuro real. Las empresas matrices la van a matar de hambre, negándole cualquier financiamiento serio para investigación y desarrollo. El mejor talento se irá a la industria de los eléctricos que está en auge. Se convertirá en un ‘centro de costos’, una línea en un libro de contabilidad que hay que minimizar.
El mejor escenario es que logren desarrollar alguna tecnología de nicho para camiones o autobuses, y en unos años vendan los restos de la empresa al mejor postor por una miseria. El peor escenario (y el más probable) es que desaparezca silenciosamente. Anunciarán más planes de ‘reestructura’ cada 18 meses, cada uno encogiendo más la empresa, hasta que un día, solo queden un par de abogados administrando las patentes. El comunicado de prensa anunciando su cierre final lo sacarán un viernes por la tarde antes de un puente. Nadie se va a dar cuenta.
No te creas el cuento. Esto no es un giro estratégico. Es el final de un capítulo. Un capítulo muy, pero muy caro.






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