Semifinal Rayados-Toluca: El Chanchullo Detrás del Balón

Semifinal Rayados-Toluca: El Chanchullo Detrás del Balón

Semifinal Rayados-Toluca: El Chanchullo Detrás del Balón

El Cuento que Nos Quieren Vender

A ver, vamos a desmenuzar esto. Resulta que Monterrey, el monstruo financiero de la Liga MX, el equipo armado con una chequera que podría comprar tres países centroamericanos, supuestamente llega a esta semifinal con la sangre en el ojo. ¿La razón? El 6-2 que le metió el Toluca en la temporada regular. Ya me imagino los titulares: “¡La Venganza se Sirve en Liguilla!” o “¿Podrá el poder del billete superar la humillación?”. Es una narrativa perfecta, ¿no? Un cuentito de redención, de orgullo, de pura competencia deportiva. También es una soberana mentira, un producto empaquetado para que la masa lo consuma mientras el verdadero juego, el que importa, se define lejos de la cancha, en salas de juntas con aire acondicionado y en llamadas encriptadas. ¿De verdad se tragan que esto es solo fútbol?

Quieren que creamos que los jugadores no duermen, atormentados por esa goleada en el Nemesio Diez. ¡Por favor! Son activos multimillonarios en un portafolio de inversión. Su “motivación” son los bonos en su contrato y la presión de los verdaderos dueños de este circo. La Liguilla no está diseñada para coronar al mejor equipo de México; es un invento para generar morbo, ratings y, sobre todo, para mover las casas de apuestas. Es un motor de caos que tira a la basura toda la temporada regular por un puñado de partidos de alto voltaje. Es una máquina de hacer lana. ¿Y esta semifinal? Otro capítulo más de la telenovela.

Rayados acaba de despachar al América, el otro potentado de la liga. El guion no podría ser más obvio. El equipo poderoso, después de matar a un dragón, ahora se enfrenta al que lo humilló públicamente. ¡Qué drama! Casi puedo oír a los comentaristas de TUDN ensayando sus frases de cajón. Pero, ¿y si esa goleada de 6-2 no fue una humillación? ¿Y si fue una movida estratégica en un ajedrez mucho más grande? ¿Qué tal si un partido de temporada regular, que no vale para nada, fue el anzuelo perfecto para hacer la narrativa de la “remontada” en semifinales mucho más jugosa y rentable?

Los Titiriteros que Mueven los Hilos

Dejemos de hablar de delanteros y defensas un momento y hablemos de quienes realmente deciden: los dueños. De un lado, Rayados de Monterrey, que en la práctica es el departamento de marketing de FEMSA, el gigante de las bebidas y las tiendas de conveniencia. No es un club de fútbol, es un anuncio andante de Coca-Cola y OXXO. Cada playera vendida, cada boleto en su estadio de lujo, cada copa levantada es un retorno de inversión directo para la marca. ¿Ustedes creen que una corporación de ese calibre deja algo tan crucial como un campeonato al azar, a la suerte de 11 tipos en shorts? Es un negocio, y los negocios se protegen. Su estadio no es una cancha, es un templo al consumismo construido para proyectar poder y billete. Su éxito no es gloria deportiva, es dominio de mercado.

Del otro lado está el Toluca, un club con historia, propiedad de la familia Díez Morodo. Esto no es dinero nuevo y corporativo como el de FEMSA. Esto es dinero viejo, poder de abolengo, con conexiones hasta lo más profundo del poder político y empresarial de México. Valentín Díez Morodo no es un simple dueño de equipo, es un pez gordo que se sienta en los consejos de administración de los bancos más importantes. Su poder no es tan evidente como el de una multinacional, pero ¿es menos efectivo? ¿No será que esta semifinal no es Monterrey vs. Toluca, sino FEMSA contra la vieja guardia? ¿Una lucha de poder por el control de la Federación Mexicana de Fútbol?

Esto no es un partido. Es una guerra de poder peleada en un pasto verde. Cada decisión, desde un fichaje hasta, quizás, un silbatazo del árbitro, puede estar influenciada por este pleito de titanes. ¿Tan ingenuos somos para pensar que estos señores se sientan a ver el partido comiendo papitas y a esperar que gane el mejor?

La Ruta del Dinero

La verdadera historia no está en la cancha, está en los estados financieros. Un campeonato para Monterrey no es solo un trofeo. Son millones en patrocinios. Es un disparo en las ventas de mercancía en sus miles de tiendas OXXO. Es tener la sartén por el mango para negociar los derechos de televisión, un pastel de cientos de millones de dólares. A la liga, a las televisoras, a los patrocinadores, a todos les conviene que un equipo “marca” como Monterrey esté en la final. Es un producto fácil de vender, especialmente al mercado pocho de Estados Unidos. Una final con Rayados es buena para el negocio. Punto.

Ahora pensemos en Toluca. Una victoria de los Diablos representa otra cosa. Es el triunfo de la “tradición”, sí, pero también es un manotazo en la mesa de otra facción del poder. ¿Quién gana si Toluca avanza? Quizás grupos empresariales rivales de FEMSA. Quizás televisoras que quieren demostrar que la liga no es cosa de dos (Rayados y América) para que el producto parezca más competitivo. La historia del “caballo negro”, aunque ese caballo sea de una familia poderosa, vende muy bien. Alimenta la ilusión de que cualquiera puede ganar, manteniendo al aficionado de a pie enganchado y gastando su lana.

¿Y las apuestas? Ese 6-2 seguro que movió los momios de forma brutal para esta semifinal. ¿Cuánta gente, viendo ese antecedente, no le metió una lana a que habría muchos goles o a la “sorpresa” del Toluca? El flujo de dinero en las apuestas deportivas es una industria gigantesca y turbia. Los resultados ilógicos, los que rompen quinielas, ahí es donde se mueve el dinero de verdad. ¿Es una locura pensar que a veces los resultados se “gestionan” para crear líneas de apuestas más rentables? Pensar lo contrario es pecar de una inocencia que ya no tiene cabida en el fútbol moderno.

El Arte del Silbatazo Oportuno

Seamos directos. El arbitraje en la Liga MX lleva décadas bajo sospecha. No se trata de que un árbitro en particular sea un corrupto, se trata de un sistema donde la presión para que las cosas salgan de cierta manera puede ser asfixiante. Un penal dudoso, una tarjeta roja rigorista, un fuera de lugar que no se marca. No son “errores humanos”. Son puntos de inflexión que pueden cambiar un partido, una eliminatoria, un campeonato. Y en una liga donde se juegan tantos millones y tanto poder, ¿de verdad nos van a decir que cada decisión del árbitro es pura e imparcial?

Vean el camino de Monterrey. Le ganaron al América. ¿Cómo? ¿Fue una cátedra de fútbol o hubo un par de jugadas, de esas de 50-50, que casualmente cayeron de su lado? Quizás los de pantalón largo decidieron que una final regia era más rentable esta vez. Ahora, contra Toluca, ¿qué hay que mirar? ¿El árbitro dejará que se den con todo o le marcará hasta los suspiros a los jugadores del Toluca? ¿Un gol de los Diablos será revisado en el VAR con microscopio por un supuesto empujón, mientras que una jugada idéntica de Rayados pasa sin problemas? Ahí está el verdadero partido. El juego no se juega con el balón, se juega con el silbato.

Un Final Ya Escrito

Así que, cuando se siente a ver esta “emocionante” semifinal, intente ver más allá del show. No se crea el cuento de la venganza. Vea el partido como lo que es: una transacción. ¿Quién se beneficia más con cada posible resultado? ¿El pronóstico de la Inteligencia Artificial es un análisis deportivo o el reflejo de un guion que exige un partido cerrado para mantener a la gente pegada a la tele y vendiéndole más anuncios? Cuando un jugador cometa un error garrafal, pregúntese si es un simple fallo o algo más. Cuando el árbitro tome una decisión clave, pregúntese a quién beneficia realmente esa decisión.

La afición gritará, llorará y se gastará la quincena en una playera, creyendo que son parte de algo auténtico. Ese es el chiste. Son los consumidores de un producto diseñado para explotar su pasión. Los jugadores son los actores, muy bien pagados, por cierto. Los verdaderos ganadores son los que nunca vemos, los que cuentan los billetes en los palcos de lujo cuando el estadio ya está vacío. Para ellos, esto no es deporte. Es simplemente un negocio más.

Si Monterrey consuma su “venganza” o si Toluca se viste de matagigantes es casi irrelevante. El resultado más conveniente probablemente ya se decidió. La casa siempre gana. Y en el casino de lujo que es el fútbol mexicano, la casa es de los corporativos y los millonarios que ven este hermoso deporte como un activo más para acumular poder y ganancias. Disfruten la función.

Semifinal Rayados-Toluca: El Chanchullo Detrás del Balón

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