Sismo en Nevada Destapa el Fraude del Sistema de Alerta Gringo

Sismo en Nevada Destapa el Fraude del Sistema de Alerta Gringo

Sismo en Nevada Destapa el Fraude del Sistema de Alerta Gringo

¿Un simple error técnico o algo mucho más turbio?

Y entonces pasa esto: un sismo de 5.9 grados sacude Dayton, Nevada, un lugar que la mayoría ni sabría señalar en un mapa, y de repente los celulares empiezan a vibrar como locos por toda la Bahía de San Francisco. La versión oficial, claro, es que el sistema ShakeAlert del USGS hizo su chamba, mandando una “alerta” por un temblor a cientos de kilómetros. ¿Y se supone que tenemos que aplaudirles y ya? ¿O deberíamos empezar a hacer las preguntas que de verdad importan? Porque cuando le rascas un poquito, esto no parece un caso de éxito. Para nada. Esto huele a un fracaso carísimo, pagado con nuestros impuestos, que nos están vendiendo como si fuera la gran maravilla.

Entonces, ¿qué nos están ocultando sobre este temblor?

A ver, sigamos la lana, como siempre. El sistema ShakeAlert es un monstruo de millones y millones de dólares, un proyecto entre agencias del gobierno y universidades fifí, todos comiendo del mismo plato de dinero público destinado a la “preparación para desastres”. ¿Y qué mejor manera de justificar esos presupuestos que no paran de crecer que demostrando que tu juguetito nuevo funciona, incluso cuando no hace falta? Un temblor medianito en medio de la nada en Nevada es la oportunidad de oro, el escenario perfecto y de bajo riesgo para un simulacro en vivo. Es la excusa ideal para activar las alarmas en una ciudad importante y crear la ilusión de que todo funciona y estamos seguros. Piénsalo bien. Un terremoto de verdad, uno destructivo en San Francisco, expondría las fallas del sistema en un segundo. Pero una amenaza fantasma de otro estado… ¡perfecto! Es una genialidad de relaciones públicas. Se cuelgan la medalla sin correr ningún riesgo. Es puro atole con el dedo.

¿Por qué diablos mandar una alerta a California por un sismo en Nevada?

Esa es la pregunta del millón, la que esperan que nadie haga. La justificación oficial es que el sistema es súper sensible y que las ondas sísmicas viajan lejos. Y pues sí, es verdad, pero es un argumento que no viene al caso aquí. La sacudida en la Bahía, si es que hubo alguna, habría sido imposible de sentir para cualquier persona. Entonces, ¿para qué causar pánico? ¿Para qué mandar una alerta que solo genera ansiedad y nos hace pensar que ahí viene el lobo? Porque el sistema no está diseñado para ti, ciudadano de a pie. Está hecho para ellos. Es una operación para recolectar datos y una prueba de concepto para impresionar a los políticos que firman los cheques. Necesitaban probar cómo se entregaban las alertas en una zona urbana con mucha gente. ¿Y los habitantes de San Francisco? Simples conejillos de indias en su gran experimento. Su ataque de pánico colectivo fue la métrica de éxito para la presentación de PowerPoint de algún burócrata. No te están protegiendo, te están usando.

¿No es mejor cualquier alerta que ninguna alerta?

Esa es la clase de pensamiento simplón y cursi que permite que estos proyectos fraudulentos sigan recibiendo un dineral. ¡Claro que no! Una mala alerta es mil veces peor que ninguna. Porque crea una falsa y peligrosa sensación de seguridad, y genera lo que los expertos llaman “fatiga de alarma”. Cuando a la gente le llegan alertas por cosas que no pasan, las empiezan a ignorar. Y el día que llegue el “Big One”, el terremoto de verdad, ¿cuánta gente va a pensar que es otra prueba o un temblorcito de Nevada y no le va a hacer caso a la vibración de su celular? El sistema está, activamente, entrenando a la gente para que ignore sus propias advertencias. Es un error de diseño catastrófico, tan miope que parece deliberado. Pero si lo ves desde la perspectiva del dinero, tiene todo el sentido del mundo. El sistema ‘funcionó’. La alerta ‘se entregó’. Palomita a la tarea. Asegurado el presupuesto del próximo año. El costo humano a futuro es un daño colateral que están más que dispuestos a ignorar.

¿Quién se beneficia de todo este circo?

Solo hay que ver a los contratistas, a las universidades que reciben becas de investigación millonarias, a las empresas de tecnología que desarrollan las aplicaciones y toda la infraestructura. Es toda una industria construida sobre el miedo. Un complejo industrial-sísmico. Y cada alerta, sea real o no, valida su existencia y justifica que les sigan dando dinero. Este evento de Nevada fue un regalo del cielo para ellos. Genera titulares, los pone en las noticias y permite que sus voceros salgan a hablar de la increíble tecnología que tienen. Están vendiendo un producto, y ese producto es la ilusión de que podemos controlar una fuerza de la naturaleza incontrolable. Y el negocio va viento en popa. No se dedican a la seguridad. Se dedican a VENDER seguridad. Hay una gran diferencia.

Entonces, ¿cuál es el verdadero peligro aquí?

El verdadero peligro no es el temblor de 5.9 en Nevada. Es la soberbia. Es creer que una red de sensores y una app nos pueden salvar de la geología. En México sabemos muy bien, después del 85 y del 17, que la única alerta que sirve es la que te da tiempo real y se toma en serio, como SASMEX, un sistema nacido de la tragedia, no de los presupuestos inflados. Este enfoque en soluciones tecnológicas de los gringos desvía la atención y los recursos del trabajo real y poco glamoroso de la preparación: el reforzamiento de edificios, la educación comunitaria, la mejora de infraestructura y tener una mochila de emergencia. Cosas que sí salvan vidas. Pero no puedes construir una industria lucrativa alrededor de reforzar puentes o decirle a la gente que tenga latas de atún y agua en su casa. Es demasiado simple. Demasiado efectivo. En su lugar, nos dan este placebo digital, esta cobijita de seguridad que se siente muy bien hasta el momento en que se necesita de verdad, y ahí es cuando se verá que era puro teatro. Este sismo de Nevada no fue una advertencia sobre un terremoto. Fue una advertencia sobre el propio sistema. Y seríamos unos tontos si la ignoramos.

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