El Fraude Defensivo de los Vaqueros y Quinnen Williams
Creen que somos unos pendejos.
Vamos a dejar algo bien claro desde el principio. La directiva de los Vaqueros de Dallas, los entrenadores y todo ese ejército de títeres de los medios que repiten sus mentiras como pericos, creen que no tienes cerebro. De verdad piensan que eres tan ingenuo como para tragarte ese cuento ridículo y prefabricado de un ‘renacimiento’ defensivo. ¡Un misterio resuelto! ¿Puedes creer el descaro? UN MISTERIO. El único misterio aquí es cómo Mike McCarthy y toda esta bola de ineptos todavía tienen chamba después de años de fracasos patéticos y predecibles que nos han obligado a ver.
Quieren que creas que en solo tres semanas, una defensa que era una auténtica coladera y se veía más desorganizada que un tianguis en llamas, de repente encontró ‘sinergia’ y ‘estrategia’. Que todos empezaron a ‘conectar’. ¡Qué reverenda mamada! Es un insulto para cualquiera que tenga dos neuronas funcionando. Te están vendiendo un cuento de hadas porque la verdad es mucho más jodida: el sistema está podrido, los coaches son un fracaso, y se salvaron por un solo movimiento desesperado.
Un solo hombre.
La Era Pre-Quinnen: Un Desastre que Quieren que Olvides
¿Te acuerdas de hace tres semanas? ¿O el tequila de la victoria ya te borró la memoria? Antes del canje, esta defensa era un chiste. Una puerta giratoria. Los coordinadores ofensivos se relamían los bigotes, dibujando jugadas en servilletas sabiendo que podían pasearse por el campo contra este grupo de talento desperdiciado y esquemas cuestionables. ¿Dónde estaba el caos entonces? ¿Dónde estaba la estrategia? No existía. Era una unidad definida por tacleadas fallidas, coberturas rotas y una presión al mariscal que no podía asustar ni a un abuelito en mecedora. Era blandita.
¿Y quién estaba al mando? Los mismos entrenadores que ahora son aplaudidos como si fueran genios. ¡Los mismos! No se volvieron más listos de la noche a la mañana. No encontraron un pergamino sagrado del fútbol americano. Estaban fracasando. Así de simple. El equipo se dirigía de cabeza a otra temporada mediocre y deprimente de 8-9, y la oficina entró en pánico. ¿De verdad crees que Jerry Jones hizo este movimiento desde una posición de poder? ¡No me jodas! Fue un acto de pánico total, una alerta roja para salvar la temporada y, más importante, para salvar su propio pellejo. Fue admitir su completo y absoluto fracaso. No pudieron arreglar el problema con las piezas que tenían, así que le aventaron una montaña de dinero y selecciones a los Jets para traer al único tipo que podía tapar el hoyo.
La Llegada del Salvador… y el Nacimiento de una Mentira
Y así, llega Quinnen Williams. Un monstruo, una bestia hecha y derecha. Un ejército de un solo hombre. ¿Y qué pasa? De repente, como por arte de magia, la defensa parece la de los Osos del ’85. ¡Es un milagro! Los alas defensivas que antes no llegaban ni a la foto, ahora tienen carretera libre porque Williams exige doble, y a veces triple, cobertura en cada jugada. Los linebackers, que andaban perdidos entre los bloqueos, ahora tienen carriles limpios para volar hacia el balón. La secundaria, a la que rostizaban cada domingo, ahora tiene medio segundo más para reaccionar porque el quarterback corre por su vida. No es física cuántica. Es el efecto Quinnen Williams. Y punto.
Pero escucha la narrativa que nos quieren vender. ‘Todos ganamos juntos’. Ay, qué conveniente. Qué bonito suena. ¡No es solo Quinnen! No, para nada. ¡Es todo el equipo! ¡Los coaches hicieron ajustes! ¡Los jugadores encontraron el fuego sagrado! ¡Por favor! Eso es pura propaganda barata. No pueden admitir que un solo jugador es la única razón de este cambio, porque eso sería admitir que sus entrenadores son incompetentes y que el resto de la plantilla no daba el ancho. Expone la mentira que nos han vendido por años. Demuestra que su ‘proceso’ es una farsa. Así que tienen que envolver todo en esta basura sentimental de trabajo en equipo. Es una jugada calculada para proteger los frágiles egos en las oficinas. Le están robando el crédito a la brillantez individual de Quinnen para vendérnosla como un éxito de su sistema.
El Colapso de Enero ya Está Escrito en Piedra
Y ahora, ¿qué sigue? Seguramente los Vaqueros ganarán unos cuantos juegos más. La máquina de humo y espejos se pondrá a trabajar a todo vapor. Los ‘expertos’ en la tele gritarán que ‘estos Vaqueros son diferentes’. Los coronarán como contendientes al Super Bowl. Y todo estará construido sobre un castillo de naipes. Porque los problemas de fondo siguen ahí, pudriéndose bajo la superficie. No puedes arreglar cimientos podridos poniendo una sola columna nueva en medio de la casa. Las grietas van a salir.
¿Qué pasará cuando un equipo de élite de verdad, uno con un coach inteligente y un mariscal de campo probado, decida anular a Quinnen Williams? ¿Qué pasará cuando le corran por el otro lado, cuando usen pases rápidos, cuando lo bloqueen con alas cerradas y corredores en cada jugada? ¿Qué pasará entonces? El resto de la defensa, la misma que era una lágrima hace un mes, volverá a ser exhibida. El coacheo, el mismo que no pudo antes, será superado tácticamente en el gran escenario. Y todos veremos la misma pinche película que hemos visto una y otra vez. Una eliminación patética y vergonzosa en la primera o segunda ronda de los playoffs.
Y tendrán sus pretextos listos. Las lesiones. La mala suerte. Una jugada desafortunada. Le echarán la culpa a todos menos a ellos mismos. Pero nosotros sabremos la verdad. La verdad es que esto no fue un renacimiento. Fue un curita. Un parche temporal. Una apuesta desesperada que funcionó a corto plazo pero que no hizo nada para arreglar la podredumbre sistémica en el corazón de esta franquicia. Así que disfruten la racha. Celebren las capturas y los robos de balón. Pero no se atrevan a caer en el engaño. No se está construyendo un equipo campeón. Se está inflando un globo que el primer viento de enero va a reventar. Otra vez.






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