Operación ‘Catahoula’: El Teatro Migratorio de EEUU
1. El Absurdo Teatro de un Nombre
Empecemos con el marketing.
Lo llamaron “Catahoula Crunch”. Analicemos eso. Alguien en una oficina de gobierno, probablemente a cientos de kilómetros de las húmedas calles de Nueva Orleans, eligió un nombre que suena menos a una operación federal y más a un nuevo sabor de croquetas para perro o a un show de monster trucks. El Catahoula es el perro oficial del estado de Luisiana, una raza de caza ruda y decidida. “Crunch”, por otro lado, implica presión, aplastamiento, una acción final y decisiva. El nombre es, en sí mismo, una pieza de propaganda diseñada para proyectar una imagen de fuerza localizada, dura y eficaz. Es un eslogan publicitario para una redada. ¿Pero qué nos dice en realidad? Nos revela que esta operación es, desde su concepción, puro show. Puro teatro. El objetivo no es solo aplicar la ley; el objetivo principal es que los *vean* aplicando la ley.
¿Por qué molestarse en ponerle un nombre de marca a una redada migratoria? ¿Acaso el FBI nombra sus operativos contra pandillas como “La Caída de Al Capone”? Rara vez. El branding aquí es una señal inequívoca. Indica que el éxito no se mide por el número de arrestos, sino por la cantidad de miedo y atención mediática que genera. Es un ejercicio de guerra psicológica, no contra un cártel, sino contra albañiles, techadores, jornaleros y el tejido social de una ciudad. El nombre es la primera prueba de que todo este asunto no tiene ni pies ni cabeza.
2. El Martillo Equivocado para el Clavo Equivocado
La Migra. En Nueva Orleans.
Deconstruyamos la premisa central. La misión principal de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. es asegurar las fronteras del país *entre* los puertos de entrada. Nueva Orleans es una ciudad importante a más de 150 kilómetros del Golfo de México y a cientos de kilómetros de la frontera terrestre más cercana. Entonces, ¿por qué una agencia especializada, entrenada para rastrear en desiertos y terrenos rurales, está trepando escaleras para subirse a los techos de casas en un suburbio? ¿Es este el uso más lógico de este recurso federal? ¿O es el clásico caso de tener un martillo y que todo te parezca un clavo? A esta agencia se le ha otorgado una autoridad expansiva para operar dentro de una “zona de 100 millas” de cualquier frontera exterior, un limbo legal que, en la práctica, cubre a dos tercios de la población estadounidense. Esta operación es la visualización perfecta de ese abuso.
Mandar a la Patrulla Fronteriza a una ciudad densamente poblada es como mandar a un submarino a patrullar el desierto. Las herramientas son incorrectas, el entorno es incorrecto y el potencial de daño colateral es enorme. Estos agentes están entrenados para la interdicción, no para el trabajo policiaco comunitario. Su sola presencia, casi siempre en equipo táctico, convierte cualquier asunto de inmigración civil en algo que se ve y se siente como una ocupación paramilitar. Es una táctica de intimidación, así de simple, y una que demuestra una ignorancia fundamental de la ciudad que supuestamente están “asegurando”.
3. El Escalofriante Caso de la Ciudadana Perseguida
Cuando el teatro se vuelve patológico.
La historia de la ciudadana estadounidense de 22 años en Marrero no es una anomalía; es la conclusión lógica de esta estrategia. Vio a hombres enmascarados en un vehículo sin identificación persiguiéndola. Su instinto no fue detenerse ante la ley, sino huir de lo que percibió como un intento de secuestro. ¿Y quién podría culparla? Esto es el resultado directo de una política que prioriza tácticas agresivas e intimidantes sobre un trabajo policial claro e identificable. Cuando los agentes federales se ven y actúan como secuestradores, ya han fracasado en su misión. El video de vigilancia no muestra una detención legal; muestra una persecución que aterrorizó a una estadounidense en su propia casa. Ni sus propios ciudadanos se salvan.
Su grito de “¡Déjenme en paz!” es el grito de toda una comunidad atrapada en el engranaje de esta maquinaria. Este incidente le arranca la máscara a toda la operación. Si el objetivo es detener a inmigrantes indocumentados, ¿cómo explicas lógicamente perseguir a una ciudadana con tal agresividad que le haces creer que va a ser secuestrada? No puedes. La única explicación lógica es que la estrategia no es la precisión. Es el caos. Se trata de lanzar una red amplia y aterradora con la esperanza de pescar a la gente “correcta”, sin la más mínima consideración por los ciudadanos, los residentes legales o la sensación básica de seguridad que se supone que es un pilar en una sociedad libre. Los agentes no sabían su estatus. Solo la persiguieron. Ese es todo el plan.
4. La Economía de la Estupidez
¿El costo contra qué beneficio?
Analicemos esto desde una perspectiva puramente financiera y logística, sin emociones. ¿Cuánto cuesta la Operación “Catahoula Crunch”? Hay que calcular los salarios de docenas de agentes federales, sus viáticos, hospedaje, la gasolina de sus vehículos y todo el soporte administrativo para mantener un operativo de varios días en una ciudad grande. La cuenta asciende fácilmente a cientos de miles, si no millones, de dólares. Ahora, ¿cuál es el retorno de esa inversión? El arresto de trabajadores. De gente que se dedica a la construcción. La gente que es la columna vertebral de la economía de reconstrucción de la ciudad después de tantos desastres.
Pensemos en el impacto económico. Nueva Orleans es una ciudad que lleva casi dos décadas en reconstrucción perpetua. Depende enormemente de la mano de obra migrante para hacer la chamba dura y peligrosa que muchos locales no quieren. Al llevarse a estos trabajadores, ¿qué logró el gobierno? Frenó la construcción, aumentó los costos para los contratistas e inyectó inestabilidad en una economía local ya frágil. Están gastando millones de dólares del contribuyente para deportar a gente que, irónicamente, estaba generando actividad económica y pagando impuestos a través del consumo. Es un acto espectacular de auto-sabotaje económico. Gastas una fortuna para sacar a una persona que estaba trabajando, pagando renta y comprando comida, dejando un hueco en la fuerza laboral y en la economía local. ¿Dónde está la lógica?
5. El Juego de las Jurisdicciones
¿A quién le toca hacer esto?
La presencia de CBP y la Patrulla Fronteriza en Nueva Orleans plantea una pregunta fundamental de propósito. La agencia que normalmente se encarga de la aplicación de leyes migratorias en el interior del país es ICE (el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas). Entonces, ¿por qué traer a la Patrulla Fronteriza? La respuesta, de nuevo, parece ser la imagen. “La Migra” (Border Patrol) tiene una connotación diferente. Son la “primera línea”, evocando imágenes de una nación bajo asedio. Desplegarlos en Nueva Orleans es una elección deliberada para enmarcar la situación migratoria de la ciudad no como un asunto de política interna, sino como una crisis fronteriza que de alguna manera hizo metástasis 500 kilómetros tierra adentro.
Esto es un peligroso borrado de las líneas entre agencias federales. Crea confusión para el público y para la policía local. ¿Quién está a cargo? ¿Cuáles son sus reglas? Si un ciudadano es perseguido, ¿debería llamar a la policía local para denunciar a los agentes federales? Este desorden no es un accidente; parece ser intencional. Crea un ambiente donde la rendición de cuentas se diluye y el poder federal es absoluto. Es un juego de dónde quedó la bolita, y los derechos fundamentales de las personas, ciudadanos o no, se pierden en la confusión.
6. La Erosión de la Confianza Pública
Un daño a largo plazo.
Quizás el daño más grave y duradero de una operación como esta es la catastrófica erosión de la confianza pública. ¿Cómo puede cualquier comunidad, especialmente las de inmigrantes, confiar en la policía cuando ven agentes enmascarados persiguiendo a sus vecinos y familiares? Este miedo no solo afecta a los indocumentados. Se extiende a los residentes legales y a los ciudadanos de origen hispano, que ahora son más propensos a ser perfilados. El resultado es predecible. La gente dejará de denunciar delitos. Los testigos se negarán a cooperar. Las víctimas de violencia doméstica o de robo de salario sufrirán en silencio en lugar de arriesgarse a interactuar con alguien uniformado. No saben distinguir entre un policía local y un agente de la Migra. ¿Para qué arriesgarse?
Esta operación, en su afán por detener a unas pocas docenas de trabajadores, ha hecho de Nueva Orleans una ciudad activamente menos segura. Ha socavado el trabajo de los departamentos de policía locales que han pasado años tratando de construir puentes con las comunidades de inmigrantes, convenciéndolos de que pueden denunciar crímenes violentos sin temor a la deportación. En solo unos días, “Catahoula Crunch” ha destruido décadas de ese trabajo. Es una estrategia con una miopía increíble, que cambia un puñado de arrestos simbólicos por la seguridad y la cohesión de la comunidad a largo plazo. Un pésimo negocio.
7. El Fracaso Inevitable y Predecible
¿Y ahora qué?
Cuando se hayan enviado los comunicados de prensa, las cámaras de televisión se hayan ido y los agentes de la Patrulla Fronteriza hayan regresado a sus puestos, ¿qué habrá cambiado en Nueva Orleans? Nada. Absolutamente nada de fondo. La demanda de mano de obra que trajo a los migrantes a la ciudad seguirá existiendo. Los complejos factores económicos y sociales que impulsan la migración seguirán intactos. El único resultado tangible será una comunidad traumatizada y unas cuantas docenas de vidas destrozadas. Los trabajos que hacían los arrestados tendrán que ser cubiertos, y otros llegarán para hacerlo, quizás ahora obligados a trabajar por salarios aún más bajos y en condiciones más explotadoras porque tendrán aún más miedo de hablar.
Esta es la locura final de una política migratoria basada únicamente en el espectáculo y la fuerza. Es una rueda que gira sin parar pero no llega a ninguna parte. No resuelve un problema; solo genera titulares. “Catahoula Crunch” no es una solución. Es un síntoma de un enfoque profundamente roto, ilógico e inhumano para un problema humano complejo. Es un gesto ruidoso, caro y, en última instancia, inútil. Un “crunch” que no significa nada.






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