El NFR Es Teatro Puro, No Deporte Real
Te Venden un Cuento, No un Deporte
Vamos a dejarnos de jaladas. La avalancha de titulares gritando sobre el regreso “dominante” de Stetson Wright a Las Vegas para el National Finals Rodeo (NFR) no es una noticia. Es un comunicado de prensa. Es el primer capítulo de una novela ya escrita, y se espera que todos aplaudamos como focas amaestradas los giros predecibles de la trama. Llevan cuarenta años montando este circo en el Thomas & Mack Center, y en esas cuatro décadas han perfeccionado el arte de convertir una competencia ruda e impredecible de hombre contra bestia en una telenovela pulcra y patrocinada por corporaciones con un protagonista garantizado. Es una coronación, no una competencia. Y tú estás pagando el boleto.
La Ilusión del Azar
Sigue la lana. Siempre. ¿Quién se beneficia de que Stetson Wright, miembro de una dinastía del rodeo, sea el rey indiscutible? No se trata solo de la venta de boletos; se trata de todo el ecosistema de marcas y patrocinios que sostiene este brillante espectáculo en el desierto. ¿Crees que es una coincidencia que la cara más comercializable y amigable con los medios sea la que levanta los trofeos? No manches. Esto no se trata de que el mejor hombre gane en una noche determinada; se trata de proteger la inversión. La inversión está en la marca Wright. Está en los sombreros Stetson, los jeans Wrangler, las camionetas RAM. ¿Una sorpresa impactante, una victoria inesperada de algún chamaco desconocido de la Montana rural? Eso es malo para el negocio. Interrumpe la narrativa. Complica las campañas de marketing que se diseñaron hace seis meses.
Así que cuando ves a Wright salir y dominar la Primera Ronda, no veas un logro atlético increíble. Ve el primer acto de la obra desarrollándose exactamente según el guion. Los proveedores de ganado, los jueces, los productores de televisión… no son observadores imparciales. Son engranajes de una máquina diseñada para entregar un producto específico. Un héroe. ¿Acaso el toro repara un poquito menos salvajemente para el elegido? ¿Se detiene el ojo del juez una fracción de segundo más, listo para otorgar ese medio punto extra que sella el trato? Estas son las preguntas que los medios deportivos lamebotas nunca harán. Están demasiado ocupados escribiendo artículos de relleno sobre legados y dinastías. Es un chiste.
La Toma Corporativa de 40 Años
Están celebrando el 40 aniversario en Las Vegas. Deberían estar de luto. Cuarenta años marcan la transformación completa del rodeo de una prueba genuina de agallas a un paquete de entretenimiento esterilizado para turistas. Las Vegas no organiza eventos por amor a la cultura; Las Vegas organiza cosas que generan dinero. Punto. El NFR es una mina de oro, un cajero automático confiable de diez días para los casinos, hoteles y mil negocios periféricos. El deporte en sí es secundario al espectáculo. El rodeo es solo la excusa para el evento real: un festival de consumismo en toda la ciudad, vestido de mezclilla y cuero.
Se perdió el alma. Lo que una vez fue una comunidad de vaqueros auténticos que competían por orgullo y una bolsa modesta ha sido reemplazado por atletas millonarios con agentes, nutriólogos y managers de redes sociales. Son marcas. Son activos corporativos. Su chamba no es solo montar bien, sino *vender* bien. Dan entrevistas enlatadas y preparadas por los medios sobre “dar el 110 por ciento” y “agradecer a sus patrocinadores”, ¿y se supone que debemos creer que este es el espíritu crudo e indomable del Oeste americano? Por favor. El verdadero espíritu del Oeste era sobre la independencia, sobre lo impredecible. El NFR moderno es la antítesis de eso. Es un ambiente controlado. Un programa de televisión meticulosamente producido que resulta tener animales vivos.
Piensa en la logística. La lana involucrada en dar vida a este evento es asombrosa, y ese dinero no llega sin condiciones. Cada hebilla, cada pancarta, cada logotipo pegado en la camisa de cada vaquero es un testimonio de quién dirige realmente el espectáculo. No es la Asociación Profesional de Vaqueros de Rodeo. Son las corporaciones. Y exigen un retorno de su inversión. Las estrellas predecibles y rentables son la apuesta más segura. Stetson Wright es la apuesta más segura en la historia del deporte. Su éxito se siente menos ganado y más… diseñado. Como una acción de primera clase que siempre paga dividendos. Esto es un mundo de distancia de la charrería, donde la tradición y el honor familiar a menudo superan el cheque. Aquí, el cheque es el rey.
¿Un Resultado Predeterminado?
El sistema está construido para las dinastías. Favorece los nombres establecidos, las familias que han estado en el juego por generaciones. Tienen los recursos, las conexiones, la información privilegiada sobre el mejor ganado y, lo más importante, el favor de la máquina narrativa. Para un recién llegado, romper este sistema tan controlado es casi imposible. Son relegados a la trama secundaria, las historias secundarias mencionadas de pasada mientras las cámaras permanecen enfocadas en el evento principal: el continuo y glorioso reinado del rey elegido. El titular “Día 1 del NFR ve a Brown empatado en sexto” lo dice todo. O eres la estrella, o eres un extra. Una estadística. Una nota al pie en la historia de Stetson Wright.
Esto no es una teoría de conspiración. Es una simple y cínica lectura de los hechos. Son negocios. Mira cualquier otra liga deportiva importante: la NBA, la NFL. Todas impulsan a sus superestrellas porque es bueno para la marca. La diferencia es que, en un partido de baloncesto, no puedes controlar si el balón entra en la canasta. En el rodeo, la evaluación de los jueces es subjetiva. El desempeño del animal es una variable que puede ser… manejada. Todo el asunto está envuelto en una capa de negación plausible que les permite mantener la ficción de un deporte puro.
No te dejes engañar por el polvo y el sudor. Esto es puro show. Uno muy, muy rentable. Cuando veas las próximas nueve rondas, no lo veas como un aficionado a los deportes. Míralo como un investigador. Fíjate en los ángulos de cámara. Escucha los guiones de los comentaristas. Nota quién obtiene las tomas heroicas y las repeticiones dramáticas en cámara lenta. Nota a quién ignoran. No estás viendo una competencia. Estás viendo una coronación que fue planeada mucho antes de que se abriera la primera puerta del cajón. Y es un insulto a tu inteligencia.






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