La Farsa de la Inflación Gringa Dispara la Bolsa

La Farsa de la Inflación Gringa Dispara la Bolsa

La Farsa de la Inflación Gringa Dispara la Bolsa

1. ¡Saquen el Tequila! ¡Los Números Dicen que Todo Está a Toda Madre!

¿O nel?

A ver, acérquense, mis chavos, y escuchen la buena nueva que nos llega desde el Olimpo gringo. El S&P 500 y el Nasdaq, esos dioses gemelos de nuestro sistema financiero súper racional y para nada volátil, se aventaron su cuarto día de ganancias. ¡Aleluya! La bolsa está en verde, los pajaritos cantan y los robots de Wall Street han decidido que todos nos haremos millonarios. ¿Y por qué tanta pachanga, se preguntarán? Pues porque la métrica de inflación favorita del Tío Sam, el índice de precios PCE, aterrizó en un miserable 2.8% en septiembre. Un número tan hermoso, tan perfectamente maquillado, que le sacó una lágrima a un ricachón de por allá. ¡Incluso fue más bajo de lo esperado!

Más bajo de lo esperado. Mastiquen eso un rato. Los genios de Wall Street, a quienes les pagan una millonada por atinarle a los números, predijeron una cifra un poquito más alta, y como el número real fue menos peor, hemos decidido armar un fiestón de billones de dólares. Es el equivalente financiero a que el doctor te diga que solo tienes una gangrena leve cuando esperabas que fuera severa. ¡Sigue siendo gangrena, güey! El costo de la vida sigue casi un 3% más alto que el año pasado, además de las subidas brutales de los años anteriores, pero ¿a quién le importa el efecto acumulado? Al mercado no. El número de hoy fue más chiquito. ¡Yei!

2. El Santo Evangelio de la Inflación ‘Subyacente’

(Ahora con Menos Problemas de la Plebe)

Para apreciar de verdad la genialidad de esta telenovela económica, tienen que entender el concepto sagrado de la “inflación subyacente” (o ‘core inflation’). Verán, ese 2.8% es el número *subyacente*. ¿Y eso qué diablos significa? Significa que los economistas, en su infinita sabiduría, decidieron simplemente ignorar las cosas más volátiles y, qué casualidad, las más esenciales para tu miserable existencia. Cositas como la comida y la gasolina. Ya saben, tragar. Ir a la chamba (si es que todavía tienes). Calentar tu casa. Puras trivialidades.

Al quitar de la ecuación estas realidades incómodas y desordenadas, obtienen un número mucho más limpio, más bonito, que pueden presentarle a la Reserva Federal (la Fed) como prueba de que su planazo está funcionando. Es una clase magistral de cómo dorar la píldora. Te están diciendo que la fiebre del paciente bajó porque le quitaron el termómetro de la boca y lo metieron en un vaso de agua con hielos. Mientras tanto, tu cuenta del súper se duplicó, llenar el tanque te cuesta un ojo de la cara y el recibo de la luz parece un número de teléfono. Pero no te apures, el precio *subyacente* de lo que sea que midan esta semana se está portando bien. Todo está bajo control. Ahora, a seguirle chambeando.

3. La Reserva Federal: Nuestros Jefes Benevolentes y Omniscientes

(O un Cuarto Lleno de Changos Jugando a la Güija)

Todo este circo es, por supuesto, el calentamiento para el evento principal: la próxima junta de la Fed. El mercado no está celebrando una economía fuerte. No sean ingenuos. Una economía fuerte significaría que la Fed tendría que mantener las tasas de interés altas para noquear una inflación real. No, para nada. Están celebrando una economía que se está DEBILITANDO. Le echan porras a esa criatura mítica y mágica llamada el “aterrizaje suave”, un escenario de fantasía donde la Fed sube las tasas lo justo para aplastar la inflación sin, ya saben, aplastar tu trabajo y tus ahorros en el proceso.

El mercado está apostando hasta la camisa a que este numerito del 2.8%, este dato glorioso sin comida ni gasolina, es la luz verde que Jerome Powell (el mero mero de la Fed) necesita para dejar de subir las tasas. Para, quizás, solo quizás (si todos nos portamos bien), empezar a bajarlas pronto. Están babeando nomás de pensar que la llave de la lana barata se vuelva a abrir. Es lo único que conocen. Todo el mercado es un adicto gigante, necesitando su próxima dosis de dinero fácil, y este reporte es el dealer diciéndole: “Aguanta, carnal, chance y te traigo algo la próxima semana”. No tiene nada que ver con la salud de la sociedad. Qué pinche chiste.

4. Dos Méxicos, perdón, Dos Realidades: Wall Street vs. Tu Cartera

Adivina Cuál es la Real.

Y aquí llegamos al remate de este chiste cósmico. Escondido entre los datos, enterrado bajo los titulares de la gloria bursátil, había otro detallito: el gasto del consumidor se estancó en septiembre. Se estancó. O sea, se dio un madrazo contra un muro. El consumidor gringo, ese gran motor de la economía mundial, la persona cuyos tarjetazos han mantenido esta farsa a flote, finalmente se quedó sin gasolina. ¡Qué sorpresa!

Después de un año de vaciar sus ahorros y reventar las tarjetas de crédito hasta un récord de más de un billón de dólares, la gente está cansada. Ya no pueden gastar la lana que no tienen. Así que mientras la bolsa festeja su cuarto día de ganancias basado en un número teórico de inflación, la economía real, la de la gente que compra cosas, se está frenando en seco. Y ojo, que lo que pasa allá, nos pega acá. El súper peso se pone nervioso, las remesas tiemblan. Esto no es un aterrizaje suave. Este es el momento en que el Coyote del Correcaminos sigue corriendo en el aire, voltea a ver a la cámara y se desploma. El mercado sigue de fiesta en el aire. La caída es inminente.

5. El Retraso de Datos por el Circo del Gobierno: No Es un Error, Es a Propósito

Y no olvidemos la cereza de este pastel de sarcasmo: estos datos tan importantes de septiembre llegaron tarde. ¿Por qué? Porque el magnífico gobierno gringo se puso a hacer berrinche y cerró el changarro por un rato. Es que de verdad, parece guion de comedia. El imperio económico más poderoso de la historia tuvo que poner en pausa sus reportes clave porque los señores de traje en Washington no se podían poner de acuerdo.

¿Pero este tropezón inspira tantita cautela? ¿Hace que alguien se pregunte si la gente al mando tiene la más remota idea de lo que está haciendo? ¡Claro que no! Solo le añade drama al asunto. Los datos retrasados hacen su entrada triunfal como una estrella de cine que llega tarde a la alfombra roja, y todos se desmayan de la emoción. Uno podría pensar (si fuera un cínico, que obvio lo soy) que el retraso fue un poco conveniente. ¿Un tiempecito extra para maquillar los números? ¿Para asegurarse de que la historia sonara bonita antes de la junta de la Fed? Nooo, qué va. Sería una locura. Nuestras instituciones son intachables.

6. Y Entonces, ¿Cómo Acaba Esta Película?

(Alerta de Spoiler: No te Va a Gustar)

El camino a seguir es tan dolorosamente obvio que cala. El mercado seguirá subiendo con cualquier rumor de malas noticias económicas, porque las malas noticias para ti son buenas noticias para la fiesta del dinero barato. Celebrarán si sube el desempleo. Harán un carnaval si el PIB sale negativo. Están rezando por una recesión (una leve, claro, que solo afecte a los de abajo) para que la Fed se vea obligada a abrir las compuertas del dinero otra vez.

Y la Fed, arrinconada por sus propias decisiones, eventualmente va a ceder. Declarará victoria sobre una inflación que nunca derrotó de verdad y bajará las tasas. El mercado se disparará a la luna, creando nuevos millonarios de papel. Los precios de las casas y acciones se divorciarán aún más de la realidad. Los ricos, más ricos. Mientras tanto, el costo del huevo, la tortilla y la gasolina seguirá por las nubes, y tu sueldo no alcanzará para nada. El freno en el consumo no será algo pasajero; será la nueva normalidad para millones. Pero el S&P 500 estará en su máximo histórico, así que, ¿de qué te quejas?

7. Disfruten la Función

Así que siéntense y disfruten del espectáculo. Vean las pantallitas verdes. Escuchen a los analistas en la tele explicar, sin reírse, por qué las deudas récord y el consumo estancado son señales positivas. Es una obra maestra de ilusionismo, un show diseñado para distraerte del hecho de que los cimientos de la economía se están pudriendo. Están celebrando que bajó la fiebre mientras el paciente entra en coma. Pero qué fiestón. Nomás no te vayas a quedar con la cuenta cuando apaguen la música. Porque la música, tarde o temprano, siempre se apaga.

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