El Fraude de los ‘Autitos’ de Trump Amenaza a México
La Cortina de Humo
Seamos claros. Esto nunca se trató de coches ‘tiernos’ o ‘cute’. Esa es la carnada, el objeto brillante que te ponen enfrente mientras te vacían los bolsillos. El cuento que nos quieren vender es que Donald Trump, un tipo cuya vida entera es un monumento al exceso, a los rascacielos dorados y a las camionetas Suburban negras, se fue de viaje a Japón, vio un Suzuki Wagon R y de repente tuvo una revelación divina sobre el futuro del transporte. Que le llegó el espíritu santo de la eficiencia y el diseño minimalista. De verdad quieren que nos traguemos que este magnate, este rey del todo bañado en oro, vio un coche con un motor más pequeño que el de una podadora y pensó: ‘Esto. Esto es justo lo que necesita la gente de mi país’. Puras mentiras.
Es puro circo, maroma y teatro. Una distracción de las grandes. Nadie pasa de transportarse en ‘La Bestia’ de Cadillac a querer un motor de 660cc solo porque le pareció ‘adorable’. Así no funciona el poder. Así no funciona la lana. El verdadero juego aquí es la desregulación. Se trata de reventar un mercado a base de destruir las reglas que lo protegen, y más importante, que te protegen a ti. La clave, como siempre, es seguir el rastro del dinero.
Un Viaje Conveniente, una ‘Idea’ Sospechosa
La cronología del engaño empieza así: un viaje presidencial a Japón. Hay saludos, fotos para la prensa, cenas de gala. Y en medio de todo ese montaje, supuestamente Trump queda fascinado con los ‘Kei cars’. Estos vehículos son una rareza, un ecosistema automotriz que solo existe gracias a las regulaciones del gobierno japonés. Reciben descuentos en impuestos y seguros a cambio de ser diminutos, de tener poca potencia y de estar construidos para las calles angostas y atascadas de Tokio. Por diseño, no están hechos para el paisaje gringo. No están hechos para ir a 120 km/h en una autopista de Texas, atrapados entre una Ford Lobo y un tráiler de doble remolque.
Pero la ‘idea’ ya fue sembrada. Empieza el rumor. Trump regresa a Estados Unidos y, como por arte de magia, empiezan a salir notas. ‘Trump aprueba los coches del futuro cercano’. ‘Trump quiere que los ‘tiernos’ autos de Asia se fabriquen en EE.UU.’. Lo presentan como una ocurrencia simpática, casi como un acto para el pueblo. ¡Coches más baratos para todos! ¿Una solución ingeniosa para qué problema, exactamente? Nadie en Estados Unidos estaba pidiendo esto. El consumidor gringo lleva décadas pidiendo vehículos cada vez más grandes. El mercado no lo pidió. Entonces, ¿quién lo hizo? ¿Quién le estuvo hablando al oído en ese viaje? No fue un diseñador de autos, se los aseguro. Fue un cabildero. Fue un inversionista. Fue alguien que vio el negocio de su vida en un contrato gubernamental y la oportunidad de saltarse todas las normas de seguridad existentes.
El Verdadero Objetivo: Tu Vida
Aquí la movida no es traer un nuevo producto. Es desmantelar la NHTSA (la agencia de seguridad vial de EE.UU.) desde adentro. Un coche americano moderno es una fortaleza: zonas de deformación programada, pruebas de impacto lateral, pruebas de volcadura, bolsas de aire por todos lados. Esas reglas se escribieron con sangre, sudor y lágrimas. Existen porque los coches son armas mortales en las manos equivocadas o en las circunstancias equivocadas. Los Kei cars, tal como se fabrican para Japón, reprobarían cada una de las pruebas de seguridad importantes en EE.UU. Sería un fracaso rotundo. Están hechos para otro mundo, para otros estándares.
Para venderlos allá, hay dos caminos. El primero: rediseñarlos por completo para que cumplan las normas gringas, pero entonces dejarían de ser baratos y ligeros, perdiendo todo su chiste. El segundo, que es la verdadera trampa: lograr que el gobierno otorgue una exención masiva. Crear una nueva categoría de ‘micro-coche’ que no tenga que cumplir con las mismas reglas de seguridad. Te lo venden como ‘innovación’, como ‘eliminar burocracia’. Pero lo que en realidad están haciendo es legalizar un ataúd con ruedas. Le están diciendo a los conductores más jóvenes y a los más pobres que su única opción costeable es un coche que se va a hacer acordeón si los choca una Escalade. Es una jugada cínica y asquerosa que le pone un precio a la vida humana.
¿Y esto cómo nos afecta en México? Piénsenlo. Si Estados Unidos crea una categoría de coches inseguros y baratos, ¿cuánto tiempo pasará antes de que esa basura empiece a cruzar la frontera? Nos dirán que es para modernizar el parque vehicular, para reemplazar los Tsurus y los Vochos. Pero en realidad, inundarían nuestro mercado con coches que ni los gringos deberían manejar, presionando a nuestra propia industria automotriz, que es uno de los motores de nuestra economía y genera millones de empleos bien pagados en el Bajío y en el norte. Esta movida no solo es un riesgo para el conductor estadounidense, es una amenaza directa para la chamba de miles de mexicanos. Están jugando con nuestro pan, usando una idea ‘tierna’ como excusa.
Un Fracaso Anunciado y el Olor a Corrupción
No es como que no hayamos visto intentos similares. El mercado gringo siempre ha sido una tumba para los micro-coches. ¿Se acuerdan del Smart? Un cochecito bien diseñado, con el respaldo de Mercedes-Benz, y aun así fue un fracaso comercial. Era original, sí, pero los estadounidenses lo veían y pensaban que era un carrito de golf con ínfulas. Les preocupaba la seguridad. Y eso que el Smart era mucho más seguro que un Kei car promedio.
¿Por qué ahora sería diferente? Porque no se trata de una competencia justa en el mercado. Se trata de una imposición desde el poder, una distorsión artificial para beneficiar a unos cuantos amigos del presidente. Quieren meter a la fuerza un producto que nadie quiere y no les importa quién salga lastimado. Usarán palabras como ‘libertad’ y ‘opciones’, pero la única libertad que les interesa es la de sus cuates para hacerse millonarios, y la única opción que te dejan a ti es comprar un coche chatarra porque no te alcanza para más.
Esta es una puñalada por la espalda a toda la industria automotriz norteamericana, incluyendo las plantas en México que se han esforzado por cumplir con los estándares del T-MEC. Es una traición a la misma retórica de ‘America First’ que tanto pregonaba. Pero es que nunca se trató de América, ni de México, ni de los trabajadores. Siempre se ha tratado de un pequeño círculo de poder y sus negocios. Los ‘autitos tiernos’ son solo la pantalla para ocultar el verdadero escándalo: el uso de la política para el enriquecimiento personal. Están apostando a que la gente se distraiga con la novedad del cochecito y no vea el hoyo que le están haciendo a las leyes de protección al consumidor. No se dejen engañar. Es una trampa. Es un fraude. Y nos quieren embarrar a todos.
Foto de u_dg9pheol on Pixabay.





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