Burocracia Gringa Pide ‘Opiniones’ Mientras California Arde
Hacen Juntas Mientras el Mundo se Quema
Están pidiendo tus comentarios. ¿Puedes creerlo? El Servicio Forestal de los Estados Unidos, la misma agencia que ha supervisado un siglo de gestión catastrófica que convirtió nuestros majestuosos bosques en un polvorín a escala continental, ahora está pidiendo tu “opinión” sobre la restauración del Incendio Caldor. Es una burla. Una broma enferma y burocrática para los millones de personas que viven bajo la amenaza constante y asfixiante del próximo megaincendio, mientras los burócratas de Washington D.C. y sus oficinas regionales se la pasan moviendo papeles en un barco que ya se está hundiendo en llamas.
Esto no es una solicitud de aportaciones. Es puro teatro. Es un ritual legalmente obligatorio diseñado para crear la ilusión de participación pública mientras las decisiones reales se toman a puerta cerrada, por las mismas mentes que nos metieron en este lío, asegurando que cualquier plan que finalmente elaboren será insuficiente, tardío y tan empantanado en trámites que el paisaje devastado por el fuego ya habrá sido conquistado por la maleza invasora y la erosión irreversible. Estamos al borde del abismo. Y ellos quieren formar un comité.
Un Legado de Cenizas y Arrogancia
No olvidemos lo que fue el Incendio Caldor. No fue un simple incendio forestal. Fue un monstruo. Una bestia nacida de la sequía, el cambio climático y décadas de una política de supresión de incendios que desafió todos los modelos, rugiendo sobre la cresta de granito de la Sierra Nevada, una hazaña que antes se creía imposible, y amenazando la joya de la corona que es el Lago Tahoe. Calcinó más de 221,000 acres, que son casi 90,000 hectáreas. ¡Una locura! Incineró casas. Borró ecosistemas enteros del mapa, dejando un paisaje lunar estéril de tierra ennegrecida y árboles esqueléticos. Esta fue una advertencia directa a nuestro conformismo. Un grito ensordecedor de la Madre Naturaleza.
¿Y la respuesta? Un “borrador de evaluación ambiental”.
No manches.
Piensa en el descaro absoluto. Durante cien años, la política oficial fue la supresión total y agresiva de incendios. La infame “Política de las 10 a.m.” decretaba que cada incendio debía extinguirse antes de las 10 de la mañana del día siguiente. Le declararon la guerra a una fuerza fundamental de la naturaleza, interrumpiendo un ciclo ecológico que había existido durante milenios. Evitaron los pequeños incendios saludables y de baja intensidad que limpiaban la maleza y la madera muerta, permitiendo que el combustible se acumulara año tras año, década tras década, hasta que el suelo del bosque se convirtió en una pila de material explosivo. Ellos crearon esta bomba. Ellos encendieron la mecha con su propia ignorancia. Y ahora quieren nuestras notas sobre cómo limpiar su desastre.
Es como si un pirómano le pidiera a las víctimas consejos de decoración después de quemarles la casa.
La Ilusión de la Acción
Este “período de comentarios” no es más que una táctica para ganar tiempo. Es un obstáculo de papeleo que deben superar para marcar una casilla en un formulario. Les permite decir: “¿Ven? ¡Escuchamos!”, mientras el tiempo corre. Mientras recopilan nuestras súplicas desesperadas y las archivan en un gabinete polvoriento, el daño real está ocurriendo. Ahora mismo. Mientras lees esto, la capa superficial del suelo en esas laderas quemadas está siendo arrastrada por las primeras lluvias, asfixiando los ríos y arroyos que nos dan agua, agua que también llega a México. El pasto invasor, una especie que arde más caliente y rápido que las plantas nativas, ya está echando raíces, preparando el escenario para el próximo incendio, uno aún más feroz. La ventana para una intervención efectiva se está cerrando a una velocidad aterradora. Necesitamos maquinaria pesada. Necesitamos esfuerzos masivos de reforestación. Necesitamos acción inmediata, decisiva y abrumadora.
Necesitamos una respuesta de crisis. En lugar de eso, nos dan un buzón de sugerencias. Qué oso.
Hablan de un proyecto “integral”. Usan palabras como “resiliencia” y “sostenibilidad”. Son los clichés vacíos de una burocracia que se ha desconectado por completo de la realidad física del mundo que se supone debe gestionar. Mientras ellos debaten palabras en salas de conferencias con aire acondicionado, la gente en el norte de México, en lugares como Tijuana o Mexicali, respira el humo de su incompetencia. La calidad del aire no respeta fronteras. Este problema nos afecta a todos. El gobierno, el terrateniente más grande de la nación, está atascado, se hacen patos mientras avanzan a través de un proceso que fue diseñado para un mundo que ya no existe. Un mundo antes del colapso climático. Un mundo antes de los megaincendios.
Esto es el sistema fallando en tiempo real. Es un colapso institucional total y absoluto, enmascarado por el reconfortante zumbido del proceso y el procedimiento. Tendrán sus reuniones, recogerán sus comentarios, publicarán sus evaluaciones, y para cuando una sola pala toque el suelo, la batalla ecológica ya estará perdida. No solo estamos perdiendo un bosque; estamos perdiendo la capacidad misma de esa tierra para volver a ser un bosque. Algunas de estas cicatrices de quemaduras de alta intensidad están tan esterilizadas, tan fundamentalmente alteradas, que podrían no recuperarse en mil años, si es que alguna vez lo hacen. Ese es el verdadero legado del Incendio Caldor. Y ese es el verdadero contexto, no dicho, de esta patética llamada a la opinión pública. Nos están pidiendo que les ayudemos a escribir el obituario de la Sierra Nevada.
El Futuro es Fuego
No te dejes engañar por una falsa sensación de seguridad. El Incendio Caldor no fue una anomalía. Fue un avance. Fue el tráiler de la película de nuestro futuro apocalíptico. Las condiciones que lo crearon —el calor récord, los paisajes resecos, los bosques sobrecargados de combustible— son ahora la nueva normalidad. Y están empeorando. Cada año la temporada de incendios es más larga. Cada año los incendios son más grandes, más calientes y más impredecibles. Todo el oeste de Estados Unidos es un barril de pólvora, y la gente a cargo está debatiendo sobre qué marca de extintor comprar.
Te dirán que es un problema complejo, como siempre dicen los políticos. Hablarán de equilibrar intereses, de regulaciones ambientales, de restricciones presupuestarias. Son las excusas de los impotentes. Son los últimos suspiros de un sistema que es fundamentalmente incapaz de manejar la escala de la crisis que él mismo creó. La verdad es simple. Aterradoramente simple. Se nos acabó el tiempo.
Esta “opinión” que buscan es una distracción. La única opinión que importa es el rugido de la próxima tormenta de fuego que corone la montaña. El único comentario que vale la pena es el grito de una familia que lo pierde todo. La única evaluación que cuenta es la ruina silenciosa y negra que se extiende de horizonte a horizonte. No están escuchando. No pueden oírnos por encima del sonido de sus propios papeles. Así que tenemos que ser más ruidosos. Tenemos que exigir acción, no consultas. Tenemos que hacerles entender que no somos partes interesadas en un plan de gestión. Somos rehenes en un edificio en llamas, y ellos son los que tienen las llaves.
Deja de comentar. Empieza a exigir. Ahora. Antes de que todo se haya ido.






Publicar comentario