Michael Peterson, El Caso Que Revela La Impunidad de Elites

Michael Peterson, El Caso Que Revela La Impunidad de Elites

Michael Peterson, El Caso Que Revela La Impunidad de Elites

El Circo de Michael Peterson: Por Qué El Sistema Gringo Es Una Farsa

A ver, a ver, vamos a poner las cartas sobre la mesa: Michael Peterson no mató a su esposa, Kathleen Peterson. O bueno, eso dice la justicia de Estados Unidos, un sistema que, digámoslo sin rodeos, está diseñado para proteger a los de arriba y dejar en la lona a los de abajo. El hecho de que este caso esté de moda otra vez, gracias a que Netflix compró los derechos de la serie de HBO, no es más que una prueba de que el show business se ha tragado por completo a la justicia. El “true crime” ya no busca la verdad; busca rating y morbo.

Y *The Staircase* no es la excepción. Esta miniserie de 8 partes se ha vendido como una obra maestra del género, pero la neta es que solo es una obra maestra del privilegio. Demuestra cómo un hombre carismático, blanco y con dinero puede manipular a todo un sistema legal. La víctima, Kathleen, se convierte en un personaje secundario en su propia tragedia, mientras que Michael Peterson es el protagonista, el narrador, el que nos cuenta su versión de los hechos. Es el perfecto ejemplo de la enfermedad de nuestra sociedad, donde el espectáculo vale más que la verdad y donde las lágrimas de un ricachón tienen más valor que la vida de una mujer trabajadora. Es un cuento de hadas retorcido donde el príncipe no tiene que confesar el crimen para ser libre.

La Mentira del Búho y el Miedo a la Verdad

La razón por la que el caso de Michael Peterson ha fascinado a tanta gente es la ambigüedad. La narrativa es perfecta para el espectador que le gusta jugar al detective desde la comodidad de su casa. La historia es conocida: en 2001, Peterson llamó al 911, diciendo que su esposa Kathleen se había caído por las escaleras. El problema es que la escena parecía sacada de una película de terror. Había mucha, muchísima sangre, y las heridas de Kathleen no cuadraban con una simple caída. La fiscalía argumentó que Peterson la había golpeado con un atizador, probablemente en medio de una discusión sobre sus problemas financieros o su vida sexual oculta.

La defensa, sin embargo, se sacó de la manga la famosa “Teoría del Búho”. ¿La recuerdan? Es esa idea absurda de que un búho barrado atacó a Kathleen afuera de la casa, haciéndola caer por las escaleras. Es una teoría tan ridícula, tan fuera de lugar, que solo se puede tomar en serio en un país donde la defensa puede introducir cualquier tipo de distracción con tal de sembrar la duda razonable. Es un truco legal, no una búsqueda de la verdad. La defensa no tenía que demostrar la inocencia de Peterson; solo tenía que confundir lo suficiente al jurado para que se rindieran las armas. El problema es que el sistema lo permitió, y ahora la gente lo ve como una genialidad legal, no como una burla a la víctima.

El Privilegio de la Duda Razonable

Seamos claros: si Michael Peterson hubiera sido un inmigrante sin papeles, o una persona de color de bajos recursos, en lugar de un autor blanco de clase alta en Carolina del Norte, la historia habría sido muy distinta. ¿Se imaginan a un hombre pobre diciendo que un búho atacó a su esposa y por eso se cayó? La policía se habría reído en su cara, y lo habrían metido a la cárcel de inmediato, sin derecho a fianza. Pero Peterson tenía dinero y conexiones. Tenía el capital para pagar un equipo legal de ensueño y para convertir el juicio en una campaña mediática.

La serie documental, que comenzó en 2004, le dio a Peterson una plataforma inigualable para controlar la narrativa. Pudimos ver sus reacciones, su dolor, sus manipulaciones. Y nos olvidamos de Kathleen. El enfoque en Peterson, su sexualidad y sus dramas familiares, en lugar de la vida de la víctima, demuestra cómo la sociedad valora a unos por encima de otros. Es el “Us vs Them” de siempre: los privilegiados (Peterson y su equipo) contra los que no tienen voz (Kathleen y su familia).

El Acuerdo Alford: La Salida de Emergencia para los Ricos

El final de esta historia es el clavo en el ataúd de la justicia. Después de ser declarado culpable en el juicio inicial, Peterson recibió un nuevo juicio debido a una mala praxis de un testigo de la fiscalía. Pero en lugar de arriesgarse a ir de nuevo a juicio, optó por un “Acuerdo Alford” en 2017. Esta figura legal es una joya de la impunidad. Le permite al acusado declararse culpable mientras mantiene su inocencia. Es decir, “Sí, soy culpable ante la ley, pero yo no lo hice”. Es la forma perfecta de evitar un nuevo juicio costoso y de librarse de la cárcel, sin tener que admitir la culpa. Peterson salió libre, y la familia de Kathleen se quedó sin justicia.

El Acuerdo Alford es la prueba de que el sistema legal estadounidense tiene puertas giratorias para los de arriba. A la gente común, declararse culpable significa aceptar la responsabilidad. A Peterson, le significó un atajo para recuperar su libertad. Esto es una bofetada para cualquiera que crea en la justicia real. Cuando el sistema te permite decir “No lo hice, pero acepto el castigo para evitar un segundo round”, es una prueba de que la verdad no importa; solo importa la comodidad del acusado. Y nosotros, al ver esto como entretenimiento, normalizamos esa injusticia.

La Adicción al Crimen Real: El Morbo que Nos Ciega

Tenemos que preguntarnos por qué seguimos enganchados a estas historias, especialmente cuando terminan sin una conclusión clara. Parte de la razón es que queremos resolver el rompecabezas. Pero hay una parte más oscura: queremos sentirnos más listos que el jurado. Queremos creer que podemos ver la mentira que ellos no vieron. Pero la realidad es que series como *The Staircase* no nos hacen más inteligentes; nos desensibilizan. Convierten la tragedia en un producto de entretenimiento, y el dolor real en un maratón de Netflix. Nos obsesionamos tanto con la narrativa de Michael Peterson que nos olvidamos de Kathleen, la víctima real. El caso deja de ser una búsqueda de justicia para convertirse en una forma de satisfacer nuestro morbo.

Esto no es periodismo; es voyeurismo. El bombardeo de documentales de crimen real, impulsado por plataformas de streaming, crea una apatía moral. Empezamos a ver la tragedia como una forma de escape, en lugar de un llamado a la acción o una reflexión sobre los fallos del sistema que permiten estas cosas. Esta obsesión con lo macabro es un síntoma de una podredumbre cultural. Estamos consumiendo dolor humano por entretenimiento, y al retransmitir estos casos de alto perfil, perpetuamos el mito de que la justicia es un juego. Peterson se la peló, salió libre y pudo seguir con su vida, mientras Kathleen sigue en el fondo de la escalera, una incógnita que resolver en lugar de una persona que llorar. El verdadero escándalo no es si el búho lo hizo; es que permitimos que el sistema proteja a los privilegiados a cada paso, y luego pagamos por verlo.

Michael Peterson, El Caso Que Revela La Impunidad de Elites

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