La Nanny State Gringa Prohíbe la Comida Chatarra en SNAP
El Gran Hermano en el Súper: EE. UU. Decide Qué Comen los Pobres
¡Aguas, raza! Pónganse truchas con lo que está pasando del otro lado. No es chisme de vecindario, es política gringa que nos da una idea de por dónde va el control social. El gobierno de Estados Unidos, ese que tanto le gusta meterse en todo, acaba de aprobar una medida que es, francamente, de risa loca, si no fuera tan seria. Están dándole luz verde a más estados para que prohíban la compra de comida chatarra con los cupones de alimentos (el programa SNAP, que es como las despensas en efectivo de allá). ¿La excusa? La salud pública. Dicen que es para que la gente pobre no gaste el dinero de los impuestos en porquerías como refrescos y papitas. ¡Qué descaro! Primero te dan una ayuda de miseria, y luego te dicen cómo usarla, como si fueras un niño chiquito que no sabe lo que le conviene. Virginia, por ejemplo, es uno de los estados que ya se subió al tren de la censura alimentaria, y se espera que para el 2026 ya no se pueda comprar refresco con esos beneficios. No se equivoquen, esto no es un acto de bondad; es puro control y estigmatización.
De la Asistencia a la Paternalización: Una Historia de Humillación
La historia de cómo llegamos a este punto es de no creerse. Originalmente, el programa SNAP fue creado para que la gente que no tenía para comer pudiera comprar alimentos básicos. La idea era simple y digna: darles la libertad de elegir. El gobierno no se metía en si comprabas Fritos o brócoli, porque se entendía que la gente en apuros sabe lo que necesita. Pero de repente, a los políticos se les ocurrió la genial idea de que la obesidad en Estados Unidos era culpa de los refrescos que compraban los beneficiarios de SNAP. Y ahí empezó la guerra contra la comida chatarra. La retórica es peligrosa: en lugar de atacar las causas de la pobreza, atacan las consecuencias. No hablan de por qué la comida saludable es tan cara, ni por qué en los barrios pobres (los llamados “desiertos alimentarios”), lo único accesible es la comida rápida y procesada. ¡Es más barato comprar un refresco de dos litros que una lechuga!
El primer golpe fuerte fue con las exenciones (waivers) que los estados pedían al Departamento de Agricultura (USDA) para salirse de la regla general. Al principio, era difícil que se las aprobaran, pero ahora, la puerta está abierta de par en par. Seis estados más se unieron a la lista de los que quieren restringir los alimentos, sumando un total de 18 que ya tienen el visto bueno para implementar estas prohibiciones. Este no es un caso aislado, es una tendencia. Esto significa que el gobierno federal está apoyando activamente la idea de que la gente con pocos recursos no tiene la capacidad de tomar decisiones informadas. Es una bofetada con guante blanco. Y lo peor de todo, es que la población lo ve como algo bueno, pensando que así se “castiga” a los que usan el dinero del gobierno para darse lujos, cuando en realidad, la comida chatarra es la opción más económica para sobrevivir.
La Pendiente Resbaladiza: El Futuro del Control Alimentario
El problema no solo se trata de refrescos. Esto es el inicio de una pendiente resbaladiza que no tiene fin. Los estados están discutiendo la posibilidad de prohibir otras cosas, como cereales azucarados, botanas con mucha sal, y hasta comidas congeladas. Es decir, todo lo que le facilita la vida a una madre trabajadora que sale de la chamba tarde y no tiene tiempo de preparar una comida “saludable” desde cero. La lógica de los prohibicionistas es que “si no te lo pago yo, no lo compras”. Pero eso ignora la realidad de la gente. Pone una carga extra de estigma en personas que ya están luchando. Imagínate la vergüenza de que te rechacen tu compra en la caja del supermercado porque el gobierno decidió que ese producto no es lo suficientemente bueno para ti. Es una humillación pública que refuerza la idea de que los pobres son ciudadanos de segunda.
Además de la humillación, está el tema práctico. La comida saludable es cara. Mucho más cara que la comida procesada. La gente en Estados Unidos, como en México, busca lo más barato para llenar el estómago. Al prohibir la comida chatarra, no van a obligar a la gente a comer más sano, sino que van a obligar a la gente a gastar más en alternativas. Esto reduce el poder adquisitivo de los cupones y hace que la ayuda sea menos efectiva. Es un contrasentido total. En lugar de subsidiar la comida saludable o de asegurar salarios decentes, el gobierno opta por el camino fácil: prohibir. Y de paso, le echa la culpa al individuo por sus malas elecciones, en lugar de a un sistema económico que hace que la comida basura sea la más rentable para la industria y la más accesible para el consumidor de bajos ingresos.
Lo que estamos viendo es la creación de un sistema de vigilancia. El gobierno va a estar monitoreando qué compran las personas para asegurarse de que cumplan con los nuevos estándares de salud. ¿Qué sigue? ¿Que te digan qué ropa usar si recibes ayuda para vivienda? ¿Que te prohíban ver ciertas películas si recibes ayuda de desempleo? Esto es el inicio de una microgestión totalitaria de las vidas de las personas vulnerables. Es un experimento social que busca cambiar comportamientos a la fuerza, en lugar de empoderar a la gente con más recursos y mejores opciones.
El problema de la obesidad y la diabetes es real en Estados Unidos (y en México, ni se diga), pero la solución no es la prohibición de arriba hacia abajo. La solución es mejorar la educación nutricional y hacer que la comida de calidad sea accesible para todos. Los gringos se están enfocando en el síntoma, no en la enfermedad. La industria de la comida chatarra, por supuesto, no va a quedarse de brazos cruzados. Seguramente veremos demandas y lobbyings intensos para detener estas prohibiciones, pero la narrativa moralista ya está puesta y es muy difícil de revertir. Al final del día, esto es una historia sobre cómo el gobierno, bajo la máscara de la preocupación por la salud, le quita a la gente el derecho más básico: el de elegir su propia comida para su propia familia.

Foto de Ri_Ya on Pixabay.





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