La Liberación de Presos en Bielorrusia: ¿Victoria o Extorsión?
El Gran Intercambio de Rehenes Bielorruso: Una Burla a la Justicia
Y aquí estamos de nuevo, presenciando otra de esas “grandes victorias diplomáticas” que más bien parecen la transacción de un mercado negro. Corrieron los rumores, ¿no? Que Bielorrusia iba a liberar a un montón de presos. Pero seamos honestos, nadie en su sano juicio creyó que Alexander Lukashenko, “el último dictador de Europa,” de repente tuviera un brote de bondad. Los dictadores no operan por compasión; operan por cálculo. Y si sueltan a alguien de la cárcel, es porque obtuvieron algo a cambio, punto. En el juego de ajedrez geopolítico, los derechos humanos son fichas de cambio, no un objetivo.
La noticia reventó: Bielorrusia liberó al premio Nobel de la Paz, Ales Bialiatski, y a la figura clave de la oposición, María Kolesnikova. En total, 123 presos políticos salieron a la calle. Si escuchas a la prensa internacional, esto es un triunfo de la diplomacia, un ejemplo de cómo la presión funciona. Pero si le rascas un poquito, la cruda verdad es otra. El gobierno de Estados Unidos levantó las sanciones contra Bielorrusia a cambio de estos presos. Esto no fue un acto de misericordia; fue un negocio. Lukashenko metió a gente inocente a la cárcel, y luego cobró por su libertad. Es el manual del extorsionador.
El argumento de los que defienden la negociación es que las sanciones estaban “mejorando” las relaciones con Bielorrusia. ¿Mejorando las relaciones con un país que es cómplice de la invasión de Ucrania? ¿Con un régimen que persigue periodistas y activistas? No seamos ingenuos. Esto fue un trato. Los presos políticos son rehenes valiosos para Lukashenko. Mantuvo a Bialiatski en prisión, incluso después de que le dieran el Premio Nobel, solo para demostrar que no le importaban las convenciones internacionales. Ahora, los libera a cambio de alivio económico. Y con este movimiento, el dictador acaba de recibir un cheque en blanco de parte de Occidente para seguir con sus fechorías. Porque si la extorsión funciona una vez, ¿por qué no repetirla?
Los Rehenes de Lukashenko: De Presos a Moneda de Cambio
Profundicemos un poco en quiénes son estos presos. Tenemos a Ales Bialiatski, el Premio Nobel de la Paz. Este hombre no es un terrorista ni un criminal; es el fundador de Viasna, una organización de derechos humanos. Su único “crimen” fue defender a otros. Lukashenko lo encarceló por diez años por cargos falsos. La ironía es brutal: el mundo le dio el premio por su labor, pero el dictador lo usó como mercancía. Y la otra figura central es María Kolesnikova, una de las caras más visibles de las protestas de 2020. Su imagen es la de la resistencia pura, la de una mujer que se negó a ser deportada y rompió su pasaporte para quedarse y luchar. Ambos, figuras heroicas de la oposición, fueron liberados no por justicia, sino porque el dictador consideró que era el momento oportuno para un “canje”.
La movida es maestra desde la perspectiva del dictador. Lukashenko demuestra que él tiene el control absoluto. Primero, encarcela a las figuras más influyentes de la oposición. Luego, cuando necesita desesperadamente dinero o alivio de sanciones, los usa como palanca. Sabe que la presión internacional se centra en estas personas de alto perfil. Al liberarlos, logra dos cosas: por un lado, se quita la presión inmediata y se presenta como “flexible” ante Occidente; por otro lado, obtiene el alivio económico que necesita para seguir financiando su aparato represivo. Es un ganar-ganar para el tirano, y un perder-perder para la democracia.
El mensaje que envía Lukashenko es claro y contundente: no me importa lo que piensen, los presos son míos y los liberaré cuando me dé la gana. Para los activistas que siguen en Bielorrusia, esto es un golpe duro. Han visto cómo el Occidente, que prometió apoyo y sanciones firmes, negocia con el dictador. La lección para ellos es que su libertad no depende de la justicia, sino del precio que el mercado internacional esté dispuesto a pagar. Y la lección para el dictador es que el negocio de tomar rehenes políticos es rentable. Con este precedente, ¿quién puede culparlo por volver a llenar las cárceles en el futuro?
El Contexto Geopolítico y el Juego de la Extorsión
Pero la jugada de Estados Unidos no es tan simple como “queremos liberar a los presos.” Hay un contexto mucho más grande: la guerra en Ucrania. Bielorrusia es un aliado clave de Rusia. Las sanciones contra Minsk están ligadas a su complicidad en la invasión rusa. Al levantar las sanciones, Estados Unidos podría estar intentando un movimiento estratégico para distanciar a Bielorrusia de Rusia. Es un intento de sembrar discordia entre los aliados, de debilitar el frente ruso-bielorruso. Pero es una apuesta arriesgada. La liberación de 123 presos es una gota en el océano comparada con la represión continua y la ayuda que Lukashenko brinda a Putin.
Y seamos honestos, las sanciones nunca fueron tan efectivas como se pretendía. Si bien golpearon algunas industrias, no lograron cambiar fundamentalmente el comportamiento de Lukashenko. Ahora, al levantarlas, Estados Unidos no solo le quita presión económica al dictador, sino que también valida su método de coerción. La ironía de todo esto es que, mientras Estados Unidos se felicita por la liberación de los presos, está fortaleciendo la posición de un régimen que seguirá reprimiendo a su gente. La “victoria humanitaria” es, en realidad, una derrota estratégica.
La historia se repite. Los dictadores usan a sus ciudadanos como moneda de cambio, y las democracias, desesperadas por un titular positivo, caen en el juego. La liberación de estos presos es una buena noticia para ellos y sus familias, sin duda. Pero para la democracia en Bielorrusia, es una señal de que la lucha es solitaria y que la comunidad internacional está dispuesta a hacer tratos con el diablo cuando le conviene. Y el dictador Lukashenko, al final del día, se ríe de todos nosotros, sabiendo que puede volver a usar a los presos políticos como su as bajo la manga en cualquier momento.>






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