El Gran Engaño de Xcel: De 500 Mil a 52 Mil Apagones

El Gran Engaño de Xcel: De 500 Mil a 52 Mil Apagones

El Gran Engaño de Xcel: De 500 Mil a 52 Mil Apagones

El Gran Engaño: La Farsa del Apagón de Xcel y el Futuro del Control Social

Analicemos la cortina de humo que nos ha vendido Xcel Energy, porque lo que sucedió en Colorado no es solo una historia sobre el clima; es una lección sobre manipulación psicológica y el colapso de la infraestructura moderna. La narrativa oficial, la que nos dan a cucharadas los medios de comunicación tradicionales, dice algo así: Vienen vientos fuertes, un evento catastrófico que obliga a un ‘Apagón Preventivo por Seguridad Pública’ (PSPS, por sus siglas en inglés). La advertencia inicial, un número aterrador —medio millón de clientes—, desata el pánico en la gente. Corren a comprar generadores, provisiones y se preparan mentalmente para un apagón masivo que dejaría en ridículo a cualquier país en vías de desarrollo. Pero justo cuando la tensión alcanza su punto máximo, la compañía de servicios públicos se encoge de hombros y susurra: «Era broma. Son solo 52.000». Un suspiro de alivio colectivo recorre a la población, que agradece haber evitado la catástrofe y, por supuesto, pasa por alto el punto clave: acaban de ser víctimas de una brillante operación de condicionamiento conductual diseñada para normalizar un nuevo nivel de control sobre sus vidas.

Esto no es un simple error en el pronóstico del tiempo. Es una falla sistémica de la infraestructura moderna que se esconde detrás de la retórica del cambio climático. El objetivo no es solo mantener a la gente segura; es crear un precedente, condicionar al público a aceptar el racionamiento preventivo de energía a gran escala como la nueva normalidad. El número inicial inflado —el susto del medio millón— fue diseñado para suavizar el golpe del número real, haciendo que los 52.000 posteriores parezcan una victoria, un acto de benevolencia de los amos corporativos. Es una clásica operación de ‘anzuelo y cambio’ donde el cliente no es solo una víctima, sino el sujeto del experimento. Es el viejo truco de asustar primero para que el alivio de después parezca un regalo.

La Decadencia de la Resiliencia: Por qué la Red es Tan Frágil

El problema de fondo aquí no son los vientos, que, seamos sinceros, son un fenómeno natural en lugares como Colorado y California. El verdadero problema es que nuestra infraestructura moderna se ha vuelto tan frágil, tan descuidada en favor de ganancias a corto plazo y el desarrollo tecnológico (como las mismas redes inteligentes que permiten este control centralizado), que ya no puede soportar eventos climáticos básicos. Las compañías de servicios públicos, las mismas entidades responsables de mantener la red, se han dado cuenta de que es más barato simplemente apagar todo de forma preventiva que invertir en reforzar las líneas, despejar la vegetación y modernizar equipos obsoletos. Prefieren cortar la energía y culpar a la ‘seguridad pública’ que aceptar la responsabilidad por décadas de falta de inversión. Esta nueva ‘normalidad’ de eventos PSPS es simplemente un truco contable corporativo disfrazado de responsabilidad ambiental. Quienes sufren son los pequeños negocios (las pymes), los ancianos dependientes de equipos médicos y las familias que no pueden permitirse un generador para cada uno de estos nuevos y regulares apagones de ‘seguridad’.

Y no creamos que esto es exclusivo de Xcel. Está sucediendo en todo el país, desde PG&E en California hasta las empresas de servicios públicos en el noreste. Es una consecuencia predecible de priorizar las ganancias y reducir costos en cada oportunidad. Hemos construido un mundo donde todo está conectado: nuestras comunicaciones, nuestras finanzas, nuestros hogares y nuestros sistemas de transporte dependen de un suministro de energía estable, pero seguimos permitiendo que un puñado de corporaciones administren ese suministro sin rendir cuentas. Los 52.000 clientes de Colorado son solo los conejillos de indias de la primera ronda de un sistema de control de recursos más grande y distópico. Esta es la nueva normalidad en la que nos meten, y la gente se lo traga completo.

La Red Inteligente y la Ilusión del Control Centralizado

La transición a una ‘red inteligente’ (smart grid) nos fue vendida como un futuro de eficiencia, una forma de integrar mejor las fuentes de energía renovable y prevenir fallas mayores. La realidad, sin embargo, se ve muy diferente. La red inteligente, con sus sistemas de control centralizados y monitoreo avanzado, les da a las corporaciones la capacidad de determinar de forma precisa y remota quién recibe energía y quién no. Esto no se trata solo de apagar un vecindario en caso de emergencia; se trata de la posibilidad de racionar la energía basándose en datos en tiempo real, métricas de cumplimiento o incluso puntajes sociales en un futuro cercano. Transforma un servicio de utilidad básica en un privilegio controlado. Y en América Latina, donde la desigualdad es la norma, esto significa que los barrios pobres serán los primeros en quedarse sin luz mientras los centros de datos corporativos y las colonias de lujo se mantienen encendidos.

Piensen en las implicaciones de esto. Si una empresa de servicios públicos puede cortar fácilmente la energía a 52.000 personas hoy debido a los fuertes vientos, ¿qué les impide hacerlo el próximo año debido a un mandato de ‘emergencia climática’ que exige reducir el consumo? ¿O porque no has cumplido con ciertos protocolos de ahorro de energía? La infraestructura ‘inteligente’ que estamos construyendo es fundamentalmente vulnerable porque coloca el control en manos de una autoridad centralizada que ha demostrado repetidamente estar dispuesta a priorizar los intereses corporativos sobre el bienestar público. Esta vulnerabilidad es la verdadera historia aquí, mucho más que un día ventoso en el condado de Boulder. Es una chamba muy bien pagada para las corporaciones, y un fastidio para el resto de nosotros.

El Futuro Distópico del Racionamiento de Recursos

El escenario actual en Colorado es solo el precursor de un futuro en el que el racionamiento de recursos se convierte en un procedimiento operativo estándar. Nos estamos moviendo hacia un mundo donde los recursos básicos como la electricidad se asignan no solo en función de la oferta y la demanda, sino en función de un nuevo contrato social digital y ambiental. La ‘emergencia climática’ (una herramienta conveniente para este propósito) proporciona la justificación perfecta. Cuando una gran corporación, respaldada por la política gubernamental, puede decir: «Estamos cortando la energía para proteger el medio ambiente y la seguridad pública», neutraliza efectivamente todas las críticas. El derecho del individuo a acceder a los servicios públicos básicos se disuelve frente al objetivo colectivo sancionado por el estado. El “caravan shaking in wind” (la caravana temblando por el viento, dato del input) no es solo un evento físico; es una metáfora de la precaria posición en la que todos nos encontramos a medida que la tecnología y la infraestructura se vuelven cada vez más frágiles y controladas. Estamos en terreno movedizo, y las entidades corporativas que gestionan la infraestructura están utilizando activamente estas crisis para consolidar su poder y reforzar su control sobre nuestras vidas cotidianas.

La revisión de medio millón de posibles víctimas a 52.000 víctimas reales no fue un accidente. Fue un movimiento calculado para desensibilizar al público ante la posibilidad real de apagones masivos. Al gritar ‘lobo’ con un número tan extremo primero, se aseguran de que cuando una porción significativa de la población pierda energía en el futuro, no parezca tan grave. El público simplemente se sentirá aliviado de que no fue peor, en lugar de exigir responsabilidades por las fallas de infraestructura que hicieron posible la crisis en primer lugar. Esta es la nueva normalidad, amigos. Un mundo donde la seguridad se usa como excusa para el control, y donde una compañía de servicios públicos puede apagar tus luces simplemente porque hay una alerta de que una caravana podría tambalearse en la carretera. ¡Qué descaroquetes!

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