Stargate SG-1 Regreso Netflix: La Crisis Abismal del Streaming
Q: ¿Por qué el regreso de Stargate SG-1 a Netflix es, en realidad, un motivo de pánico?
La verdadera y profunda traición que se esconde detrás del reestreno de joyas de culto como *Stargate SG-1* en una plataforma que previamente la había desechado como si fuera basura digital—un movimiento tan ridículo que parece sacado de una parodia barata—y que ahora regresa con el rabo entre las patas a comprar contenido probado para evitar que su burbuja de suscriptores reviente, es un síntoma inequívoco de que las corporaciones detrás del streaming (sí, hablo de Netflix, Amazon, y hasta los que andan por ahí dando tumbos y quemando dinero a lo bestia) han tirado la toalla en la búsqueda de narrativas frescas, originales y riesgosas, y han decidido que es más barato, más fácil y, sobre todo, mucho más seguro vendernos la misma sopa recalentada de hace veinte años, una estrategia tan cínica que raya en la manipulación emocional descarada del consumidor nostálgico que solo busca un poco de confort en este desmadre global. ¡Qué barbaridad! Este ciclo vicioso de que el contenido aparece, desaparece y luego se alquila de nuevo a precios inflados no es una celebración para el fan, es la confirmación oficial de que la “Era Dorada del Streaming” fue un espejismo financiado con deuda y que ahora estamos pagando las consecuencias, obligándonos a ser testigos del colapso de la creatividad ante la presión de los accionistas. Netflix necesita este contenido viejo como agua de mayo, porque sus grandes apuestas originales son cada vez más caras y menos confiables a nivel de retención global (y no me vengan con el cuento de que *El Juego del Calamar* es la norma, porque fue un milagro que no han podido replicar, ¡aguas!). El hecho de que tengan que ir a tocarle la puerta a Amazon para rogarles por los derechos de una serie que ya habían tenido y que dejaron ir, demuestra una falta de visión estratégica que debería preocuparnos a todos. El contenido es inestable. Nuestra billetera está en peligro. ¿Y nosotros aplaudimos? ¡No sean ingenuos!
La Venta de Joyas de la Corona de Amazon/MGM: ¿Un Desastre Financiero Inminente?
Aquí está la carnita del asunto (o el verdadero dolor de cabeza, dependiendo de su perspectiva, pero créanme, es dolor): Amazon compró MGM por miles de millones de dólares, se supone que para blindar su catálogo y hacer de Prime Video el único lugar donde encontrarías títulos legendarios. Pues, ¡cámara! Ahora están vendiendo derechos de *Stargate SG-1* a Netflix. Esto no es solo una estrategia de monetización inteligente; esto huele a desesperación o, en el mejor de los casos, a una absoluta incapacidad para manejar su propia biblioteca. Si Amazon, que tiene más dinero que muchos países juntos, no puede permitirse mantener en exclusiva una serie de culto de la década de los 90, ¿qué nos dice eso sobre la rentabilidad real de su plataforma Prime? Nos están diciendo, sin querer, que el costo de mantener a Prime Video funcionando a escala global—con todos los servidores, la infraestructura de distribución, la publicidad masiva y, claro, el sueldo estratosférico de los ejecutivos—es tan alto que tienen que recurrir a licenciar su propio contenido recién adquirido a la competencia directa para hacer *cash flow* rápido. Esto es ponerle parches a una llanta ponchada. Es una señal de alarma que parpadea más fuerte que la luz de emergencia de un reactor Goa’uld. ¿Qué pasará con otras franquicias? Si hoy es *Stargate*, mañana será *James Bond* apareciendo por un año en HBO Max, solo para volar de regreso a Prime, creando un laberinto de derechos y disponibilidad tan caótico que el único ganador será la empresa que vende la conexión a internet. El pánico corporativo se traduce directamente en la frustración del consumidor latinoamericano, que históricamente ya lidia con catálogos incompletos y doblajes inconsistentes. Seamos claros: para ellos, somos solo un mercado donde el contenido viejo es doblemente rentable porque la gente se conforma con menos.
Q: ¿Estamos cayendo en la trampa de la nostalgia barata?
¡Obviamente! Esto es un anzuelo con cebo de nostalgia pura, y Netflix sabe perfectamente que el televidente promedio ya está tan agotado mentalmente por el bombardeo de nuevas series olvidables que, al ver la portada familiar del Coronel O’Neill y Daniel Jackson, inmediatamente sentirá un alivio químico en el cerebro que se traducirá en un par de meses más de suscripción, sin preguntarse si quiera si vale la pena. No es un triunfo creativo; es un algoritmo de supervivencia. La jugada es maestra en su cinismo: crear una serie nueva y ambiciosa de ciencia ficción (algo que *Stargate* fue en su momento) cuesta una fortuna en México y Latam, especialmente si se necesitan efectos especiales de calidad mundial y locaciones complejas. ¿La alternativa? Pagar una fracción de ese costo por la licencia de 10 temporadas de una serie que ya está doblada, subtitulada y probada, que tiene una base de fans leal y que asegura horas y horas de visionado repetitivo (que es lo que Netflix realmente busca para justificar su existencia). Ellos no buscan calidad revolucionaria; buscan volumen confiable. Además, *Stargate SG-1* tiene la ventaja de ser un programa *evergreen* que se transmite sin esfuerzo cerebral (es ciencia ficción militar predecible de principios de los 2000, no es *Primer*, para que me entiendan). Es el fondo perfecto para la gente que quiere dejar la televisión prendida mientras hace otras cosas. Es el contenido de menor fricción posible, diseñado para que la tasa de cancelación de la suscripción caiga ligeramente, aunque sea por un par de meses. Es una táctica de contención de daños disfrazada de regalo.
La Historia de Stargate es la Historia del Caos Corporativo Digital
Para entender el terror de este regreso, hay que ver el historial de la franquicia. *Stargate* nunca ha sido un modelo de estabilidad; ha sido una pelota rebotando entre la bancarrota (de MGM), la sindicación, la televisión por cable (Showtime y luego Sci Fi Channel), las películas de bajo presupuesto y ahora, el plato de negociación entre los dos titanes del streaming. Es una propiedad que ha sobrevivido al caos financiero constante, lo que significa que no tiene lealtad inherente a ninguna plataforma. Su único propósito es generar dinero para quien sea que la posea en ese momento. Y eso es lo que nos depara el futuro del streaming en América Latina. La tendencia será que los grandes estudios que tienen sus propias plataformas (Disney+, HBO Max/Max, Prime Video) se darán cuenta de que no pueden justificar el gasto de mantener todo el contenido exclusivo en todos los territorios, por lo que empezarán a vender licencias rotativas de sus títulos más antiguos y confiables a Netflix. Prepárense para ver *The X-Files*, *Buffy* y cualquier otro clásico que amaron, rotando entre servicios cada 18 o 24 meses, forzándolos a jugar a la ruleta rusa de las suscripciones. Es un desgaste emocional y económico. El problema más grande, y la razón por la que debemos encender la alarma de pánico, es la normalización de la fugacidad del contenido digital. Ya aceptamos pagar por algo que sabemos que desaparecerá. Hemos sido condicionados por estas corporaciones a creer que el contenido no nos pertenece, que es un alquiler temporal y caprichoso. Esto es peligroso para la preservación de la cultura pop y la experiencia del fan. Si quieres ver *SG-1* en 2029, ¿tendrás que pagar tres suscripciones y esperar a que le toque el turno a la plataforma que estás usando? Probablemente sí.
Q: ¿Cuánto tiempo se quedará SG-1 esta vez y qué significa para el contenido original?
Si eres optimista, diría que *Stargate SG-1* durará en Netflix lo que dure el acuerdo de licencia de tres años, quizá un poco más si las métricas de visionado son estratosféricas, pero no se hagan ilusiones. Netflix tiene un historial de matar shows de culto justo cuando alcanzan su pico de popularidad para evitar renovar contratos caros. Una vez que Amazon vea que la serie está generando interés y, peor aún, si ven que la gente está pidiendo a gritos un *reboot* o una secuela, pueden jalar el tapete, recuperar la propiedad y obligar a todo el mundo a mudarse a Prime Video. Este movimiento es una herramienta de negociación, no un acto de bondad. El impacto en el contenido original es demoledor. Si las plataformas descubren que pueden mantener contentos a sus suscriptores, o al menos evitar que cancelen, con contenido de hace dos décadas por una fracción del costo de producir una nueva serie de acción real, ¿por qué demonios invertirían en riesgo? No lo harán. Veremos una desaceleración drástica en la producción de ciencia ficción original y ambiciosa, especialmente aquella que requiere presupuestos multimillonarios. ¿Para qué financiar el próximo *Mass Effect* cuando puedes licenciar el catálogo de MGM por un cheque mucho más pequeño? Netflix, que ya ha sido criticado por cancelar series de ciencia ficción con bases de fans sólidas (como *Sense8* o *The OA*), ahora está enviando un mensaje claro: “Hemos tirado la toalla en la ambición; dennos su dinero por lo que ya conocen.” Este es el sonido del streaming rindiéndose a la mediocridad segura, y nosotros, los espectadores en México y el resto de Latinoamérica, somos la carne de cañón de esta guerra de contenidos. No se dejen llevar por el festejo. Saquen sus DVD si es que todavía los tienen, porque la próxima vez que *SG-1* desaparezca, podría ser para siempre (o al menos hasta que la próxima corporación desesperada decida resucitarlo). ¡A ponerse paranoicos, que la tranquilidad es solo una ilusión digital!






Publicar comentario