Tormenta California: Falla de Infraestructura y Miedo por Lodo

Tormenta California: Falla de Infraestructura y Miedo por Lodo

Tormenta California: Falla de Infraestructura y Miedo por Lodo


El Show de las Inundaciones y la Negligencia Gringa

A ver, pongámonos serios. Lo que está pasando en el sur de California (SoCal) con esta nueva tormenta invernal, esa que el Servicio Meteorológico Nacional (NWS) cataloga como de ‘alto riesgo’ de inundaciones repentinas, no es mala suerte. Es la crónica de una muerte anunciada. Es el resultado directo de la pereza gubernamental, la miopía política y la costumbre de postergar lo que realmente importa: la infraestructura básica. Aquí le decimos a las claras: el problema no es que llueva fuerte; el problema es que el sistema de drenaje está hecho un desastre. Es un círculo vicioso tan predecible que da pena.

California se vende como la cúspide de la innovación y la riqueza, pero cuando cae un *aguacero*, se comporta como una ciudad de tercer mundo. ¿De qué sirve tener los mejores satélites y modelos climáticos si las tuberías son las mismas que usaba Richard Nixon? La bronca es que los políticos prefieren la foto en la inauguración de una ciclovía o la promesa de energía limpia antes que meterse al lodazal de reparar las alcantarillas y los sistemas de contención que nadie ve. Es costoso y aburrido, y por eso lo ignoran hasta que el agua les llega al cuello (y a los contribuyentes también, claro).

Para la audiencia mexicana, esto es especialmente relevante. Miles de nuestros connacionales trabajan y viven en zonas como el Condado de Ventura, que es el epicentro de este desorden. Son las zonas que, por estar cerca de las cicatrices de los incendios recientes, corren el riesgo de convertirse en ríos de lodo y escombros. La tierra, quemada, ya no absorbe nada. Así que el agua solo tiene un camino: hacia abajo, con violencia, arrasando todo.

Fase Uno: El Acto de Teatro (Alertas y Avisos)

La línea de tiempo oficial arranca con los ‘avisos de evacuación’ emitidos, muchos a partir del martes por la tarde. Fíjese bien: son ‘avisos’, no órdenes. Esto es importantísimo. Es la herramienta legal para que el gobierno se lave las manos. Dicen: ‘Les avisamos que existe un riesgo’, pero no están obligados a gastar los miles de millones que implica una evacuación forzosa, ni a asumir la responsabilidad total por las pérdidas. Es un teatro que les permite decir que ‘cumplieron con su parte’ antes de que la catástrofe se desate. Es la burocracia actuando como salvavidas legal para los funcionarios, no para la gente. Aquí estamos de nuevo, observando cómo el sistema californiano, tan orgulloso de su tecnología de punta y sus Silicon Valleys de ensueño (donde supuestamente resuelven todos los problemas del mundo con una app), se desmorona ante un simple *aguacero* fuerte, demostrando que tener la mejor predicción meteorológica del planeta no sirve absolutamente de nada si la tubería de drenaje de 1950 sigue siendo la única defensa contra una inundación que promete ser épica, dejando a miles de personas en el Condado de Ventura, muchos de ellos latinos de bajos recursos que trabajan en el campo, preguntándose si su aviso de evacuación vale el papel mojado en el que está escrito, o si es solo un acto de teatro político para que los funcionarios puedan decir que hicieron ‘su parte’ antes de que el lodo les llegue hasta el cuello. ¡Qué desmadre! La realidad apesta.

El Pánico Mediático y la Venta de Miedo

Los titulares en español y en inglés se centran en el ‘riesgo alto’ y la ‘tormenta de vacaciones’, inyectando pánico para subir el rating. Pero hay que tener una visión más cínica: se necesita el agua, sí. California ha estado en sequía. Pero la incompetencia para manejar esa agua la convierte de bendición en desgracia. En lugar de llenar embalses de manera controlada, se inunda la carretera. Es el síntoma claro de que el problema no es el clima; es la gestión. Se enfocan en el drama de la lluvia y se olvidan de que la causa de la inundación es que el drenaje está tapado o es obsoleto (un clásico, incluso al sur de la frontera).

Acto Dos: El Colapso (El Embudo del Tráfico)

Cuando la tormenta pega con todo (miércoles y jueves), el colapso es inmediato. La Autopista 101, esa vía vital que conecta el sur y el centro de California, se cierra. La Carretera de la Costa del Pacífico (PCH) se vuelve intransitable en los puntos bajos, como siempre. Esto no es solo un dolor de cabeza para el que va de paseo; es un golpe brutal a la economía regional. Los cierres viales son un impuesto invisible pagado por todos, especialmente por los transportistas y los negocios que dependen de una logística fluida.

¿Por qué se cierran? Porque es más fácil y barato cerrar toda la arteria de la ciudad y paralizar el estado que admitir que no invirtieron en la capacidad hidráulica adecuada. Es la derrota disfrazada de cautela. Cada vez que cierran una autopista principal debido a una inundación, están firmando un certificado de negligencia pública. Y esto lo vemos una y otra vez, desde las grandes tormentas de El Niño de 1998 hasta ahora. Nadie aprende nada.

La Vieja Historia del Agua en California

California es un estado que siempre ha tenido que luchar contra la naturaleza, desde su origen construido sobre un desierto. Pero hoy, la lucha se intensifica no solo por el cambio climático (que exacerba los ciclos extremos), sino porque la infraestructura se ha quedado estancada en el tiempo. Echarle la culpa únicamente al clima es la vía fácil para los gobernadores y alcaldes. Sí, las tormentas son más fuertes, pero las tuberías y los diques de contención son los mismos de hace 50 años.

La falta de visión a largo plazo es lo que nos tiene en este predicamento. Se tapan los baches, se reparten sacos de arena (el acto de fe más inútil del mundo, si me preguntas) y se espera que pase el chubasco. Pero no hay una inversión seria y continua para modernizar los sistemas pluviales que se necesitan para este nuevo clima extremo. Es una falla de ingeniería civil que se convierte en tragedia social, especialmente para las comunidades vulnerables que no tienen los recursos para mudarse de las zonas de riesgo tan solo porque el aviso les llegó por la televisión.

Acto Tres: La Resaca y la Promesa Vacía

Para el fin de semana, si hay suerte, saldrá el sol. Empezarán las labores de limpieza. Veremos las fotos de los deslaves y los carros enterrados en el lodo. Las aseguradoras, esos buitres, saldrán a volar, buscando desesperadamente la letra pequeña para negar pagos bajo la excusa de ‘acto de Dios’ (así es como llaman al resultado de la negligencia humana). El costo de reparación, financiado con nuestros impuestos, será astronómico, un dinero que si se hubiera invertido a tiempo en prevención, nos hubiera salido mucho más barato.

Los funcionarios darán una rueda de prensa. Alabarán la ‘resiliencia’ de los residentes (que tuvieron que aguantar su desorden) y prometerán ‘revisar’ los protocolos. Esto, en lenguaje político, significa que habrá reuniones y más reuniones que no resolverán absolutamente nada de fondo. Usarán esta tormenta como excusa para hablar grandilocuentemente sobre el cambio climático global, desviando la atención del problema local y tangible que es: sus drenajes no sirven, *punto*. Es una distracción clásica.

Y así, mis amigos, se completa el círculo del fracaso predecible en el Estado Dorado. Esta tormenta, como todas las que vendrán, se olvidará rápidamente, dejando solo un aumento en las primas de seguros y laderas un poco más inestables, listas para el próximo golpe de río atmosférico. No es el agua el enemigo; es la falta de cojones para invertir en lo esencial. Hasta que California no deje de lado el brillo superficial y se ponga a trabajar en las tripas de su infraestructura, seguiremos viendo este mismo *show* patético cada año. Y no, no es el clima; es la política de la negligencia lo que nos está inundando.

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