Avatar y el Engaño: La Crítica Comprada te Vende Humo
Otra Reseña Favorable de Quienes No Pagan el Boleto
Así que ya salieron las ‘primeras reacciones’ de ‘Avatar: Fuego y Ceniza’ y ¿adivinen qué? Les encantó. Qué sorpresa.
¿Se supone que esto nos debe sorprender? La maquinaria funciona exactamente como fue diseñada. Un grupo cuidadosamente seleccionado de ‘periodistas’ de cine y personalidades de los medios, esos que dependen del acceso a los estudios para poder comer, fueron llevados a una función privada, seguramente con palomitas y refresco gratis, y luego los soltaron en internet a una hora específica y coordinada para decirte a ti, a la persona que va a tener que soltar 300 pesos por un boleto y otros 400 en la dulcería, que James Cameron lo ha vuelto a hacer. Es una ‘obra maestra’. Un ‘espectáculo visual’. Otro ‘éxito de mil millones de dólares’. Están leyendo el mismo guion, los mismos puntos de discusión del comunicado de prensa que seguramente fueron probados en grupos de enfoque hace meses. Esto no es periodismo. Es marketing. Es un circo mediático disfrazado de opinión crítica, una ofensiva total diseñada para crear una ola de emoción fabricada tan poderosa que ahogue cualquier posible crítica antes de que las puertas del cine abran para la gente de a pie.
Ellos son los que controlan la narrativa. Y ya hablaron.
¿Es Crítica Real o Parte del Presupuesto de Publicidad?
Llamemos a las cosas por su nombre: es puro atole con el dedo.
Piensa en el proceso por un segundo. El elenco hace la gira de programas matutinos, sonriendo en ‘Hoy’ o ‘Venga la Alegría’, diciéndote exactamente qué esperar, que siempre es una variación de ‘es más grande y mejor que la anterior’. Sigourney Weaver, Zoe Saldaña, Sam Worthington, todos están obligados por contrato a estar allí, a vender el producto que pasaron años haciendo. Es su chamba. Está bien. Pero luego, simultáneamente, caen las ‘primeras reacciones’ de la ‘prensa especializada’, un grupo cuyo ecosistema completo se basa en no hacer enojar a las corporaciones gigantescas como Disney que ahora son dueñas de estas propiedades multimillonarias. ¿De verdad crees que un crítico que quiere ser invitado a la próxima gran premier, que quiere esa entrevista exclusiva con la próxima estrella de Marvel, se va a arriesgar a tuitear ‘¿Saben qué? La historia estaba bien floja y parecía una demostración técnica de 3 horas’?
Claro que no. Le siguen el juego. Usan un lenguaje exagerado y alaban las partes más obvias e inofensivas (los efectos visuales, los logros técnicos) porque es seguro. Es fácil. Les da retuits de la cuenta oficial de la película y los mantiene en buenos términos con los publicistas del estudio que tienen las llaves del reino. Lo que estás viendo no es una colección de pensamientos críticos e independientes. Es la primera y más efectiva ola de una campaña publicitaria de cientos de millones de dólares. Son mercadólogos no remunerados (o pagados con acceso), y su objetivo es tu cartera. Te están diciendo que el consenso ya se formó. No pienses. Solo consume.
James Cameron: ¿Genio Rebelde o El Rey del Sistema?
Nos encanta el mito del director renegado que lucha contra los estudios, pero seamos honestos.
A los medios les encanta pintar a James Cameron como este autor obsesivo e inconformista, un hombre que apuesta todo contra viento y marea y siempre gana. Es una gran historia. También es una completa mentira a estas alturas de su carrera. Cameron no está luchando contra el sistema; él *es* el sistema. Es el arquitecto maestro de la fórmula del blockbuster moderno, una fórmula que prioriza el espectáculo tecnológico sobre el riesgo narrativo, creando películas que son tan visualmente abrumadoras y culturalmente genéricas que pueden funcionar en todos los mercados del planeta y recaudar miles de millones de dólares. Ya no hace películas; diseña productos de entretenimiento global. Estas películas son demasiado grandes para fracasar, y todo el aparato mediático es cómplice para asegurarse de que no lo hagan, especialmente cuando ese mismo aparato ahoga al cine nacional, al cine mexicano, quitándole pantallas y atención para dárselas a estos monstruos importados.
Quieren que creas que esto es arte. Es industria. Los elogios para ‘Fuego y Ceniza’ antes de que alguien la haya visto son un sello de aprobación de un club de élites atrincherado y egoísta que tiene un interés personal en mantener el status quo. El status quo es que las películas grandes, caras y visualmente impactantes son lo único que importa. Asfixia a las películas más pequeñas e interesantes y le dice al público que la única experiencia cinematográfica válida es la que cuesta quinientos millones de dólares. Es un círculo vicioso de dinero, acceso y poder, y no tiene nada que ver con si la película es realmente buena o no.
Se trata del billete. Siempre.
¿Qué es lo que no nos están diciendo?
Hay que leer entre líneas de lo que *sí* dicen.
Fíjate en el lenguaje. Están elogiando los ‘efectos visuales’, la ‘construcción del mundo’, la ‘maravilla técnica’. Son exactamente los mismos elogios que recibió la película anterior. Pero, ¿qué hay de la historia? ¿Los personajes? ¿El diálogo? Verás frases vagas como ‘emotiva’ o ‘cautivadora’, pero rara vez detalles específicos. ¿Por qué? Porque ahí es donde estas películas suelen ser más débiles. La historia es un esqueleto simple y reciclado diseñado para llevarte de una escena de CGI a la siguiente. Los personajes son arquetipos. Todo está al servicio del espectáculo. Los críticos se centran en la tecnología porque es lo único genuinamente nuevo y es lo más seguro de alabar. A nadie lo han vetado por decir ‘¡el 3D estaba increíble!’
Te están distrayendo con objetos brillantes. El título ‘Fuego y Ceniza’ sugiere un giro más oscuro, pero ¿será una profundidad temática genuina o solo una excusa para secuencias de batalla más grandes y caóticas con muchos efectos de lava y humo? Los primeros rumores sugieren lo segundo. Este es el gran truco del blockbuster moderno: convencer al público de que mirar algo es lo mismo que sentir algo. Te están vendiendo un juego de feria y te dicen que es una obra de arte. No te dejes engañar.
Espera las críticas de verdad. Espera las calificaciones de la audiencia, de la gente que sí pagó su boleto. Espera a ver cuánto cae la taquilla en la segunda semana. Ahí es donde está la verdad, no en las frases prefabricadas y curadas de unos medios que han sido comprados con acceso y favores. Tú, el público, eres el único crítico que importa. Recuérdalo.
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