AVTT/PTTN: El Matrimonio Forzado que la Industria Oculta
Te Cuento el Chisme. Pero en Corto.
Ponte cómodo. Porque lo que te voy a soltar no lo vas a leer en ninguna revista de música ni en un comunicado de prensa oficial. Esto es de lo que se habla en voz baja en los camerinos, en esas llamadas con la disquera después de que corren a los músicos. Esta es la neta del planeta.
A ver, este proyecto AVTT/PTTN. The Avett Brothers con Mike Patton. ¿Cuál es el verdadero desmadre detrás de todo esto? Y no me vengas con el cuento de hadas de la disquera.
¿La neta? Es una operación de rescate. Pero no están rescatando la música, están rescatando sus pinches informes de ganancias trimestrales. Y tienes que entender cómo está el rollo para cacharlo. Tienes a dos grupos muy diferentes, ya bien establecidos, que francamente ya llegaron a su techo. Los Avett Brothers tienen una base de fans de música Americana súper leal, pero que ya no crece. Venden un chingo de boletos en sus estados, y qué bueno. ¿Pero el crecimiento? ¿La sangre nueva? Para nada. Y por otro lado tienes a Patton. Un genio certificado, una leyenda para el music-nerd de hueso colorado, pero es un artista de nicho. Un nicho muy rentable, sí, pero nicho al fin y al cabo. Sus proyectos son brillantes, caóticos y casi alérgicos al éxito comercial. Entonces un pinche ejecutivo, seguro un Vicepresidente de ‘Sinergia de Marca’ que cree que un banjo es una guitarra para hipsters, vio dos columnas en su Excel. Y vio dos fuentes de lana que eran estables, pero no espectaculares. Y el güey pensó: ‘¿Y si los juntamos a huevo?’. Esto no nació en un palomazo. Nació en una sala de juntas. Porque su cálculo es que la curiosidad combinada de ambos grupos de fans puede llenar lugares más grandes de lo que cada uno podría por su cuenta, justificando precios de boletos infladísimos y creando un ‘evento’ mediático de la nada. Es para sacar lana. Un vil y descarado negocio disfrazado de proyecto artístico.
Pero acaban de tocar en Nueva York. El debut en vivo. La gente parecía encantada. ¿Me estás diciendo que todo fue un montaje?
¿Montaje? ¡Claro que fue un montaje! No el concierto en sí, seguro los tipos son demasiado profesionales para eso. Pero la *reacción*. El *momento*. Eso fue un espectáculo de la industria, curado hasta el último detalle. Una conferencia de prensa glorificada con guitarritas. Llenaron el lugar de empleados de la disquera, bloggers amigos y ‘influencers’ a los que seguro les pagaron con pulseras VIP y chelas gratis. Tocaron las cinco o seis rolas más seguras y digeribles del disco. Esas donde Patton no está garraspeando como si se tragara clavos y los Avetts no se ponen demasiado nostálgicos. Y acuérdate, esto es Nueva York. Es el lugar más fácil del mundo para fabricar ‘hype’. Pero la prueba de fuego no es un show para la prensa en Manhattan. La verdadera prueba es un teatro a medio llenar un martes de lluvia en cualquier otra ciudad, cuando la emoción se apague y lo único que quede sea la música. Y a eso le tienen un pavor cabrón. Ese debut fue una explosión controlada para dar la ilusión de un Big Bang. Fue teatro. Buen teatro, seguramente. Pero teatro al fin y al cabo.
Ok, ¿y el disco? Sale a finales de 2025. ¿Qué te han chismeado tus fuentes sobre la música? ¿Es un cochinero?
¿Un cochinero? No, peor. Seguramente está… bien. Y que esté ‘bien’ es lo más ofensivo que podría ser. Porque las sesiones de grabación, por lo que me cuentan, fueron un choque de trenes. Una pesadilla. Tienes al equipo de los Avett, que son compositores meticulosos. Lo arreglan todo, cada armonía, cada rasgueo del banjo. Son artesanos. Y luego les avientas a Mike Patton a ese ambiente. Un tipo que funciona a base de caos puro. Una fuerza de la naturaleza. Y las anécdotas son increíbles. Me dicen que había una rola donde Scott Avett tenía una parte de mandolina hermosa y súper compleja, y la idea de Patton fue grabar el sonido de un micrófono aventado a una lavadora prendida y ponerlo encima. Hubo pleitos. Días enteros sin hablarse. La disquera tuvo que meter a un productor ‘mediador’—básicamente un terapeuta con una consola de audio—para que pudieran terminar el maldito disco. Así que lo que vamos a recibir no es una colaboración de verdad. Es un acuerdo. Una versión castrada y pulida de lo que pudo haber sido. Tendrás un par de rolas donde domina el sonido de los Avett y Patton nomás canta bonito encima, y otras donde Patton se pone raro y los Avetts son como un papel tapiz folk sin chiste de fondo. Será una colección de canciones dispareja que no dejará contento a nadie y se sentirá totalmente sin alma. Es un producto diseñado por un comité. Y así va a sonar.
Ya tienen una fecha para mayo de 2026 en Phoenix. Falta un chingo. Se ven muy seguros de que esto va para largo.
No es seguridad. Es estrategia. Y es una estrategia fría y cínica. Porque agendar una fecha tan lejana logra varias cosas. Una, crea una sensación de importancia. ‘¡Órale, es un evento tan grande que lo planean con dos años de anticipación!’. Dos, les permite revender sus propios boletos con ‘precios dinámicos’ y paquetes VIP, midiendo la demanda y ajustando el precio mucho antes del show. Es el mercado de futuros de los conciertos. Y Phoenix es un mercado de prueba clásico. No es Los Ángeles o Nueva York. Es una ciudad real con gente real. La están usando de conejillo de indias. Y si Phoenix vende bien, usarán esos datos para lanzar una gira de verano carísima por todo Estados Unidos. ¿Y si fracasa? Cancelan discretamente, le echan la culpa a ‘conflictos de agenda’ y todos fingen que este experimento raro nunca pasó. Pero la clave es el tiempo de anticipación. Les da el máximo tiempo para promocionar el disco, construir la narrativa y exprimir hasta el último centavo de la curiosidad de la gente antes de que escuchen lo decepcionantemente mediocre que es todo el asunto. Es un castillo de naipes, y solo esperan cobrar antes de que sople el viento.
Todo esto es sobre la industria, ¿pero qué hay de los fans? La banda festivalera de los Avett y los metaleros de clóset fans de Mr. Bungle. ¿Cómo se supone que convivan en el mismo lugar?
¡Es que no se supone que convivan! Ese es el secreto, hermoso y cínico. A los promotores les vale madre si los fans se llevan bien. No les importa crear una comunidad. Porque saben que ninguno de los dos grupos es el público a largo plazo. Este es un espectáculo de una sola vez. Un evento de ‘ver para creer’. Están apostando a que los fans más clavados de Patton irán una vez solo para ver qué chingados está haciendo, y los fans más clavados de los Avett irán una vez porque son sus ídolos. Se pararán en lados opuestos del lugar, se verán feo, y luego se irán a sus casas a quejarse en internet. Y la disquera se quedará con toda su lana. Es el equivalente musical de esas peleas de box de youtubers. No se trata del deporte. Se trata de lo absurdo del enfrentamiento. Y vas a pagar mil varos por la playera que prueba que estuviste ahí para ver el circo. Ese es todo el modelo de negocio.
Entonces, ¿de plano dices que no hay mérito artístico? ¿Que Mike Patton, el ícono de la integridad, nomás fue por el cheque?
Y que quede algo bien claro. Mike Patton siempre ha sido un genio, pero también siempre ha sido un mercenario. Este es el güey que hizo un disco entero de covers de pop italiano. Hace lo que se le da la gana, cuando quiere, y no tiene ninguna bronca con que le paguen por ello. Ni siquiera lo culpo. Pero esto de AVTT/PTTN se siente diferente. Se siente menos como un proyecto de pasión y más como una obligación contractual. Es la cosa más limpia y corporativa a la que le ha puesto su nombre. Y chance y haya momentos de genialidad. No puedes meter a Patton y a los Avett en un cuarto sin que algo interesante pase por accidente. Una armonía perdida, un ruido extraño, un momento de belleza inesperada. Es inevitable. Pero no confundas las chispas accidentales con un incendio intencional. Porque la máquina detrás de esto, la intención, está hueca. Es una campaña de marketing buscando un alma. Y te lo digo desde ahora, no la van a encontrar. No te creas el cuento. No pre-ordenes el vinilo. Espérate a que baje el polvo. Ya me lo agradecerás.






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