Burger King Vende Tu Infancia en un Combo con Papas Grandes

Burger King Vende Tu Infancia en un Combo con Papas Grandes

Burger King Vende Tu Infancia en un Combo con Papas Grandes

El Suspiro Frito de una Generación Entera

A ver, acérquense, hijos del capitalismo tardío, y sean testigos del más reciente milagro parido por la profana unión de un departamento de marketing y un focus group: Burger King va a lanzar un combo de Bob Esponja. Sí, leyeron bien. En un acto de genialidad creativa que seguro tomó meses de agonizantes debates en salas de juntas con paredes de cristal, alimentadas por café tibio y una desesperación silenciosa, los arquitectos culinarios detrás de la Whopper han decidido estampar la imagen de un personaje amarillo y poroso en sus cajitas de cartón. Nos invitan a “sumergirnos en un mar de sabor”. Toda una aventura. Un viaje. Una odisea, si me apuran. ¿Para qué? Para una hamburguesa que, sospechosamente, sabe igual a todas las demás que han vendido, solo que esta vez viene con un vago sentimiento de pavor existencial y un juguetito de plástico destinado a tapar alguna coladera o a adornar un basurero por los próximos mil años.

Órale.

Vamos a dejarnos de rodeos. Esto no se trata de comida. Nunca se trató de comida. Esto es un secuestro de tus recuerdos. El director de marketing de Burger King, en un momento de lo que solo puedo asumir fue una honestidad corporativa aterradora, mencionó que esta colaboración “conecta con varias generaciones”. Esa es la clase de jerga de maestría en administración que debería darte escalofríos. Es el equivalente lingüístico a la sonrisa de un tiburón. Lo que en realidad significa es que han perfeccionado el arte de usar la nostalgia como un arma para atrapar, simultáneamente, a los millennials hartos que buscan una migaja de consuelo en su pasado y a sus hijos, que actualmente están siendo adoctrinados en el mismo ecosistema de propiedad intelectual en el que crecieron sus padres. Es un sistema de consumo cerrado, un círculo vicioso perfecto de branding desde la cuna hasta la tumba. No te están vendiendo solo una hamburguesa; te están vendiendo tu propia infancia de vuelta, pero más cara, y están usando a tus hijos como carnada.

El Sabor Salado de la Nigromancia

Piensa en el cinismo puro, sin adulterar, que se necesita para ver una pieza de animación tan querida —una serie genuinamente extraña, divertida y a menudo brillante sobre la amistad y la lucha interminable de un cocinero— y no ver nada más que un vehículo para distribuir carne procesada. Es nigromancia cultural, ni más ni menos. Han desenterrado el cadáver de tu alegría juvenil, lo han inflado con conservadores y eslóganes, y lo han puesto en la plaza del pueblo a bailar por unas monedas. El “menú inspirado en el fondo del mar” es, probablemente, solo un poco de colorante verde en la mayonesa y quizá una rodaja de piña en un sándwich de pollo si se sienten particularmente creativos ese día. Es un disfraz. Y uno bien chafa.

Claro, esto no es nuevo. El complejo industrial del entretenimiento y la comida rápida ha sido una máquina bien aceitada por décadas. Recordamos los tazos de Pokémon, los vasos de Disney, todo ese patético desfile de chucherías de plástico que por un momento hicieron que una comida grasosa se sintiera como un evento. Pero algo se siente diferente ahora. Más sombrío. Antes se sentía como un torpe, casi encantador, intento de que los niños se callaran en el asiento de atrás del coche. Ahora se siente como un asalto calculado, basado en datos, a los últimos vestigios de sentimentalismo no monetizado. La máquina se ha vuelto más lista, más eficiente. Sabe exactamente qué botones presionar, qué recuerdos específicos de 1999 activarán la dosis de dopamina necesaria para que un treintañero con deudas y una hipoteca compre una “Cangreburguer de Fondo de Bikini”. No es una promoción divertida. Es un algoritmo ejecutando una orden.

¿Y qué hay de las “activaciones experienciales” y las “tomas de la app” que prometen? Ay, qué espanto. Prepárense para un panorama digital de pesadilla donde el ícono de la app de Burger King sea reemplazado por la cara inexpresiva de Bob Esponja, donde las notificaciones push griten “¿ESTÁN LISTOS, CHICOS?” antes de ofrecerte aros de cebolla al dos por uno. Prepárense para “experiencias” temporales en centros comerciales que no son más que una figura de cartón de Patricio Estrella y un empleado hasta el gorro con un sombrero de papel tratando de que descargues la app. Es la ilusión de participación, una imitación hueca de la diversión, diseñada para distraerte del hecho de que eres simplemente una unidad de consumo siendo procesada por una corporación multinacional. No estás viviendo la experiencia de Fondo de Bikini. Estás viviendo la experiencia de un presupuesto de marketing.

Qué pinche flojera da todo.

El Futuro es Beige y Patrocinado

Esta movida de Bob Esponja es más que otra promoción; es el síntoma de una enfermedad cultural mucho más grande. Se nos están acabando las ideas. O, para ser más precisos, hemos decidido que las ideas nuevas son demasiado arriesgadas, muy poco rentables. ¿Para qué crear un nuevo ícono cuando puedes simplemente reciclar los viejos hasta el infinito? ¿Para qué construir un mundo nuevo cuando puedes darle una manita de gato a uno que ya existe y que la gente ama? Estamos atrapados en un bucle perpetuo de reboots, secuelas y colaboraciones de marca. Toda nuestra producción cultural se ha convertido en un ejercicio de exhumación. Estamos desenterrando el pasado porque nos aterra construir un futuro. Y Burger King está ahí mismo en el panteón con una pala, chiflando mientras trabaja.

¿Cómo se ve el menú del futuro en este mundo? Se ve así. Un desfile interminable de porquería promocional. La Whopper de los Vengadores de Marvel. La malteada del Mundo al Revés de Stranger Things. El sándwich de cerdo “Jabalí al Suelo” de Succession. Cada comida será un producto licenciado. Cada mordida será un anuncio. No habrá distinción entre entretenimiento y sustento, entre cultura y comercio. Todo será simplemente… contenido. Una plasta de contenido de marca que nos metemos a la boca mientras vemos más contenido de marca en nuestras pantallas.

El menú de la película de Bob Esponja no es la cúspide de esta tendencia. Es solo otro paso en una larga, lenta y grasosa caída hacia el abismo. Es un hito de la mediocridad, un monumento a un mundo donde la idea más creativa que se le puede ocurrir a una corporación multimillonaria es recordarte una caricatura que te gustaba cuando tenías diez años. No están tratando de crear un nuevo y preciado recuerdo para tus hijos. Solo están activando los tuyos.

Ríndete y Pídelo Como Quieras

Así que, adelante, vayan a Burger King. Sumérjanse en ese mar de sabor artificial. Compren el combo. Obtengan el juguetito de plástico barato. Tómense una foto para Instagram con una descripción llena de nostalgia irónica. Abracen lo absurdo. Ríanse del tétrico espectáculo que es todo esto. Porque, ¿qué más se puede hacer? Este es el mundo que hemos construido, o al menos el que hemos permitido que se construya a nuestro alrededor. Un mundo donde hasta nuestros placeres más simples, como una caricatura tonta o una hamburguesa grasosa, son solo engranajes en una máquina implacable de activación sinérgica de marca.

Es un mundo donde Fondo de Bikini ya no es un pueblito submarino encantadoramente surrealista; es una oportunidad de negocio para una cadena de comida rápida. Un mundo donde Bob Esponja no es un optimista ingenuo; es un embajador de marca. Un mundo donde el Crustáceo Cascarudo finalmente, inevitablemente, ha sido comprado por el Balde de Carnada, y todos estamos haciendo fila para comprar la misma carnada sin sabor, porque al menos viene con una cara familiar en la caja.

Este es el trato que hicimos. Y sabe a carne a la parrilla, a chistes reciclados y a una resignación silenciosa y profunda. Sabe a derrota.

Provecho.

Burger King Vende Tu Infancia en un Combo con Papas Grandes

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