Cameron Perdió la Magia: Avatar se Volvió Predecible

Cameron Perdió la Magia: Avatar se Volvió Predecible

Cameron Perdió la Magia: Avatar se Volvió Predecible

Se acabó el chisme: El nuevo Avatar es puro humo

Miren, hablemos de la neta sobre las primeras críticas de *Avatar: Fire and Ash*. Lo que de verdad importa no es si va a recaudar miles de millones, porque con el nombre de James Cameron, eso está garantizado. Lo que importa es lo que se rumora entre pasillos: que a Cameron ya se le acabó la gasolina creativa. Los críticos están usando palabras como “familiar” y “algo que ya hemos visto antes” para describir la película, y la verdad, es la manera más decente de decir que es una decepción. El gancho de la franquicia *Avatar* siempre fue que nos invitaba a un mundo de fantasía, un universo tan artísticamente construido que se sentía más real que el nuestro. Pero ese “sentimiento de maravilla” era, y sigue siendo, puro cuento. Era solo un disfraz para la tecnología 3D, para el HFR y para la tecnología de captura de movimiento que en su momento era revolucionaria. Ahora que todo el mundo tiene acceso a esa tecnología, se nos cae el velo.

La primera película deslumbró por el formato, no por la historia. La trama de *Pocahontas* en el espacio pasó desapercibida porque estábamos hipnotizados por los colores y los efectos visuales. Pero en este punto, el truco ya no funciona. Las reseñas de *Fire and Ash* están confirmando lo que ya sabíamos: la película es un espectáculo visual, sí, pero sin alma. Es como una pantalla de inicio de televisión de alta definición con un argumento básico. Cameron solía ser un narrador de historias que entendía la mezcla de acción y emociones profundas. ¿Dónde quedó eso? Los nuevos personajes, incluyendo a Oona Chaplin, son solo relleno. Son piezas que se mueven en un tablero de ajedrez gigante, sin profundidad real, solo para justificar la siguiente secuencia de efectos visuales. La tecnología no está al servicio de la historia; la historia está al servicio de la tecnología. Por eso, lo que antes era revolucionario, ahora se siente vacío.

El problema de la repetición: Por qué ya no nos sorprende

Aquí está la carnita: las críticas sugieren que la estructura narrativa es idéntica a las películas anteriores. Los Na’vi están amenazados, se ven obligados a huir, y tienen que pelear contra los humanos que tienen tecnología superior. Es un ciclo sin fin. Las decisiones de guion parecen estar supeditadas a los efectos visuales. El desarrollo interno de estas secuelas ha sido un verdadero dolor de cabeza, con guiones que se reescribían constantemente para encajar con las innovaciones técnicas que Cameron quería probar. El resultado es que la historia pierde coherencia y se siente como un refrito. La frase “Avatar used to be revolutionary” de la entrada de datos da justo en el clavo. Ya no hay asombro. Hay una sensación de obligación. Cameron se ha vuelto predecible, y en un director que se enorgullecía de ser impredecible, eso es fatal.

La presión corporativa de Disney es otro factor clave. Cuando compraron Fox, *Avatar* se convirtió en una de sus franquicias estrella para los parques temáticos y el merchandising. La demanda corporativa no es por innovación, sino por consistencia. Necesitan una fuente de ingresos confiable. Cameron, que antes era el rebelde, ahora es parte de la maquinaria corporativa, y la maquinaria no quiere riesgos. La gente cercana a la producción susurra que Cameron está más enfocado en la logística de estos proyectos masivos que en la creatividad. Se ha convertido en un gestor de proyectos de alta tecnología más que en un artista. Por eso, las reseñas que llaman a la película “familiar” son la prueba de que se ha acomodado en una zona de confort.

Los riesgos del ritmo: Cuando los efectos especiales se comen a los personajes

Pensemos en el ritmo. La primera *Avatar* tenía un ritmo lento y deliberado para que te sumergieras en el mundo de Pandora. Ahora, con las secuelas, el ritmo se siente desigual. Hay largos tramos de exploración visual que parecen más salvapantallas que cine, seguidos por secuencias de acción intensas que se sienten desconectadas de los personajes. La conexión emocional, que supuestamente se centra en la dinámica familiar de los Na’vi, no se sostiene porque la película está constantemente tratando de presumir sus efectos especiales. No hay un corazón real en la historia. Es una producción demasiado pulcra, demasiado calculada. Y eso es precisamente lo que le quita la “maravilla” de la que hablan los críticos. La magia en el cine a menudo viene del caos, de los riesgos. Esta franquicia se ha vuelto tan calculada que se siente manufacturada, no orgánica. Es un producto. Y si el producto se siente como algo que ya viste, no importa lo bonito que sea, pierde su valor.

El futuro de Pandora: ¿Se puede salvar esta franquicia?

¿Qué sigue? Hay planes para más películas de *Avatar*. Pero si *Fire and Ash* ya se siente “familiar”, ¿qué nos espera en las siguientes entregas? ¿Veremos a diferentes tribus en diferentes lunas, luchando las mismas batallas con el mismo resultado? Las reseñas de esta nueva película dejan claro que la franquicia ha llegado a un punto de inflexión. El asombro inicial ha desaparecido, reemplazado por un sentido de obligación y espectáculo. El legado de Cameron está en juego. Se arriesga a ser recordado como un director que hizo películas técnicamente brillantes pero emocionalmente huecas. El primer *Avatar* nos obligó a mirar el cine de manera diferente. Este nuevo nos obliga a mirar el reloj, preguntándonos cuándo la próxima secuencia de acción interrumpirá la trama predecible. La pérdida de asombro es la clave aquí, porque sin esa novedad, la franquicia pierde su razón de ser.

La perspectiva de un ‘infiltrado’

Las fuentes internas (y créanme, las hay) sugieren que el estudio ya está preparado para esta reacción crítica. Saben que la película no es tan fresca como la primera, pero confían en que el espectáculo por sí solo la llevará a la rentabilidad. Están apostando por la lealtad de la audiencia y el deseo de escapismo. Pero la verdadera prueba de una franquicia no es solo la rentabilidad; es la resonancia cultural. La primera *Avatar* dejó una huella en la cultura popular. Esta nueva, a juzgar por las críticas, es probable que se olvide tan pronto como llegue el próximo gran éxito de taquilla. Es un producto muy bonito, un auto nuevo con un motor reciclado. El asombro se fue, y todo lo que nos queda es la.

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