Cancelaciones por Nieve: La Farsa de las Universidades Gringas

Cancelaciones por Nieve: La Farsa de las Universidades Gringas

Cancelaciones por Nieve: La Farsa de las Universidades Gringas

La Versión Oficial: Paternalismo y “Seguridad”

Y así caen los comunicados de prensa, tan predecibles y suaves como los primeros copos de nieve. La Universidad del Norte de Iowa, Iowa State, la Universidad Drake —todas instituciones supuestamente serias del medio oeste gringo— cantan la misma canción de cuna. Se cancelan las clases. ¿La razón? Una preocupación benévola, casi paternal, por sus estudiantes. Usan frases como “clima invernal peligroso” y “condiciones potencialmente peligrosas en las carreteras después del Día de Acción de Gracias”. Quieren darles a sus preciados eruditos “más tiempo para viajar de forma segura”.

Suena increíble, ¿no? Suena a que son muy responsables. Porque, vamos, ¿quién podría estar en contra de la seguridad? Es una jugada maestra de relaciones públicas. Pinta a la administración como un guardián vigilante que protege a sus polluelos de los peligros de un mundo malvado. Presentan una ecuación muy simple: Nieve + Viaje = Peligro. Por lo tanto, la única solución moral es detener toda la maquinaria educativa. Apagar todo.

Pero esta narrativa es una mentira bien construida, una cobija calientita de buenas intenciones diseñada para tapar una realidad fría, dura y profundamente cínica. Y cuando jalas esa cobija, lo que encuentras debajo no es nada bonito. Es un cochinero de cálculos legales, incompetencia operativa y una filosofía social que da asco.

La Cruda Realidad: Un Circo de Cobardía y Negligencia

Porque seamos brutalmente honestos. Estas decisiones no nacen de una preocupación genuina por el estudiante. Son estrategias corporativas de manejo de riesgos, disfrazadas de un “nos preocupamos por ti”. La universidad moderna en Estados Unidos no es principalmente una institución educativa; es una corporación multimillonaria con una marca que proteger y un departamento legal que mantener contento.

Abogados, no Educadores, Toman las Decisiones

Y la regla número uno en este manicomio corporativo es eliminar cualquier posible responsabilidad legal, cueste lo que cueste. La conversación que lleva a cerrar un campus entero no ocurre entre un decano sabio y un director de asuntos estudiantiles. No. Ocurre cuando un abogado de la Oficina del Consejero General hace un análisis de costo-beneficio. De un lado de la balanza: el costo insignificante de un día de clases perdido. Del otro lado: el costo astronómico, capaz de destruir reputaciones, de una sola demanda.

Imagínate la escena. Un chavo de 19 años, regresando en su coche, patina en un pedazo de hielo a kilómetros del campus y choca. En un mundo normal, esto es su problema, su responsabilidad. Pero en la distopía legaloide de Estados Unidos, un abogado con colmillo podría argumentar que la universidad creó una condición insegura al *exigir* que los estudiantes regresaran para las clases del lunes. Y un jurado podría creérselo. ¡No manches!

Así que la universidad cancela todo. No porque les importe si Juanito llega bien a casa, sino porque están muertos de miedo de que los papás de Juanito los demanden si no lo hace. Es un acto de pura autoconservación. Se están rindiendo antes de la pelea para lavarse las manos. No se trata de proteger a los estudiantes; se trata de proteger el dinero de la universidad de los abogados carroñeros. Es puro negocio.

Una Admisión de Colapso Silencioso

Pero vamos más allá. Al cancelar todas sus operaciones por un evento climático que sabían que venía, estas universidades están admitiendo algo increíble. Están diciendo, sin decirlo, que su propia infraestructura millonaria es incapaz de lidiar con un poquito de agua congelada. Son instituciones con ejércitos de personal de mantenimiento, flotillas de vehículos y departamentos enteros dedicados a que todo funcione. ¿Y nos están diciendo que no pueden echar sal en las banquetas y limpiar los estacionamientos? ¡Qué oso!

Es una confesión de fragilidad absoluta. Durante generaciones, las universidades en las zonas de nieve de EE.UU. funcionaban con climas mucho peores. Era lo normal. Se limpiaba la nieve y había clases. Punto. Era una medida básica de competencia. Pero la universidad moderna prefiere rendirse a usar una pala. Parece que tienen más presupuesto para coordinadores de diversidad que para sal y equipo para la nieve. La decisión de cerrar es abandonar sus responsabilidades más básicas. Es más fácil mandar un correo masivo que realmente administrar el campus.

Fabricando la “Generación de Cristal”

Y esto nos lleva a la verdad más destructiva de todas. El mensaje que esto envía a los estudiantes es veneno puro. Durante veinte años, han estado construyendo un sistema de educación superior que aísla sistemáticamente a los jóvenes de cualquier tipo de incomodidad, desafío o riesgo. Les han dado sus “espacios seguros”, sus “advertencias de contenido” y un ejército de burócratas para resolver cada pleito infantil. Y ahora, les están enseñando que un pronóstico de nieve es una crisis insuperable.

Están fabricando activamente una generación de cristal, incapaz de evaluar riesgos y de navegar un mundo que no está perfectamente diseñado para su comodidad. El mundo real tiene carreteras resbalosas. El mundo real tiene mal clima. El mundo real no cancela una junta importante porque chance y caen tres copos. Al tratar a los estudiantes como si fueran de porcelana, no los están preparando para la vida; los están inutilizando. Les están atrofiando la resiliencia.

En México, un estudiante lidia con el tráfico de la CDMX, con un metro que se inunda, con marchas que cierran calles. Y llega a clase. Allá, un poco de nieve se convierte en un apocalipsis que requiere que el sistema se detenga por completo. No es educación. Es infantilización a escala industrial.

El Puentesote Escondido

Finalmente, no ignoremos la flojera burocrática. Porque la decisión fue el lunes después de un día festivo importantísimo. Cancelar el lunes es, en la práctica, un regalo. Es un pretexto perfecto para alargar el puente. Convierte un domingo caótico de viajes en un regreso mucho más relajado. Es un beneficio administrativo oculto, una extensión no oficial de las vacaciones para los estudiantes y, más importante, para los maestros y el personal que tampoco querían lidiar con el desastre.

Así que el clima se vuelve la excusa ideal. Le permite a la universidad regalar un día extra de descanso, resolviendo un problemón de logística y al mismo tiempo vistiendo la decisión con el lenguaje noble de la seguridad. Es eficiente. Es cínico. Y es brillante.

Lo que vemos no es una simple respuesta al mal tiempo. Es la tormenta perfecta de cobardía institucional, debilidad operativa y una filosofía educativa equivocada que valora la comodidad por encima de la competencia. Dicen que cuidan a sus estudiantes. Pero en realidad les están enseñando a tener miedo, a ser inútiles y a no estar preparados para un mundo que no manda alertas antes de que las cosas se pongan un poquito difíciles. Y esa, amigos, es la condición más peligrosa de todas.

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