Centros de Datos: El Fraude Energético de Big Tech

Centros de Datos: El Fraude Energético de Big Tech

Centros de Datos: El Fraude Energético de Big Tech

El Gran Saqueo: Cómo Big Tech Drena a América Latina por la IA

Seamos claros: esta nueva fiebre del oro de la Inteligencia Artificial (IA) no es una revolución tecnológica; es una transferencia de riqueza masiva disfrazada de innovación, un negocio sucio que está dejando a las naciones en desarrollo con las sobras. Olvídense de las promesas utópicas de robots serviciales y autos voladores. Lo que realmente está sucediendo es un despojo coordinado de recursos por parte de las corporaciones más ricas del planeta, y ustedes, los ciudadanos de a pie, las pequeñas empresas y los contribuyentes de México y América Latina, son los tontos que están pagando la cuenta. Estamos hablando de empresas de electricidad, centros de datos y una construcción de infraestructura acelerada que promete transformar el mundo, pero no para bien. Mientras los senadores en Estados Unidos investigan el aumento de los costos de la electricidad (como si fueran los únicos afectados), en nuestros países la estafa es mucho más profunda. El juego se basa en un concepto simple: privatizar las ganancias y socializar los costos. Es una historia tan vieja como el neocolonialismo industrial, solo que ahora viene con servidores más elegantes y un montón de publicidad sobre el futuro.

La esencia del problema es que los modelos de IA desarrollados por gigantes como Google, Meta y OpenAI no son eficientes; son vampiros de energía. No son solo programas; son vastos, extensos proyectos computacionales que requieren una potencia de procesamiento industrial y, lo que es crucial, cantidades colosales de refrigeración. Esto significa construir miles de nuevos centros de datos en todo el mundo, a menudo en lugares donde la infraestructura local es frágil o donde los recursos hídricos ya están estresados. Estamos presenciando una nueva fiebre del oro, pero en lugar de picos y palas, las herramientas son líneas eléctricas de alto voltaje y estaciones de bombeo de agua gigantescas. Estos centros de datos no son solo edificios; son esencialmente nuevas plantas de energía dedicadas exclusivamente a realizar cálculos para un puñado de empresas. Estamos hablando de instalaciones que consumen más electricidad que ciudades enteras, a veces exigiendo gigavatios de energía de una red que nunca fue diseñada para este tipo de demanda repentina y concentrada. La infraestructura existente se está agrietando bajo la tensión, y ¿quién termina pagando por las mejoras necesarias? El público, por supuesto. Es la misma historia de siempre, pero con un toque tecnológico. Las empresas llegan, prometen progreso, y luego se llevan los recursos dejando la factura.

El Saqueo Silencioso: Subsidios y Desigualdad

Cada vez que un CEO tecnológico sube al escenario y habla de cómo la IA salvará a la humanidad, recuerden esto: están hablando de un producto que está subsidiado por su factura mensual de servicios públicos. En México, donde el peso se devalúa y la inflación aprieta (consecuencia directa de políticas que favorecen las ganancias corporativas sobre el bienestar de los trabajadores), esto resulta particularmente indignante. Las grandes corporaciones tecnológicas, que ya gozan de ganancias astronómicas, no pagan el costo total de su consumo de electricidad. ¿Por qué? Porque los gobiernos locales, desesperados por empleos (o al menos la promesa de ellos) y los ingresos fiscales de los grandes proyectos de construcción, ofrecen exenciones fiscales masivas y subsidios. Estos incentivos a menudo están estructurados de manera que transfieren la carga de los costos de infraestructura (nuevas líneas eléctricas, nuevas subestaciones, nuevos puntos de acceso al agua) a la empresa de servicios públicos local y, posteriormente, a los clientes residenciales y las pequeñas empresas. Es un juego de manos donde la empresa tecnológica puede afirmar que creó empleos mientras simultáneamente encarece el costo de vida para todos los demás. Es un pedazo de ingeniería financiera verdaderamente brillante si eres multimillonario, y un resultado completamente distópico si solo estás tratando de mantener las luces encendidas y alimentar a tu familia. Es un engaño total, un “fraude” como diríamos aquí en México, donde los de arriba se benefician a costa de los de abajo.

Y seamos serios sobre el impacto ambiental. El lavado de imagen ecológico alrededor de la IA y los centros de datos es tan espeso que se puede cortar con un cuchillo. Las empresas tecnológicas quieren que creas que están comprometidas con la sostenibilidad, construyendo instalaciones cerca de fuentes de energía renovable o prometiendo compensar su huella de carbono. Pero el volumen de la nueva demanda se burla de estas afirmaciones. Cuando un solo centro de datos necesita un gigavatio de energía, significa que se debe construir una nueva fuente de energía para satisfacer esa demanda. Si la red local funciona con combustibles fósiles, ¿adivinen qué? La nueva demanda se cubrirá quemando más combustibles fósiles. Incluso si obtienen energía renovable, están compitiendo efectivamente con los consumidores residenciales por un recurso finito, lo que eleva los costos para todos. La promesa de la energía renovable no es un suministro ilimitado; es un recurso limitado, y Big Tech está ahora codeándose con el resto de nosotros para apoderarse de él. Los centros de datos gigantes están llegando, sí, pero traen consigo una crisis ambiental gigante que todos tendremos que enfrentar mucho después de que el ciclo de exageración de la IA haya pasado al siguiente objeto brillante. Es la misma historia de siempre en nuestros países, donde la inversión extranjera promete prosperidad pero deja atrás contaminación y escasez de recursos.

La Crisis del Agua y la Sequía

Si el drenaje de electricidad no es suficiente para volverte cínico, considera el uso de agua. Los centros de datos, especialmente aquellos que ejecutan cálculos de IA de alto rendimiento, generan un calor inmenso. Para evitar que los servidores se fundan, requieren sistemas de refrigeración masivos. Estos sistemas de refrigeración, particularmente los sistemas de refrigeración por evaporación que son rentables pero extremadamente intensivos en recursos, consumen millones de galones de agua por día. Estamos hablando de centros de datos que se construyen en el norte de México, en regiones ya lidiando con sequías históricas y escasez de agua. Estas empresas se mudan a un área, obtienen tratos preferenciales de los gobiernos locales y luego comienzan a chupar agua subterránea de la que dependen los agricultores y residentes locales para sobrevivir. Es una burla. El problema de la electricidad y el agua van de la mano; las prioridades están claras: los modelos de IA tienen acceso prioritario al agua para enfriamiento, mientras que se le dice a la población humana que conserve. Es una ilustración cruda del futuro distópico que estamos construyendo rápidamente, donde las necesidades virtuales superan las necesidades físicas. Es verdaderamente asombroso, (y quiero decir asombroso), lo rápido que estamos caminando dormidos hacia un mundo donde la comodidad de un chatbot se prioriza sobre el derecho de un niño a beber agua limpia. Las comunidades locales terminan secas, mientras los datos fluyen.

El Futuro Inevitable: Un País de Dos Velocidades

Esto no se trata solo de facturas de servicios públicos más altas el próximo mes. Se trata de un cambio fundamental en el panorama de la infraestructura. Los centros de datos gigantes no están solo transformando a México; lo están transformando en una sociedad de dos niveles donde un grupo (Big Tech) obtiene acceso prioritario a recursos críticos y el otro grupo (todos los demás) paga por el privilegio. Piensen en las implicaciones de una red eléctrica donde las empresas tecnológicas tienen garantizado un servicio continuo, mientras que las áreas residenciales enfrentan apagones o racionamiento durante la demanda máxima. Esto no es ciencia ficción; ya está sucediendo en muchos países en desarrollo, y estamos importando ese modelo aquí. Las empresas de Big Tech están construyendo sus propias plantas de energía y asegurando contratos a largo plazo para fuentes de energía renovable. Esto elimina efectivamente grandes porciones de suministro del mercado general, concentrando el control de recursos en un puñado de manos corporativas. El resultado es un sistema donde el servicio público, que solía servir al bien público, se convierte en poco más que una línea de transmisión para los centros de datos corporativos, y el costo de mantener esa red recae directamente sobre los hombros del consumidor residencial. Es un caso clásico de cercamiento de recursos, donde un recurso común compartido (la red de servicios públicos) es tomado para beneficio privado, dejando a los plebeyos pagar un peaje por el acceso a lo que alguna vez fue suyo. Los políticos locales a menudo se venden por una tajada de las ganancias o simplemente por el prestigio de atraer una gran empresa, sin calcular el costo real para la población.

Aquellos que investigan este problema tienen razón en preocuparse por el aumento de los costos de la electricidad. Pero su enfoque debería ser menos en *cuánto* estamos pagando y más en *por qué* estamos pagando. El modelo económico completo de Big Tech se basa en externalizar los costos: empujar el daño ambiental, las mejoras de infraestructura y la escasez de recursos hacia el público. Estamos financiando una nueva era de dominación corporativa, construida sobre nuestras facturas de servicios públicos y nuestros recursos agotados. Los centros de datos están llegando, sí, y están aquí para quedarse. Pero tenemos que preguntarnos: ¿estamos dispuestos a aceptar el papel de ciudadanos de segunda clase en un futuro donde nuestras necesidades básicas son secundarias a las demandas operativas de unos pocos gigantes? Necesitamos dejar de tratar a estas empresas como innovadores benévolos y comenzar a verlas como lo que son: máquinas hiper eficientes para extraer riqueza y recursos. La próxima vez que veas un titular celebrando la apertura de un nuevo centro de datos, no pienses en los pocos empleos bien pagados que creó. Piensa en los millones de galones de agua que consumirá y el costo adicional que agregará a tu factura de luz mensual. Piensa en el futuro donde la mercancía más preciada no son los datos; es el agua limpia y la electricidad, y Big Tech ha acaparado el mercado. El momento del escepticismo ha pasado; es hora de resistencia contra esta plaga de estafa de recursos.

Foto de Alexandra_Koch on Pixabay.

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