Demanda de Costco Expone la Estafa de Aranceles de Trump
La Mentira Oficial que Nos Vendieron a Todos
El Cuento de Hadas: “¡China va a Pagar!” (Y de paso, México)
A ver, hagamos memoria. ¿Se acuerdan de los discursos, de las amenazas tuiteadas a las 5 de la mañana? Nos vendieron la idea de que empezaba una nueva era de poderío económico, basada en una premisa tan simple y atractiva como completamente falsa: que los aranceles a miles de productos importados los iba a pagar China. Fue un show de primer nivel. Una mentira bien contada. Se la vendieron a la gente trabajadora, a los que se sentían olvidados, desesperados por creer que por fin alguien peleaba por ellos contra la élite globalista. Y aunque el enemigo principal era China, México siempre estuvo en la mira, usando los aranceles como un garrote para forzar negociaciones en el T-MEC o en temas migratorios. Nos hicieron creer que estaban castigando a los gobiernos extranjeros.
Pura basura. La neta es que un arancel es un impuesto que paga el importador. Punto. No es una factura mágica que vuela por el océano y se cobra sola. Es un impuesto de importación, aquí, en casa. La empresa que trae los productos—sea Costco, Coppel, o el pequeño empresario que importa refacciones—le paga ese impuesto al gobierno gringo en cuanto la mercancía pisa su suelo. Siempre ha sido un impuesto sobre empresas americanas. ¿Y qué hacen esas empresas cuando les clavan un nuevo impuesto? No se lo tragan para no molestar. ¡Claro que no! Te lo pasan a ti, a mí, a todos. Cada centavo. Lo pagamos en la caja, sin darnos cuenta.
La Excusa Barata: “¡Es por Seguridad Nacional!”
Cuando la mentira de “quién paga” ya no se sostenía, sacaron el as bajo la manga, la carta que usan para callar a todos: la seguridad nacional. Los famosos aranceles de la Sección 232 sobre el acero y el aluminio (los mismos por los que Costco ahora demanda) supuestamente eran para proteger industrias vitales para la defensa de EE.UU. ¿Cómo iban a construir tanques con acero extranjero? ¡Qué peligro! El argumento era que importar acero de aliados como Canadá y, por supuesto, México, era una amenaza existencial. Es un chiste que se cuenta solo.
Piénsalo un segundo. ¿De verdad la maquinaria de guerra gringa estaba a punto de colapsar por el acero que venía de Monterrey o de Hamilton, Canadá? Fue una excusa ridícula para darle al poder ejecutivo un poder casi absoluto para iniciar guerras comerciales sin pedirle permiso a nadie. El objetivo nunca fue la seguridad; fue proteger a un par de industrias locales con buenos contactos en Washington, que aprovecharon para subir sus precios hasta el cielo. Mientras tanto, todas las demás industrias que usan acero—las automotrices en ambos lados de la frontera, la construcción, los fabricantes de electrodomésticos—recibieron un golpazo con costos más altos. Costos que, una vez más, terminaron en el ticket de compra del consumidor final.
La Neta que le Pega a Tu Cartera
La Demanda de Costco: El Gran “Se los Dije”
Y de repente, aparece Costco. El gigante de las compras por mayoreo, el del hot dog a precio de regalo, demandando al gobierno de Estados Unidos. ¿Y por qué? Porque quieren que les devuelvan su lana. Esta demanda es la prueba reina, la que confirma que toda la guerra de aranceles fue una tomada de pelo monumental para el consumidor. Pero que no nos engañen: Costco no es un héroe del pueblo. No están peleando para que te devuelvan tu dinero a ti. Están peleando para recuperar *su* dinero, el que le pagaron al gobierno… dinero que ya nos habían cobrado a nosotros cada vez que compramos una tele, una lavadora o hasta una lata de atún.
Este es el momento en que se cae el teatrito. Nos dijeron que era una batalla patriótica. Pero la demanda revela la sucia realidad: es una pelea de perros grandes por un montón de dinero. Tu dinero. Costco básicamente está diciendo: “Oye, gobierno, creemos que el impuesto que nos obligaste a cobrarle a nuestros clientes era ilegal, así que devuélvenos el botín”. Si ganan, ¿crees que te van a mandar un cheque de reembolso? ¡Ni madres! Ese dinero se va directo a sus ganancias, a sus accionistas, a los bonos de sus directivos. Desaparece.
Tú Pagaste el Pato, Ellos Quieren el Reembolso
Aquí está el corazón de este sistema podrido. Cada peso extra que pagaste por estos aranceles, ya sea en México por la inflación de costos en la cadena de suministro o en EE.UU. directamente, es un peso que no tienes para la gasolina, para el mandado, para la escuela de tus hijos. Fue un impuesto oculto, disfrazado en el precio de todo. Fue una transferencia de riqueza de las familias trabajadoras al gobierno de EE.UU., y ahora una corporación multimillonaria quiere quedarse con ese dinero. Es un círculo perfecto de explotación. El político se pone la medalla, la corporación sirve de intermediario, y al final, la corporación y el político se pelean por las ganancias mientras tú te quedas viendo. Eres el cajero automático en su juego personal.
Y esto no es solo un problema de gringos. Afectó a México directamente. Subió el costo de los materiales para la industria manufacturera mexicana, que es el motor de nuestra economía. Los productos que se ensamblan aquí con acero o aluminio importado se volvieron más caros, afectando nuestra competitividad y, al final, los precios en nuestras propias tiendas. Este pleito legal, aunque sea allá, nos enseña cómo funciona el sistema: los de arriba juegan su ajedrez político y económico, y los de abajo, en todos los países, pagamos las consecuencias.
El Sistema Siempre Gana
Entonces, ¿qué sigue? La Suprema Corte de EE.UU. decidirá si el presidente tenía la autoridad para imponer estos aranceles con una excusa tan vaga como la “seguridad nacional”. Quizás digan que fue un abuso de poder. O quizás no. Pero te adelanto mi predicción: para ti, para tu familia, da exactamente lo mismo. Gane quien gane, no vas a ver ni un centavo de regreso. Si gana el gobierno, se quedan con el dinero que pagaste de más. Si gana Costco, ellos se quedan con el dinero que pagaste de más. ¿Ves el patrón? En esta ecuación, tú no existes.
Esta demanda debería ser una llamada de atención. Es la prueba de que, al final del día, los intereses de la élite política y los gigantes corporativos están mucho más alineados entre ellos que con los tuyos. Crean el problema, se benefician del problema y luego se reparten las ganancias. La guerra comercial nunca fue por patriotismo. Fue un negocio. Un negocio redondo para ellos. Y la cuenta, como siempre, la pagamos nosotros.






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