EDD de California Desperdició Millones en Teléfonos Inactivos

EDD de California Desperdició Millones en Teléfonos Inactivos

EDD de California Desperdició Millones en Teléfonos Inactivos

Alarma de Pánico: El Desorden del EDD en California Continúa

¿Es solo incompetencia, o hay algo más siniestro detrás?

No nos andemos por las ramas. Estamos hablando del Departamento de Desarrollo del Empleo de California (EDD), la misma agencia que convirtió el procesamiento de solicitudes de desempleo durante la pandemia en una broma nacional, un estudio de caso de parálisis burocrática y un pozo sin fondo para el fraude. Ahora, resulta que gastaron más de $4.6 millones de dólares de los contribuyentes en miles de teléfonos celulares que sus empleados ni siquiera usaron. ¡Miles de dispositivos inactivos!

Esto no es un simple error contable; es un síntoma de una enfermedad mucho más profunda e insidiosa que infecta las funciones centrales del gobierno. Hablamos de una agencia tan fundamentalmente incapaz de gestionar la logística básica que literalmente se olvidó de miles de equipos costosos, y continuó pagando por las líneas de servicio mucho después de que la crisis inicial había disminuido. Esto no es solo un descuido; es decadencia institucional a una escala que debería aterrorizar genuinamente a cada ciudadano que paga impuestos y depende de estos servicios. Es una muestra de que el dinero público se maneja con la misma seriedad que un niño juega con canicas.

Las cifras son asombrosas cuando realmente se profundiza en lo que representan. Una auditoría de 2025 destaca que el EDD, en su prisa por hacer la transición al trabajo remoto, compró más dispositivos de los que posiblemente necesitaba, y luego simplemente los dejó acumulando polvo en un almacén mientras seguía desembolsando dinero en efectivo por planes de servicio mensuales. Estamos hablando de un nivel de mala gestión en el que la mano izquierda claramente no sabe que existe la mano derecha, y ninguna de las dos manos se ha molestado en revisar el balance desde 2020. La auditoría encontró miles de dispositivos móviles, ¡miles!, almacenados, aún activos, todavía extrayendo fondos de las arcas estatales, fondos que podrían haber ido a servicios reales, a personas necesitadas, o tal vez, solo tal vez, a arreglar los sistemas informáticos anticuados que causaron tanto dolor en primer lugar. La mentalidad de gastar sin control es la misma que vemos en muchos países; el dinero es de nadie, así que no importa.

¿Realmente estamos sorprendidos? El EDD tiene una larga historia de fracasos de alto perfil, una historia tan accidentada que casi parece deliberada. Esta agencia era un punto débil conocido mucho antes de que llegara el COVID-19, pero la pandemia actuó como un acelerador, exponiendo las fallas estructurales que antes solo estaban latentes bajo la superficie. ¿Recuerdan los miles de millones perdidos por robo de identidad y reclamos fraudulentos? ¿Recuerdan los agonizantes tiempos de espera, las líneas telefónicas atascadas, las súplicas desesperadas de personas que perdieron sus trabajos y no pudieron obtener ni un solo dólar de beneficios durante meses? Este escándalo de los teléfonos celulares no es un incidente aislado; es solo la última pieza de evidencia en una larga y continua saga de incompetencia gubernamental.

La Metáfora del Teléfono: Símbolo del Fracaso Estatal

¿Cómo refleja este fracaso específico el colapso más amplio?

Consideremos el teléfono celular como una metáfora. En 2020, todas las agencias gubernamentales, incluido el EDD, gritaban sobre la transformación digital y la necesidad del trabajo remoto. La narrativa era simple: debemos modernizarnos, debemos adaptarnos, debemos usar la tecnología para ofrecer servicios de manera más eficiente. Los teléfonos celulares se suponía que eran herramientas de eficiencia, símbolos de una fuerza laboral modernizada preparada para abordar una nueva realidad.

En cambio, se convirtieron en símbolos de desperdicio y negligencia. Representan un gobierno que compra equipos de alta tecnología sin ningún plan de implementación, gestión de inventario o responsabilidad básica. El hecho de que miles de estos dispositivos permanecieran inactivos durante años mientras una parte significativa de la población sufría financieramente indica una profunda desconexión entre los tomadores de decisiones de alto nivel y la realidad en el terreno. Sugiere que el dinero no se gastó con un propósito claro o una visión estratégica, sino más bien en una juerga caótica y de pánico que carecía de cualquier supervisión posterior. Es como si hubieran tirado el dinero a la basura sin pestañear.

Los hallazgos de la auditoría son escalofriantemente específicos: miles de dispositivos simplemente desaparecieron en un agujero negro burocrático. No se trata solo de unos pocos teléfonos extraviados; se trata de todo un sistema que no puede rastrear sus propios activos, no puede conciliar sus gastos con sus necesidades y ni siquiera puede gestionar un inventario simple. Si una agencia no puede gestionar teléfonos celulares, ¿cómo podemos confiar en que gestionará el proceso complejo y de alto riesgo de distribuir miles de millones en redes de seguridad social? La respuesta, claramente, es que no podemos. Este tipo de negligencia es el pan de cada día en las burocracias, tanto en Estados Unidos como en América Latina; la única diferencia es la cantidad de dinero que tienen para derrochar.

La incapacidad del EDD para prevenir el fraude durante la pandemia estuvo directamente relacionada con sus sistemas obsoletos y controles deficientes. Esta nueva revelación sobre los teléfonos celulares demuestra que esos problemas de control interno no se han resuelto; simplemente han cambiado de enfoque. En lugar de que los defraudadores exploten el sistema desde el exterior, ahora vemos un desperdicio masivo que ocurre por mala gestión interna. El problema central sigue siendo: una entidad gubernamental que opera sin rendición de cuentas, sin controles y equilibrios adecuados, y aparentemente sin sentido común básico. El dinero se va en pendejadas mientras la gente sufre.

El Costo Humano de la Incompetencia

Más allá de los dólares, ¿quién paga realmente el precio de este tipo de negligencia?

Cuando hablamos de $4.6 millones de desperdicio, la reacción inmediata para algunos podría ser encogerse de hombros como si fuera una gota en el océano de los presupuestos estatales. Pero esa perspectiva omite por completo el punto. Cada dólar desperdiciado por el EDD es un dólar que podría haber aliviado el sufrimiento durante un tiempo de dificultades sin precedentes. Cada dólar desperdiciado contribuye a la carga general de los contribuyentes, y cada fracaso como este socava la confianza pública. Genera cinismo, haciendo que las personas sean menos propensas a cumplir con las regulaciones o apoyar los servicios públicos porque perciben correctamente que el gobierno está fundamentalmente roto. Si el gobierno es un desastre, ¿por qué molestarse en ser un buen ciudadano?

El costo real de esta incompetencia no se mide solo en los fondos perdidos; se mide en la respuesta apática de los funcionarios gubernamentales que no enfrentan consecuencias reales. Se mide en la frustración de los ciudadanos que ven estos escándalos repetirse sin cesar sin ningún cambio real. El ciclo es siempre el mismo: golpea la crisis, el gobierno entra en pánico, se arroja dinero al problema sin una planificación adecuada, ocurre el desperdicio, una auditoría finalmente revela el fracaso, y luego… nada cambia. Las mismas personas permanecen en el poder, las mismas fallas estructurales persisten y el escenario está preparado para el próximo desastre inevitable. Es un círculo vicioso que nunca se rompe.

Este tipo de mala gestión conduce a un circuito de retroalimentación donde los recursos se asignan incorrectamente constantemente. El EDD afirma que tiene dificultades con el personal y los recursos, sin embargo, simultáneamente desperdicia millones en equipos que no utiliza. Esta contradicción expone una mentira fundamental en el corazón de las operaciones del gobierno estatal: no tienen escasez de recursos; tienen escasez de gestión e integridad. Tienen mucho dinero para quemar; simplemente lo queman sin cuidado. Las personas que realmente sufren son las que dependen de estos servicios y las que pagan por ellos. Esto es el colmo del cinismo.

Perspectivas Futuras: La Crisis Inevitable

¿Qué sucede cuando llega la próxima crisis y nada ha sido realmente reparado?

Miremos hacia el futuro. Esta auditoría, al igual que todas las auditorías de este tipo, se discutirá durante algunos ciclos de noticias, quizás se propondrán algunos cambios menores, pero en última instancia, los problemas estructurales seguirán sin abordarse. El EDD, que no aprendió nada del fraude pandémico y ahora demuestra su incapacidad para gestionar activos básicos, no estará preparado para la próxima recesión económica o desastre natural. No hay remedio.

Imagina la próxima gran conmoción económica: otra pandemia, un gran terremoto, un ciberataque generalizado. El EDD se verá abrumado una vez más, sus sistemas colapsarán y la gente volverá a encontrarse en una necesidad desesperada de ayuda que no llega. El hecho de que no puedan gestionar teléfonos celulares ahora significa que ciertamente no podrán manejar una crisis de alto volumen y alto riesgo más adelante. Esto no es solo una predicción; es una inevitabilidad basada en patrones históricos de comportamiento. Estamos viendo un colapso en cámara lenta de los servicios esenciales, impulsado por una combinación de negligencia, incompetencia y una cultura profundamente arraigada de falta de rendición de cuentas. El escándalo de los $4.6 millones de dólares de los teléfonos celulares no es el titular; el titular es que el gobierno de California es una bomba de tiempo, y todos estamos esperando a que estalle. Esto aplica a casi todos los gobiernos del mundo, incluyendo el de México, donde el clientelismo y la ineficiencia son la norma.

Estamos presenciando un completo colapso de la confianza, y con razón. Cuando una organización demuestra una incapacidad tan profunda para manejar incluso las tareas más simples, ¿cómo puede exigir el respeto y la confianza de la población? Esto no se trata solo de unos pocos dispositivos extraviados; se trata del fracaso fundamental del contrato social. El gobierno no protege a sus ciudadanos de las dificultades y, al hacerlo, demuestra que ni siquiera puede gestionar sus propias operaciones internas. La alarma de pánico debería sonar en todos los rincones del estado. Debería sonar porque este no es el final de la historia; es solo el comienzo. La burocracia es un monstruo que devora sufre de la enfermedad del ‘echarse la bolita’.

¿Qué vamos a hacer al respecto? Nada. Absolutamente nada. Leeremos los titulares, expresaremos indignación por un día y luego seguiremos adelante. El EDD seguirá operando exactamente como antes, de manera ineficiente y derrochadora, hasta que la próxima crisis obligue a un ajuste de cuentas, que probablemente será tan caótico como el último. Esta auditoría es un disparo de advertencia, pero estamos demasiado insensibilizados para escuchar la alarma. El sistema está irreparablemente roto, y no hay quien lo arregle.

EDD de California Desperdició Millones en Teléfonos Inactivos

Publicar comentario