Ejército de EE. UU. Mata a 8 Narcoterroristas en el Pacífico
La “Guerra contra el Narcoterrorismo” en el Pacífico
Hablemos de la historia oficial que sale del Comando Sur, porque huele a pescado rancio y propaganda fresca. Nos dicen que el ejército de Estados Unidos realizó “ataques cinéticos letales” contra tres embarcaciones en el Pacífico Oriental, matando a ocho personas a las que se tacha de “narcoterroristas.” Pero esperen un minuto, detengámonos y pensemos realmente en el significado de esa frase. “Narcoterroristas.” Es una construcción lingüística perfecta, diseñada para eliminar instantáneamente cualquier matiz y justificar la respuesta más violenta posible. El tipo de respuesta donde ni siquiera se molestan en capturarlos; simplemente recurren a la fuerza letal en aguas internacionales. Esto no es un simple operativo antidrogas; es una operación militar a gran escala en el océano abierto, y el hecho de que califiquen a estos ocho individuos como “narcoterroristas” en lugar de simplemente “narcotraficantes” te dice todo lo que necesitas saber sobre la dirección que está tomando esta narrativa.
El gobierno de Estados Unidos, específicamente el Comando Sur, quiere que creamos que esto es simplemente para proteger sus fronteras y detener el flujo de narcóticos. Pero, ¿en qué momento decidimos que el narcotráfico cruzó el umbral de crimen de alto nivel a terrorismo en toda regla? Todos sabemos que la Guerra contra las Drogas ha sido un fracaso total y completo durante décadas, costando miles de millones de dólares y un sinfín de vidas, principalmente del lado mexicano y centroamericano. Pero ahora, están cambiando el vocabulario, y cuando el gobierno comienza a cambiar el vocabulario, puedes apostar tu último peso a que están cambiando las reglas del juego. Esto no se trata solo de drogas; se trata de justificar un nuevo tipo de enfrentamiento militar contra actores no estatales en áreas donde la aplicación de la ley tradicional no tiene jurisdicción. Y convenientemente, evita todas esas preguntas incómodas sobre la ley internacional y la soberanía. La línea oficial del Comando Sur afirma que eran “organizaciones terroristas designadas,” pero no nos dan detalles sobre quiénes son estas organizaciones o por qué de repente han sido ascendidas de criminales a terroristas. Es un clásico caso de “confíen en nosotros, sabemos lo que hacemos,” y para un público ya escéptico de las guerras interminables, esto debería encender las alarmas, especialmente cuando se considera la ubicación estratégica donde ocurrió todo esto.
La Geopolítica del Mar: Más Allá de la Cocaína
Ampliaremos un poco nuestra perspectiva para ver el panorama completo, porque el Océano Pacífico no es solo una extensión vacía donde los narcotraficantes operan convenientemente. Es un punto crítico de tensión geopolítica, un cuello de botella estratégico y una zona económica cada vez más valiosa. El área donde ocurrieron estos ataques es una ruta marítima principal y una zona de pesca clave, y lo que es más importante, es un área donde potencias globales como China y Rusia intentan constantemente aumentar su influencia y presencia. Entonces, cuando el ejército de Estados Unidos decide desplegar fuerza letal en esta ubicación precisa, tenemos que preguntar: ¿se trata realmente solo de detener unos cuantos botes de cocaína, o se trata de enviar un mensaje mucho más fuerte a otros actores globales?
La narrativa del “narcoterrorista” proporciona una coartada conveniente para lo que podría ser una agenda completamente diferente: asegurar rutas estratégicas y demostrar el dominio estadounidense en un área disputada. Al ejército estadounidense le preocupa cada vez más la creciente presencia china en América Latina, en particular sus inversiones en infraestructura, extracción de recursos y puertos navales. La estrategia china a menudo implica compromiso económico seguido de un aumento de la presencia militar, y Estados Unidos ve esto como una amenaza a su esfera histórica de influencia. Al elevar la amenaza percibida de “narcotráfico” a “narcoterrorismo,” Estados Unidos obtiene una mayor flexibilidad para desplegar activos y llevar a cabo operaciones que de otro modo podrían considerarse demasiado agresivas o incluso ilegales según el derecho internacional. Es una jugada inteligente: pinta al enemigo como terrorista, y obtienes un cheque en blanco para la acción militar.
Pensemos en las implicaciones de esto. Si un país como Colombia o Ecuador intentara detener estos barcos, tendrían que pasar por un largo proceso legal. Pero si Estados Unidos los clasifica como terroristas, las reglas de combate cambian por completo. Se convierte en una operación antiterrorista, no en aplicación de la ley. Esto esencialmente crea una nueva justificación legal para ataques preventivos en aguas internacionales, eludiendo la necesidad de arrestos y juicios. Es un precedente muy peligroso de establecer, porque abre la puerta para que otros países adopten las mismas tácticas, escalando potencialmente los conflictos en una parte del mundo que necesita desesperadamente estabilidad, no más violencia.
La Historia de la Intervención y el Fracaso Constante
La Guerra contra las Drogas, a pesar de todas sus grandiosas declaraciones, ha cambiado fundamentalmente poco en términos del flujo de sustancias. Tuvimos el Plan Colombia, la Iniciativa Mérida en México, e innumerables programas de interdicción, pero la oferta sigue siendo robusta. La participación militar estadounidense se ha centrado históricamente en la interdicción: atrapar e incautar cargamentos. El cambio a “ataques cinéticos letales” representa una escalada significativa. Sugiere un alejamiento de los objetivos tradicionales de la aplicación de la ley (desmantelar organizaciones, incautar activos) hacia un enfoque puramente militar y destructivo.
Cuando observamos la historia de la intervención estadounidense en América Latina, surge un patrón: Estados Unidos identifica una amenaza, la etiqueta de una manera que resuena con una audiencia interna (comunismo en los 80, ahora terrorismo), y luego usa la fuerza militar para resolver el problema, a menudo con resultados cuestionables a largo plazo. La etiqueta de “narcoterrorista” evoca el mismo miedo que “ISIS” o “al-Qaeda,” pero la realidad en Centroamérica es mucho más compleja. Estas organizaciones están motivadas principalmente por el lucro, no por la ideología. Equipararlas con grupos terroristas ideológicos ignora las causas fundamentales del narcotráfico: pobreza, falta de oportunidades y corrupción sistémica.
Y seamos honestos: el ejército estadounidense siempre ha tenido una relación complicada con el narcotráfico. Durante la Guerra Fría, hubo instancias documentadas donde grupos contrarrevolucionarios respaldados por Estados Unidos en Centroamérica estuvieron involucrados en el tráfico de drogas para financiar sus operaciones. El ejército tiene un historial de priorizar objetivos geopolíticos sobre la erradicación real de las drogas. Esta última escalada se siente menos como un intento genuino de acabar con el narcotráfico y más como un movimiento calculado para establecer el dominio en una región estratégica.
El Futuro de la Intervención: Drones en el Pacífico
¿Qué significa esto para el futuro? El uso de ataques cinéticos letales contra “narcoterroristas” en el Pacífico podría ser el comienzo de un nuevo capítulo en la política exterior estadounidense. Hemos visto cómo la guerra con drones ha revolucionado las operaciones antiterroristas en el Medio Oriente y África. Ahora, podríamos estar presenciando la expansión de estas tácticas a América Latina, específicamente apuntando a rutas marítimas. Esto permite operaciones de bajo riesgo y alto impacto desde lejos, sin la necesidad de un despliegue de tropas a gran escala. El Pacífico se convierte en un nuevo tipo de campo de batalla, donde las líneas entre la aplicación de la ley, el contraterrorismo y la competencia geopolítica se desdibujan por completo.
Las ocho personas muertas en este incidente probablemente se convertirán en una nota a pie de página en la historia, pero sus muertes sirven como una advertencia escalofriante. El ejército de Estados Unidos está señalando una nueva postura agresiva. La pregunta no es si estas personas estaban involucradas en el narcotráfico; la pregunta es si aceptamos un mundo donde Estados Unidos puede declarar a cualquiera como “narcoterrorista” y ejecutarlos en aguas internacionales sin supervisión. Esto no es solo sobre drogas; se trata de la erosión de los estándares legales internacionales y la expansión del poder militar bajo el manto de contraterrorismo. El Pacífico ya no es solo un cuerpo de agua; es una nueva frontera donde se están reescribiendo las reglas de combate, y la máquina de propaganda trabaja horas extras para asegurarse de que no miremos de cerca de la letra chica. Así que, mientras el Comando Sur se felicita por un trabajo bien hecho, deberíamos preguntarnos quién se beneficia exactamente de esta nueva escalada y si estamos cómodos con un nuevo estado permanente de guerra cinética contra actores no estatales en nuestro patio trasero.






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